El ministro de Cultura, Alpidio Alonso, no dimite. Pero su manotazo al periodista Mauricio Mendoza ha quedado en la historia. Y están online los gritos de los artistas, activistas y periodistas abusados el pasado 27 de enero por un operativo de las fuerzas de la Seguridad del Estado, la policía y los viceministros no ya de Cultura, sino del Guatao.
El NTV miente de manera indiscriminada, a la vez que se va regulando la opinión en las redes sociales con la consabida estrategia de asesinar reputaciones. El sistema busca la forma de aplacar los fuegos. Las personas que han sido víctimas de difamación se sienten obligadas a reaccionar, y en consecuencia, también los colegas, amigos, allegados, u otros ciudadanos que se indignan ante la abominación del Estado y su noticiero totalitario. Algunos activistas ya han puesto demandas contra el NTV.
Mientras, las colas para los productos básicos, lo mismo en pesos que en Moneda Libremente Convertible, se tornan interminables. Puedes pasar más de cinco horas en una fila y no llegar a comprar, porque concluye la jornada laboral de los dependientes. La gente llega, le hace una seña al portero, y se cuela. Luego el portero recibe lo suyo.
Desde hace varios años hay en Cuba un despertar de la sociedad civil. Ha crecido el número de personas que influyen en la vida sociopolítica, los líderes de opinión. Esto tiene que ver también con el acceso a Internet. Han ocurrido cambios, y confío en que cada nueva generación sea más radical. Sin embargo, también me doy cuenta de que ha habido un estancamiento. Y es aquí donde quiero detenerme.
Es necesario aceptar lo evidente: Alpidio Alonso y su manotazo seguirán ejerciendo el cargo. Como sigue en el cargo Jorge Luis Frías Armenteros, el director de la Agencia Actuar, después de violar mi contrato de actriz hace tres años. A pesar del escándalo. Puedo concluir que, en aquel momento, tan solo me otorgué el derecho a hacer una catarsis pública.
¿Puedo decir que mi autodefensa no sirvió de nada? Eso sería afirmar que hacer visibles las luchas por cualquier derecho, del tamaño que sean, no tiene ningún efecto. El tiempo, las circunstancias, y la acumulación de arbitrariedades, condujo a centenares de artistas, periodistas e intelectuales, a las puertas del Ministerio de Cultura. Incluida yo.
Sí, el régimen está débil, el régimen hace el ridículo, so what? Al régimen solo le importa seguir en el poder. Los burócratas y ministros son soldados. Mi expediente laboral en la Agencia Actuar dice que estoy de viaje. La policía tiene la orden de cargar con el que alza la voz en las colas. La gente en la calle se queja, pero hace silencio en cuanto pones una cámara delante. El MININT ejecuta con obediencia las órdenes de la Contrainteligencia. El pueblo cubano entiende muy bien la estructura y se queda quieto, aun después de cinco horas de pie para conseguir un trozo de pollo que no alcanza.
Un pueblo en tal desventaja, ¿puede transformar algo?
Y ahora resulta que profesionales como los arquitectos, los ingenieros, los investigadores, no pueden ejercer por cuenta propia trabajos que antes realizaban en el marco de la alegalidad.
Entra un gobierno republicano y agudiza las sanciones que les permite el embargo. Llegan los demócratas y aflojan. Pareciera que, cada cuatro años, se complace a una de las dos partes. Los republicanos parecen favorecer a los políticos de la Florida; los demócratas, a los militares de la Isla.
¿Se podría decir entonces que en Cuba existen dos partidos? ¿Uno interno y otro externo?
Dentro de Cuba solo existen opositores. La oposición real, la que puede incidir verdaderamente en las decisiones de la Casa Blanca, y por ende en el régimen cubano, se encuentra en la Florida. Por eso la situación de los cubanos es tan compleja.
Yo no confío en los políticos, mucho menos en épocas de crisis. Desde la Florida, la opinión es que el embargo no perjudica al pueblo cubano sino al gobierno, a la dictadura, a la tiranía, al señor feudal, al terrateniente. Desde Cuba, el embargo es el responsable de todas las penurias. No importa el derroche de Fidel Castro, que patrocinó guerras en África con el dinero de la Unión Soviética. No importa que se inviertan recursos en mantener tres ejércitos en tiempos de paz, o en tecnología para ejercer la vigilancia digital.
Yo digo que, bajo el mandato del demócrata Barack Obama, los fondos recaudados mediante crowdfunding en el sitiowebIndiegogo, para producir el filme Corazón Azul, de Miguel Coyula, fueron congelados por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, por tratarse de una película cubana. Una película independiente, cuyo director no existe: tanto sus filmes como su nombre están prohibidos en Cuba. Una película independiente, cuya actriz (yo) no puede ejercer su profesión dentro de Cuba.
Entonces, viendo el fenómeno desde el prisma del que asegura que el embargo solo afecta al gobierno, sencillamente no me siento representada. Por otra parte, no creo que el gobierno cubano sea capaz de mantener un diálogo transparente con el gobierno de los Estados Unidos. Activar la embajada estadounidense en La Habana, en medio de este escenario de improductividad, sería como darle vida al Caballo de Troya y añadir más extravío en la herida.
La situación del gobierno cubano no puede ser peor. Ha liberado un conjunto de actividades por cuenta propia, pero ha dejado fuera el sector profesional, el de las ideas. No permitirán a los ciudadanos asociarse. La intención parece ser prolongar esa economía viciada y garrotera que toca todos los aspectos de la vida del país.
Recientemente, una carta dirigida al presidente Joe Biden y firmada por personas muy diversas (entre ellas algunos de mis colegas), ha provocado polémica. La razón es que fue emitida por La Joven Cuba. Puede que los más críticos además desconfíen de un medio que ha difamado de artistas independientes tildándolos de ser agentes de la CIA, y que se ha prestado para el descrédito de sus colegas periodistas porque sus medios reciben fondos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, o de otras organizaciones de ese país.
No es cierto que el embargo sea el responsable del descalabro económico que ha conducido a una nación entera a las ruinas, pero sí que afecta. Es difícil determinar cuánto. Por otra parte, me imagino que el gobierno desea controlar los fondos del Departamento de Estado norteamericano destinados a varios proyectos independientes, así como a las iglesias protestantes. De hecho, el gobierno ya ha contado en ocasiones con esos fondos, travistiéndose de sociedad civil. Todo ello suma como ingresos de divisas al país. Y en cuanto a lo político: mientras exista el embargo, será usado como un arma por los departamentos de propaganda del “partido interno”: el PCC.
¿Por qué quiero firmar esa carta de LJC, a pesar de no conocer a muchos de los firmantes? El pasado 27 de noviembre yo no conocía a todos los que estaban en las afueras del MINCULT, pero nos unió la misma causa.
Las luchas se componen de tácticas y estrategias. Teniendo a la vista los levantamientos sociales contra los gobiernos de Daniel Ortega y de Nicolás Maduro —la derrota de la oposición venezolana ha quedado personificada en la figura de Juan Guaidó—, no necesito imaginar lo que sucederá en Cuba en caso de ocurrir un estallido social. Una lucha descarnada solo conduciría al beneficio de los sectores más reaccionarios.
Luego de todas las protestas y de los sucesos de San Isidro, esa carta de La Joven Cuba ha sido lo único que me ha hecho pensar que las estrategias de lucha desde la sociedad civil quizás no han sido aplacadas por medio del entretenimiento político (del cual el régimen es maestro).
Hay muchísimas plataformas donde denunciar la falta de libertades económicas y la represión política. No veo otra forma de exigir el fin del embargo que lavando la ropa sucia, como dice mi vecina, dentro de casa. Ayer se dio a conocer otra carta donde leemos: “El gobierno de Cuba debe normalizar las relaciones con sus ciudadanos, como premisa para normalizarlas con el mundo”. ¿Para qué perder el tiempo solicitando el cese del embargo al mismo tiempo que la normalidad de un país cuyo gobierno ha dado sobradas muestras de ser una dictadura militar?
(En 1996, Fidel Castro tumbó las avionetas de Hermanos al Rescate y Bill Clinton, cuya intención era propiciar el acercamiento de Estados Unidos a la isla, se vio obligado a firmar la Ley Helms Burton, que se centra ya no en las empresas estadounidenses confiscadas, sino en las de los cubanos expropiados. Cuando ya había terminado la guerra fría, que dio origen a esa medida. Casi diez años más tarde, el régimen cubano desaprovechó las oportunidades que ofreció Barack Obama, al que denominaron “el sutil”).
Lo único que puedo hacer para visibilizar que existo como actriz censurada —y reprimida por dos operativos policiales: uno para impedir la exhibición del documental Nadie, de Miguel Coyula, y otro a causa de nuestra obra de teatro Los enemigos del pueblo—, es consignar este hecho junto a mi firma. En LJC deben permitirme decir quién soy. Y creo que eso es muy importante ahora, porque estoy reclamando el cese del embargo sin esconder mi realidad.
Muchos de los rostros que salen en las noticias de los independientes del patio, de los que lideran las luchas de la sociedad civil, son profesionales que trabajaron o trabajan fuera de Cuba. Por ese motivo tienen autonomía económica y pueden incidir en la vida política del país, así como empoderar a sus colegas en proyectos colectivos. Desde que dejó de ser un satélite de la URSS, el régimen piensa de manera capitalista. Donde hay deberes (y esto se traduce en impuestos), irremediablemente tiene que haber derechos. Estos no se mendigan: se conquistan. Pero como nadie ha demostrado que se pueden conquistar de un solo golpe, es mejor estar preparados para una larga lucha.
Con, o sin embargo.
© Imagen de portada cedida por la autora.
Ampliaciones del campo de batalla
La batalla marcada aquel 27 de noviembre del año más infame que hemos vivido, es la primera gesta auténtica de mi generación, y encontrará otra vez la fuerza allí donde la Revolución hace tiempo no fija su esencia: entre la mayoría fatigada y silenciosa que incuba un pensamiento impredecible.