Durante 3 años fui violada y silenciada por el terrorismo físico, verbal y psicológico de aquel hombre. Fui creciendo, y él aumentaba su escala de acoso y violencia: ya me pedía que le enseñara mi ropa interior, porque eso era lo que hacía un padre. Por suerte lo dijo delante de mi madre, y esas fueron sus últimas palabras en mi hogar.