El equívoco es parte de nuestra naturaleza insular. Y además el ridículo, que nos salva de ser invisibles. Y cuando pensamos en esas ventajas, tan útiles para el arte y la política, llegamos a otra palabra querible y exacta: la desilusión. La desilusión del Almirante, la primera desilusión. Y faltaban muchas otras por venir.
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Las raíces de la censura en Cuba (III)
La situación para los artistas y escritores en la Isla no llegó, ni en sus peores momentos, a ser tan lúgubre como lo fue desde el comienzo para los periodistas.