Yves Bonnefoy llamó al XIX el siglo de Baudelaire, ya que él fue el primero en liberar a las palabras “de la obligación de solo tener que significar”. En un Occidente que proclamaba muertes por doquier, sobre todo la de Dios, Baudelaire fue un adelantado que percibió “el verdadero lugar de su combate”.
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En el castillo de Axel
Conocida en la primera mitad del siglo XX como la Oil Capital of the World, Tulsa alberga en la University of Oklahoma gran parte de los manuscritos de Cyril Connolly y Edmund Wilson. Las letras de ambos escritores descansan en anaqueles contiguos, partícipes de una larga conversación.
Las voces de Palinurus (III)
En una charla con Isaiah Berlin, Edmund Wilson admitió que le disgustaban todos los literatos que había conocido en Londres, con las excepciones de Connolly y Evelyn Waugh, “porque eran auténticamente desagradables”. Connolly siempre profesó gran admiración por Wilson, más allá de que dijera que su novela Memoirs of Hecate County era una monotonía de insectos.
Las voces de Palinurus (II)
The Unquiet Grave es la más rara (y tal vez perdurable) obra de Cyril Connolly. El libro inicia con la contundente frase: “Cuantos más libros leemos, antes nos damos cuenta de que la verdadera misión de un escritor es crear una obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene la menor importancia”.
Las voces de Palinurus (I)
En una carta fechada en Birmingham y 1938, Auden le escribió a Connolly: “…realmente escribes sobre literatura de la única manera que es interesante, excepto para los académicos, como una ocupación real, sea la banca o fornicar, con todo su aburrimiento, emoción y terror”.
Llamadme Jonathan Edax
Léanse los ensayos que formarán esta columna como un homenaje a la pasión bibliófila de Cyril Connolly. Un delirio que es también el mío. Ensayos que son una oda a la codicia libresca y las confesiones de un cazador de libros de anticuarios; el diario de un bibliófilo que ha contraído deudas de amor con los autores que habitan su biblioteca.