El equívoco es parte de nuestra naturaleza insular. Y además el ridículo, que nos salva de ser invisibles. Y cuando pensamos en esas ventajas, tan útiles para el arte y la política, llegamos a otra palabra querible y exacta: la desilusión. La desilusión del Almirante, la primera desilusión. Y faltaban muchas otras por venir.
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De la palabra política
Los discípulos de Varela y Martí jamás lograron convencer a sus compatriotas de que ser ciudadano es mejor que ser proxeneta. Ahora Cuba es una nación chula, que vive del dinero de otras naciones. Yarini ha triunfado.