No hay de qué quejarse. Este no es país para lloricas. En estas memorias apócrifas inoculo un trozo de un himno de combate de Tata Güines: “Tápale la boca a ese perico que está llorando”, relacionándolo con un discurso donde Fidel Castro se responsabiliza del desastre de la Zafra de los Diez Millones.
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Café Versailles
La galería no es una galería, sino la casa convertida en galería. Tiene un portal (no todas las casas en la Pequeña Habana tienen portal). La dueña de la casa (es decir, la dueña de la galería) se ha replegado a una de las habitaciones. La cocina sobrevive. Puedes pedir lo que desees. Tal vez alguien cocina aquí cuando la galería deja de funcionar y se convierte en casa (cual Cenicienta de la plástica).
Humor nómada
El humorista menciona el tamaño de los churrascos que ha comido durante las últimas semanas. Anduvo por Texas, y se presenta en un centro nocturno de Hialeah. Finalmente anuncia que se marcha.Me deprime decirlo, pero regreso a Cuba.
Pequeña letanía institucional
En cuanto llegué a Miami me dijeron: Aquí no hay UNEAC, no hay Casa de Cultura, tienes que arreglártelas por tu cuenta”. Los ojos de mi interlocutor brillaban de un modo raro.
Apología del silencio
Lo que no falta en Miami es un ansia irrefrenable de encontrar culpables. Denunciarlos. Enviarles cartas abiertas. Exponerlos en la picota pública.