Los únicos instantes de humanidad del caudillo cubano ocurrían siempre con extranjeros. Fidel se sentía en casa cuando lo rodeaba la fascinación foránea. En más de un sentido, él mismo fue un extranjero, un imprevisto, un invasor.
Los únicos instantes de humanidad del caudillo cubano ocurrían siempre con extranjeros. Fidel se sentía en casa cuando lo rodeaba la fascinación foránea. En más de un sentido, él mismo fue un extranjero, un imprevisto, un invasor.