Con la prohibición de P.M. se abrió en Cuba el debate sobre los límites de la libertad que los intelectuales tendrían para expresarse, sin precisar los límites de la libertad que el Estado tendría para imponer esos límites.
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Legna Rodríguez Iglesias habla de cine en la cama
“Me quedé tiesa cuando vi tu mensaje preguntándome si aceptaba conversar contigo sobre cine. Acepté porque te admiro, y porque cuando te vi desnudo en una de tus columnas de Hypermedia lo primero que me vino a la mente fue: ¡tiene prepucio, como mi hijo! He pensado escribir un libro de poemas sobre prepucios perfectos y ausencias perfectas de prepucios…”.
Raza y nación: trayectorias visuales
Las propuestas visuales que aquí estaremos revisando podrían funcionar como uno de los archivos contingentes más originales, perspicaces, críticos y productivos de Cuba contemporánea.
Tus 10 de la música (I)
El cineasta Orlando Jiménez Leal es un etnólogo de la música, capaz de asociar un estribillo a una culinaria, el mambo de unos metales a una playa de Marianao, el melisma de una diva habanera con el salitre del puerto en la madrugada.
Una peliculita lumpen
La revolución criminalizó muy pronto la palabra: «lumpen». El cortometraje P.M. fue acaso su primera víctima.
Otra vez el fantasma
Leyendo entrelíneas Palabras a los intelectuales: «al mismo tiempo y de la misma manera que la burocracia política y la sociedad coartan y catonizan a sus miembros, les conceden dosificadamente reconocimientos, es decir mantienen lo censurado dentro del itinerario convivencial, aquilatándolo con ciertos méritos».
Historia del miedo virgiliano
En junio de 1961, en una de las reuniones mantenidas por Fidel Castro con los intelectuales en la Biblioteca Nacional, Virgilio Piñera se levantó, fue hacia el micrófono y dijo: Tengo miedo. Esa frase constituyó el mayor acto de resistencia de un intelectual ante la intolerancia del régimen.