Quiero ejercitar mi memoria con estas fotos. La sensualidad deforme de mis tetas, mis nalgas, la boca entreabierta, hongos, familia de opiáceos… La dilatación del tiempo en el fotograma.
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Desnudarme entre los olivos
Escribo esta columna mientras envío un audio repitiendo la frase: “te extraño”. Y quiero ir al cuarto a masturbarme con una aceituna que vaya de mi clítoris a la boca.
Quemar el muñeco
La gran mentira de esta fecha la potencian los horóscopos, la letra del año y toda clase de taxonomía del porvenir. A esa gran mentira contraponemos, como convicción, nuestra inmovilidad. No niego la fe: hablo de la escena de inmovilidad irrefutable en la que los días de una isla hacen culto al estatismo.
Chalunga y purpurina
Si nos sentáramos en La Chalunga, yo le contaría el millón de discriminaciones que sufro todos los días por ser gordita, mujer y tortillera; le hablaría de la perdedera gubernamental y le enseñaría una libreta en la que voy anotando las similitudes entre la violencia de género en Cuba y el marabú.
París no me importa ni pinga
Al llegar a París sentí que el metro me acogía, que los rostros ajenos me miraban de soslayo y que todos los inmigrantes, los refugiados e indocumentados pisoteados por la Unión Europea y maldecidos por el mar y las fronteras, entendían que mi amor por la humanidad estaba embarrado por el repudio y la tristeza.
Mi abuelo combatiente y bocarriba
¿Cómo se las arregla la gente en Cuba para dignificar un cuerpo que va depauperándose? ¿Cómo disponemos cómodamente el mundo para la enfermedad, el envejecimiento y la extinción? ¿Hubiera sido capaz de filmar a mi abuelo mientras se deterioraba?
Lester es más importante que el teatro
Decir que hago teatro es un privilegio. Decir que nunca he limpiado casas para sobrevivir es una arrogancia tremenda. Yo no sé de qué voy a vivir en los próximos diez años; probablemente debí ser informática, o rapera, dedicarme en serio a la música y dar conciertos. Estoy segura de que la tristeza no me va a dejar prosperar.
Los silenciosos sobreviven
Los silenciosos pican el ticket para el tren que sale de la estación 27 de Noviembre, venden coquito prieto, son insomnes, son trans, son papagayos con la lengua cortada, cuentan las monedas y van agarrados de la puerta en un P9 con olor a pudrición. He aprendido que en esta fábula de absoluto silencio no está pasando nada.
Toda la mierda del cielo cae en La Habana
Conozco a alguien a quien le cayó del cielo El Capital de Marx. A mí me cayeron las revistas Mujeres de la década del ochenta que la nieta de una coleccionista estaba tirando de una azotea. No te va a caer un libro de César Aira pero te va a caer papelería sentimental, como cuando me tiraron las fotos de una quinceañera gorda, una quinceañera que pude ser yo.
No me vuelvas a decir baby
Bailando zumba con mujeres que cubren sus cabellos para que solo puedan verlo sus esposos, me sentí derrotada por un abismo que tiene que ver con una hegemonía de la sobrevivencia.