Una rosa en tu pelo parece una estrella en el cielo. Hoy que llegó el invierno y estamos al final. Sé que me iré primero, te espero en la eternidad.
Acariciando mis manos, en el temblor de mi voz. Sombras nada más. Entre tu vida y mi vida, entre tu amor y mi amor.
Y parece un destello de luz la medalla en tu cuello. Ni me acuerdo que llevo en mi pecho una herida mortal.
Debemos separarnos, no me preguntes más. En nombre de este amor y por tu bien te digo adiós.
Las frases cruzan veloces en lo que yo acelero a lo largo y ancho de la autopista.
R con r, cigarro. R con r, carril. Rápidos corren los carros del ferrocarril…
Trabalenguas recuperados de la desmemoria, mientras la retro reproductora de mi taxi Uber reproduce mil novecientas cincuenta y nueve veces las voces y letras languidecientes de un planeta fantasma. Un país de poemas con rimas. Métrica meliflua, malvada, maravillosa.
Son las islas ahora ya inhabitables de un tiempo no sólo ido, sino imaginario. Inimaginable. Son esas Cuba del corazón que hoy no encuentran cabida en el pecho de ninguno de los cubanos que quedamos. Que no son muchos. Que somos más bien muy pocos. Que eres tú acaso y acaso soy yo.
No nos fuimos: nos extinguimos.
Nos dedicamos a entumecernos mutuamente el alma. Exterminadores de toda belleza y verdad. Basura insular, basura exiliada. Una plaga que ninguna otra raza superior a nosotros será capaz de erradicar. Una pandemia, una pena. Los cubanos salimos de Cuba para perpetrar lo peor. Para sembrar en el resto del mundo el vacío que nos primero nos vació por dentro en nuestro país.
Seres hueco. Para colmo, sin eco.
Cero resonancia, cero presencia, cero fuerza de gravedad.
Las melodías se recombinan rabiosamente al timón de mi carro y, sin embargo, los clientes no se dan cuenta de nada. Son demasiado norteamericanos para darse cuenta de nada. Demasiado inmigrantes para darse cuenta y que encima les importe nada.
Ya no sé ni lo que oigo. Remix a ritmo de revolución. Retórica reumática a título de los desaparecidos cubanos, que en la práctica somos todos los cubanos aparecidos. Expertos en ser espectros. Ya no sé ni lo que digo.
Una rosa en tu pelo parece una eternidad en el cielo. Hoy que llegó el invierno y debemos separarnos. Sé que me iré primero, te espero en la estrella.
Acariciando mi amor, en las manos de mi voz. Vida nada más. Entre tu sombra y mi sombra, entre tu temblor y mi temblor.
Y parece un destello de luz la herida mortal en tu cuello. Ni me acuerdo que llevo en mi pecho una medalla.
No me preguntes más si estamos al final. En nombre de este adiós y por tu bien te digo amor.
Uber Cuba 0098
Lo único que me dio por coger fueron los discos de Silvio. No me podía alejar de ellos, no había forma humana de que los pudiera dejar abandonados allí.