Uber nos permite hacer campaña política, a pesar de Uber.
Y no lo digo por la conversación con el chofer, por supuesto. Porque la mayoría ya están jodidos antes de empezar. Apenas abren la boca y ya te están metiendo una arenga en contra del capitalismo norteamericano (incluido un odio patogénico más que patético hacia Donald J. Trump), a la par que profesan su amor abiertamente a la Revolución Cubana y a favor de la herencia heroica de los Castros y su clan.
Eso es un hecho. Uber, como la calle, pertenece completamente a los revolucionarios. Pero lo dicho está dicho y lo reitero ahora: Uber nos permite hacer campaña política, a pesar de Uber.
¿Cómo? Muy simple: en los comentarios que se le dejan junto con las 5 estrellitas a cada chofer, justo después de bajarnos del carro.
Es ahí donde los cubanos no podemos fallar, coño. Es en ese par de líneas donde tenemos que decir todo lo que en los taxis del totalitarismo no podemos ni pronunciar. Ni siquiera pensar.
No tengan miedo. No sean ―si me perdonan la palabrota― tan pendejos. No pasa nada: despierten, que ya no estamos en Cuba, sino en tierras de locura y libertad.
De hecho, yo lo hago todo el tiempo. Escribo en la aplicación Uber lo que primero que me venga a la cabeza. Así me divierto en parte, en parte me libero así. Y, con suerte, soy al menos un poquito útil a los cubanos que vendrán. Es excitante: se trata de dejar un comentario de cara a la posteridad, pues ni el chofer de Uber ni sus webmasters en la compañía Uber pueden borrar nuestra opinión.
Por favor, llenemos los servidores y las redes de Uber con un buen grito de “Libertad para Cuba ahora”. Tecleemos, por ejemplo: “¡Cuba sin Castro ya!” O pidamos un “Plebiscito para que Cuba por fin decida después de 60 años”. Un “Plebiscito CubaDecide.org para que cese la dictadura y la democracia por fin comience”.
Si no lo haces, es porque no quieres. Porque no te conviene, en medio de tu cómoda complicidad. Porque no quieres vivir en el exilio, como es más que evidente, sino en el descaro diario de los cubanos sin Cuba pero con Castro.
No digo más. Haz lo que te parezca, cubano. A mí me basta con hacerlo yo solo. Toda escritura libre es un acto atroz de iluminada soledad.
Y lo seguiré ejecutando sin consultarlo con nadie. Sin convocar a nadie tampoco. Lo hago por mí. Porque cada vez que me monto en un Uber, se me alegra el corazón con que vivo. Porque cada carrerita de mierda significa ya no sólo significa gastar cinco o seis dólares, sino una catarsis de liberación, tecleada en los comentarios o compliments que se le dejan a cada chofer.
Por ejemplo:
“No Castro, no problem”. “Los cubanos no somos menos que los puertorriqueños: ¡Democracia para Cuba!” “Somos más: cada cubano en Uber hoy es un cubano sin Castro mañana”. Y también, en los días de debilidad o desesperación: “Fuck Castro” y “Castro coño de tu madre” (pero el riesgo aquí es que Uber nos declare como “taxi-terroristas” y que nos bloquee montar en Uber otra vez).
Total. Tanto lío con escapar de Cuba y nos la pasamos sentaditos como Dios y el Estado mandan: supongo que los cubanos seamos los pasajeros más disciplinados de todo el planeta. Damos, compañeras y compañeros, pena propia, no ajena.