El chofer del Uber era un reportero anti-semitista de Radio y TV Martí. El tipo era probablemente un negador del holocausto y todo. Muy buen conversador.
Me encantó el performance de la suástica que tenía colgando al cuello de la Virgencita de la Caridad, junto al espejo retrovisor.
Se la quise comprar. Como curiosidad.
El chofer de Uber se microofendió. Yo diría mejor: se megaofendió.
Echaba chispas fascistas por los ojos. Casi me bota a gritos del taxi. Lo vi buscar algo en la guantera del carro (un VW por supuesto), pero por suerte parece que se arrepintió. Mientras yo le pedía y le pedía perdón en el asiento de al lado. Tenía razón mi compatriota: una Virgen de la Caridad con una swástika en lugar del bebé Cristo cubano en verdad no es algo para comercializar.
Me hizo jurarle que yo no era un judío de esos de los pagados por George Soros. Se lo juré sin pensarlo por mi santa madre católica, apostólica, romana, de raza ariana.
Sólo entonces el chofer del Uber se calmó. Sonrió incluso, creo. Me perdonó. Pero igual me mandó a bajar del VW.
―No te voy a cobrar ni un quilo por esta carrera, pero quédate aquí ―me dijo―. Estoy contra el tiempo para editar un reportaje anti-semitista en Radio y TV Martí. Tú verás quién soy yo y de lo que soy capaz: el judío millonario de George Soros se va a acordar por el resto de su vida de mí.