“Capítulo 2”
(Escrito a mano en un Moleskine durante el cuarto de hora a la espera por los resultados de la serología STD en un servicio de Urgent Care en Clayton, Missouri.)
Me respondió una cubana, por supuesto. Tenía voz de perra, como todo el personal de la embajada de mi país en Washington, DC. De hecho, como todo el personal cubano o extranjero en todas las embajadas del universo. Literalmente te ladran, al menos desde el jueves primero de enero de 1959.
Perros con rabia. Las vísceras del odio a flor de piel. Mitad ignorantes y mitad asesinos en serie a sueldo del Estado. Nada de ideología, nada de castrismo, nada de Revolución. Utopía ni utopía. Criaturas que lo único que se merecen por parte de los cubanos es una fulminante y fatal fumigación.
Terror con terror se paga. TNT versus totalitarismo. Contracastrismo al cuadrado, C4. La dinamita como antesala y garantía mínima de la democracia. Por algo el Premio Nobel de la Paz lleva el nombre de su inventor.
Hablamos como peor pudimos. Hicimos nuestro mejor esfuerzo por parecer dos ciudadanos. Pero nos salió supongo que muy mal. Yo tenía ganas de cogerla por el cuello. Es decir, yo tenía ganas de pedirle perdón por todo, a ella y a sus superiores en La Habana. Antes de por fin ponerme a llorar.
Al final la tipa me dijo:
―Orlando Luis, tú sabes muy bien que tu nombre tiene una prohibición de viajar.
Yo le dije:
―Lili, me resingo en el corazón de la madre que te parió.
Que era como decirle:
―Lili, me resingo en el corazón de la mutua madre que nos parió.
Espantado de todo me refugio en Trump
El libro más reciente de Orlando Luis Pardo Lazo.
“El escritor cubano más audaz, el más incorrecto, el más sincero. Un libro que no te puedes perder”.