Uber Cuba 0117

En la televisión cubana publicaron mi foto del carné de identidad, como parte de los archivos de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). 

Según el serial Tras la huella del Ministerio del Interior, me llamo Abel Ferreiro Luaces y todavía tengo 41 años. Esa fue la edad con que me expulsaron de Cuba, el martes 5 de marzo de 2013, recién cumplidos mis 41, en diciembre de 2012.

No hay casualidad. El totalitarismo no es solo una maquinita de moler carne y cadáveres, sino que es también una trituradora de tiempo. 

En efecto, tenía razón aquel demonio deconstructivo, hijo pródigo de la democracia occidental: il n´y a pas de hors-tyrannie

Léase: la tiranía no tiene afuera. El castrismo nos constituye por dentro.

Según el oficial PNR o DTI o G-2 del serial Tras la huella, el ciudadano cubano Orlando Luis Pardo Lazo no es ya escritor, ni mucho menos un contrarrevolucionario, sino un neurocirujano común más. Como si sobraran los neurocirujanos en nuestra islita tan desprofesionalizada. Archipiélago amateur.


Orlando Luis Pardo Lazo

Captura de pantalla del serial Tras la huella y detalle de la foto de Carné de Identidad de Orlando Luis Pardo Lazo.


A todos los efectos del ICRT y la TVC, ahora yo cuento con un sueldo miserable del Hospital Oncológico de La Habana. Para colmo, en esa realidad alternativa a la Revolución cubana, ya tampoco vivo en el número 125 de la calle Fonts, en Lawton, ni el exilio izquierdoso de las universidades norteamericanas, sino que resido en la avenida General Lee de Santos Suárez, en el número 654 para más señas.

Pienso en todo esto mientras doblo y desdoblo en mi taxi Uber por las calles coronaviralizadas de Saint Louis, Missouri, en el corazón del corazón de la gran unión americana. En realidad, les confieso que no sé qué pensar de todo esto mientras doblo y desdoblo en mi taxi Uber por las calles coronaviralizadas de Saint Louis, Missouri, en el corazón del corazón de la gran unión americana.

Estoy, literalmente, perdido. Botado en la carretera.

Entre cliente y cliente, recibo mensajes de solidaridad. Mis lectores me advierten que tenga cuidado, que puede ser una amenaza de muerte. Que los criminales de verde olivo no se tomarían el trabajo de mostrar mi foto del carné de identidad si no tuvieran un buen motivo para hacerlo. Y los buenos motivos del Estado cubano son siempre motivos de aniquilación personal. 

Biopolítica. Necropolítica.


https://www.youtube.com/watch?v=Cg6k66pFflk

A mí, sin embargo, me interesan más las consecuencias estéticas de esta nueva agresión contra el mejor escritor cubano vivo. ¿Cómo debo reaccionar sin que parezca que estoy reaccionando? ¿Cómo tomar la iniciativa y apropiarme de esta violentísima violación por parte de la mediocridad mortífera del Ministerio del Interior?

Creo que alguien en el poder en Cuba ya sabe algo que yo siempre supe, pero que nunca le he confesado a nadie. Mucho menos a mí mismo. Y es que yo estoy llamado a cumplir un destino descomunal para Cuba. Y ningún poder podrá dispersar la energía entrañable de ese karma.

Un vidente así se lo pronosticó a mi madre apenas yo nací, en la hoy paleolítica era de 1971. Mejor no abundar en detalles.

Dejemos que mueran y resuciten los Abel Ferreiro Luaces con que la casta desgastada en la Isla me desnuda y disfraza, por puro pánico de desaparición. Dejemos que los neurocirujanos que nunca fui hagan sus delicadas operaciones secretas hasta alcanzar el vórtice del lenguaje, de donde irradia el motor que mueve la luz y genera la acción.

Dejemos que Orlando Luis Pardo Lazo piense y no sepa qué pensar, mientras dobla y desdobla su taxi Uber por las calles coronaviralizadas de Saint Louis, Missouri, en el corazón del corazón de la gran unión americana.

Fidel Castro no nos mintió al respecto. Nada podrá detener la marcha de la historia. En verdad os digo: ya está muy cerca la hora sin hora de los cubanos.




Uber Cuba 0116 - Orlando Luis Pardo Lazo

Uber Cuba 0116

Orlando Luis Pardo Lazo

“¿Estás de parto?”, le pregunté, por preguntarle algo, a mi embarazada. Ella me miró, contenta de contestarme, a pesar de las ráfagas fértiles de su dolor. “No, estamos de parto”, me dijo. “Voy a parir una hija tuya. Se llamará Luna Isabel. Será tu única hija y te va a adorar”. Casi meto un frenazo. My daughter, pensé, my sweet little daughter.