Uber Cuba 0041

Soñé que iba en un taxi Uber por las calles de La Habana. Como siempre que sueño con Cuba, me despierto con dolor de cabeza y llorando. Y con ganas de mear.

Fui al baño. Todo me daba vueltas. Tenía un ataque de pánico, que se somatizaba como un ataque de vértigo. Y frío, mucho frío. Temblaba hasta los tuétanos. Estaba haciendo un tremendo inviernito en Saint Louis.

Pensé que tenía fiebre. Pensé que iba a vomitar bilis y vino verde. Pensé en lo fácil que sería morirse así como así, en plena Norteamérica, y que ni uno solo de los cubanos se enteraran hasta muchos días después, por los titulares. Pensé en que esto era la soledad. Y en que acaso esto debía de ser también un poco ahora la felicidad, porque no por gusto en Cuba me aterraba morir una muerte entre conocidos de toda la vida.

Morir en anonimato es sinónimo de libertad. Quien no tiene nombre, no puede sufrir.

Oriné larga y largamente a la luz de la luna, que se colaba por el vidrio gélido de mi bañito de alquiler. En el exilio nunca he visto una cucaracha, pensé. Tampoco una hormiga. Eso, aunque parezca no tener mucho sentido, forma parte de la tristeza de soñarse en un taxi Uber por las calles de mi ciudad: una Habana aséptica, descucarachada, inhormigable.

Miré la hora en mi celular. Las cuatro y pico de la mañana. Y ya casi era día. Qué extraño es todo en el mundo de afuera, pensé. ¿Desde cuándo no veía un reloj despertador de cuerda, de los metálicos? Vivir fuera de Cuba es estar atrapados en una burbuja de transparencia y cansancio extremo, donde hasta usar el lenguaje nos exhausta, por ser un lenguaje sin conexión ninguna con lo real: una lengua muerta que no significa nada más allá de su significado, un argot amable pero que no nos emociona en absoluto, un blablablá de los otros, por los otros y para los otros, donde nosotros los cubanos ya no pintamos nada.

Volví a mi cama. Traté de dormir un rato más. Me dolían los pulmones de tanto toser, por el frío. Me dolían las caderas, supongo que por la mala posición en la cama. Me dolía el cuello, por el desgaste de los discos desquiciados de mi columna vertebral. Me dolía dormirme y tener que volver a soñar que iba en un taxi Uber por las calles de La Habana.

Ciclos. El tiempo es un retrovirus. La memoria del amor muerto hace imposible la experiencia viva del amor. Esto se está acabando, compañeras y compañeros. Algo menos que soñar.

Uber Cuba 0040

Uber Cuba 0040

Orlando Luis Pardo Lazo

Chucho Valdés en Saint Louis, Missouri. Tenía que pasarme a mí.