En la casa. En la cueva.
En una conjeturada cuarentena. En toques de queda transitorios.
Desde Cuba, sin Netflix. Solo con el Paquete Semanal. Solo con el mismo banco de películas y series de 1TB. Solo con algunos clásicos literarios.
A ratos, solo con alguna playlist trending (ahora todos escuchan YHLQMDLG) o vintage. A veces, solo con los datos (en espera de tarifas económicas) y el jala-jala de las redes sociales. En ocasiones, con el Noticiero Nacional, padeciendo empingues. Otras veces, soportando las transmisiones de Telesur…
En fin, looking for contenido de entretenimiento para no languidecer durante el trauma COVID-19.
Desde el fórum en la deepweb, todos hablan de la crisis. Las teorías de Byung-Chul Han, Nicholas Christakis y Slavoj Žižek. Así comienzan los chats cada mañana: con economía política. Puras densidades.
Pero siempre hay un espacio para la distracción, el chisme inconsistente, la safaera.
La comidilla de esta semana correspondió a los videoclips La cumbia del coronavirus, del youtuber mexicano Míster Cumbia, y Sal fuera coronavirus, del canal Planeta Cristiano. Ambos con cantidades excelsas de visualizaciones. Así que nuevamente la queen televisiva YouTube, y su contenido family friendly, tiene a todos tensos. Al parecer, en el fórum hay mucho empingue con las nuevas políticas y términos de uso y consumo de la plataforma. Pero estas son rachas temporales, una polémica de eterno retorno.
Una deudora singular y digna influencer de los videos en cuestión, la viralísima Wendy Sulca, enfatizó en las notables distancias entre la era analógica y digital para labrarse el camino de celebrity. Después de todo, vivir en los tiempos de Internet y YouTube ha favorecido la carrera de gente de pueblo, gente común y corriente, simples mortales.
Aunque Wendy ya no es tan trending. Es un referente, objeto de estudio de la década pasada. Pese a la firmeza de su voz inocente, no es la niña que Internet descubrió.
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L@s hij@s de Hollywood
Lesstúpida Cubana & Paolo De Aguacate
Las bitches, las perras duras y puras, se han ganado la adoración casi generalizada del público desde el respeto al deseo de todos por la carne, el respeto a su propio cuerpo y a la profesión misma. Hay que limpiar todas esas asperezas falocéntricas heredadas del pasado milenio.