La región de Israel-Gaza no es ajena a los conflictos, pero el reciente aumento de la violencia y la consiguiente declaración de guerra por parte del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha vuelto a situar a la región en el punto de mira internacional. Las heridas frescas de los enfrentamientos del sábado son evidentes, pero para comprender realmente esta crisis, es imprescindible trazar el camino que nos ha llevado hasta aquí.
El panorama contemporáneo del conflicto
Los atentados del sábado no fueron la chispa de un nuevo conflicto, sino más bien la explosión resultante de una mecha que ardía lentamente. La magnitud de la crisis quedó patente en el desgarrador número de víctimas: 100 en Israel y más de 230 en Gaza. Las recientes hostilidades sirven de conmovedor recordatorio de la fragilidad de la paz en la región.
El bloqueo de Gaza, impuesto conjuntamente por Israel y Egipto desde 2007, ha sido un eterno punto de discordia. La exacerbación de este año es, en parte, consecuencia de los cambios políticos en Israel. La decisión de Netanyahu de establecer un gobierno prominentemente de derechas amplificó las tensiones existentes. Añádase a esta mezcla la serie de enfrentamientos en Cisjordania y la venerada mezquita de al-Aqsa, y el panorama de presiones crecientes se hace evidente.
Crónica de un conflicto anunciado
El mes pasado, la guerra parecía no sólo posible, sino inminente. Los controles de seguridad revelaron la existencia de explosivos ocultos en los cargamentos de vaqueros procedentes de Gaza, lo que llevó a Israel a detener todas las exportaciones. Esta medida intensificó las posturas defensivas de Hamás. Los ejercicios militares con lanzamiento de cohetes y simulacros de ataques, así como las nuevas protestas a lo largo de la valla de separación entre Israel y Gaza, acentuaron aún más la escalada de la crisis. Estas tensiones llegaron a su punto álgido cuando los palestinos intentaron romper la barrera con explosivos.
Cisjordania se convirtió en un punto caliente de enfrentamientos durante el verano. Las frecuentes incursiones militares de Israel en la ciudad de Yenín tenían como objetivo frustrar a los militantes que planeaban atentados en su territorio. Pero las tácticas de mano dura, como el despliegue de helicópteros Apache —por primera vez desde la segunda intifada— y las represalias posteriores, como el ataque a un restaurante de humus por pistoleros de Hamás, pusieron de relieve las hostilidades profundamente arraigadas. Echaron más leña al fuego las violentas acciones de los colonos israelíes y el primer ataque con drones en Cisjordania desde 2006. El asalto al campo de refugiados de Yenín en julio, con su enorme magnitud, puso aún más de relieve la escalada de la crisis.
La primavera fue testigo de algunos de los momentos de tensión más conmovedores. En marzo, una operación israelí culminó trágicamente con la muerte de un joven palestino, un incidente que acaparó la atención general. Durante el Ramadán, la mezquita de Al Aqsa se convirtió en un campo de batalla, con enfrentamientos entre fuerzas israelíes y fieles. Esta acción y la consiguiente reacción internacional ejemplificaron los fundamentos religiosos y culturales del conflicto. Los ataques aéreos israelíes en Gaza en abril, justo después de un acuerdo de alto el fuego, parecieron una desviación sorprendente, pero pusieron de manifiesto la profunda desconfianza entre las partes.
2023 comenzó con un claro indicio de que la paz sería difícil de alcanzar. Una operación militar en Yenín causó un importante número de muertos palestinos. En represalia, un pistolero palestino desencadenó una masacre en una sinagoga de Jerusalén Este, matando a muchas personas, incluidos niños. Este rápido ciclo de operaciones y represalias puso de relieve la volatilidad de la región.
Descifrando los problemas subyacentes
Aunque cada incidente, aislado, pueda parecer una respuesta a una provocación inmediata, la naturaleza continua del conflicto indica problemas más profundos. El bloqueo de Gaza, por ejemplo, no es sólo una medida de seguridad, sino que simboliza la asfixia sociopolítica y económica más amplia que sienten los residentes. Del mismo modo, la mezquita de Al Aqsa no es sólo un lugar religioso, sino un potente emblema de la identidad y la resistencia palestinas.
Además, la dinámica política en Israel, especialmente el giro hacia un gobierno de extrema derecha, refleja un panorama ideológico cambiante, que parece menos proclive a las concesiones o a las negociaciones de paz.
Perspectiva de resolución
A la luz de estas tensiones crónicas, encontrar una resolución parece desalentador. Sin embargo, la naturaleza cíclica del conflicto también ofrece un rayo de esperanza. Ha habido alto el fuego y acuerdos en el pasado, lo que indica que, con la presión internacional y la voluntad interna adecuadas, la paz podría ser alcanzable.
Sin embargo, para una resolución duradera, es esencial abordar no sólo los síntomas, sino la enfermedad: los antiguos agravios históricos, las disputas territoriales y la cuestión de la identidad y la soberanía. Sin un enfoque integral, el ciclo de violencia continuará inevitablemente.
La pastilla: 01×06. Cuba: la economía invisible
¿Cómo se enriquecen los militares y dirigentes cubanos? Reunión de empresarios en Miami, ¿quiénes participaron? La historia cubana de los actos de repudio. Y los gusanos y la ciencia, en esta, nuestra pastilla.