La oscura crónica de la Causa 1/89

Prólogo: Una detención silenciosa

La noche del 29 de mayo de 1989 marcó el inicio de un acontecimiento inédito y perturbador en la historia de la revolución cubana. La detención de uno de los héroes de la revolución, Arnaldo Ochoa, quedó envuelta en un manto de silencio. Los cargos: promiscuidad sexual y, aún más inquietante, vínculos con el cartel de Medellín. Este hecho fue conocido por apenas veinte personas en todo el país. 


Capítulo 1: La caída de los héroes 

Solo un día después, el 30 de mayo, Tony de la Guardia fue sustituido en MC, el misterioso departamento Moneda Convertible, del Ministerio del Interior de Cuba. Para el 12 de junio, Fidel Castro se encontraba en la encrucijada de la reforma o la represión. Finalmente, la segunda opción prevaleció.

El 13 de junio, a las 8:30 de la noche, la trama comenzó a desplegarse con el arresto de Ochoa en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Prácticamente al mismo tiempo, los mellizos de la Guardia también fueron detenidos en el Ministerio del Interior. A raíz de estos arrestos, se activó la Operación Bandera Roja. Un estado de alta alerta militar fue impuesto en todas las principales unidades del Ministerio del Interior. 


Capítulo 2: Maniobras oscuras

La gestión de MC estuvo a cargo del coronel Antonio “Tony” de la Guardia, uno de los más destacados personajes de la nomenclatura cubana. Fidel lo mimó desde principios de los años 60 y era considerado un auténtico James Bond de la revolución.

Tony acumuló un historial impresionante: en 1971, se le encomendó asesorar al presidente Salvador Allende con tropas especiales; en 1973, viajó a Madrid para secuestrar a Fulgencio Batista, quien murió la noche que De la Guardia llegó a España. En 1975, llegó a Suiza con 60 millones de dólares conseguidos por los Montoneros argentinos al secuestrar a los industriales Jorge y Juan Born; más tarde, se involucró en el comercio de piedras preciosas robadas por el Frente Democrático Popular de Palestina. En 1976, asesoraba al nuevo gobierno de Jamaica, y en 1978, aterrizó en Nicaragua para proporcionar armas al Frente Sur de los Sandinistas, liderado por Edén Pastora, y donde combatían muchos comunistas chilenos.

En 1986, De la Guardia estableció las bases de MC en Panamá, bajo la dirección del mayor Amado Padrón. Contrató a contrabandistas para llevar mercancías ilegales a Cuba, muchos de los cuales también transportaban drogas; y utilizó a lavadores de dinero para encubrir a sus socios en Estados Unidos, que también trabajaban para los cada vez más poderosos cárteles colombianos de la marihuana y la cocaína.

En ese momento, La Habana permitía que los aviones con droga volaran por el espacio aéreo cubano y depositaran paquetes con cocaína en el mar, que luego eran recogidos por lanchas de alta velocidad y llevados a las costas de Florida. A cambio, a los contrabandistas se les solicitaba que transportaran armas para las guerrillas que el Departamento América del Partido Comunista Cubano (PCC), liderado por Manuel “Barbarroja” Piñeyro, fomentaba en América Latina.

De la Guardia había desempeñado con éxito esta tarea durante más de una década, implicando en ella a empresarios de múltiples nacionalidades, incluyendo a varios chilenos que ayudaban a multiplicar los intereses cubanos fuera de la isla.

Más tarde, el 28 de junio, José Abrantes fue destituido como ministro del Interior, pero, sorprendentemente, todavía “gozaba de toda la confianza”, según el periódico ‘Granma’. 


Capítulo 3: El viaje hacia el cadalso

A mediados de junio de 1986, las oficinas de MC en la Ciudad de Panamá fueron visitadas por un cubano en exilio, Reinaldo Ruiz. Este empresario, operador de una agencia de viajes que vendía visas a cubanos por un precio de 2500 dólares cada una, se encontraba en una posición estratégica que generaba divisas tanto para La Habana como para Manuel Noriega, la figura dominante de Panamá.

Las conexiones familiares se volvieron cruciales, ya que Reinaldo resultó ser primo de Miguel Ruiz Poo, encargado de la empresa fachada de MC, Interconsult. La solicitud de Ruiz a su primo era simple, pero intrigante: varios computadoras IBM y dos decodificadores de cablevisión.

En poco tiempo, la relación de negocios se convirtió en personal. Durante una cena, los primos empezaron a planificar operaciones comerciales más complejas. El vínculo de Reinaldo con el peligroso mundo del narcotráfico se hizo evidente a través de su esposa colombiana, quien estaba conectada con Gustavo Gaviria, primo y principal asesor financiero de Pablo Escobar, el infame líder del Cartel de Medellín.

El pacto que emergió de esta red de conexiones fue aparentemente obvio: Reinaldo podía facilitar el transporte de cocaína a Estados Unidos a través de Cuba. Si se le proporcionaban ciertas facilidades, las ganancias prometidas serían lucrativas para todas las partes involucradas. No pasó mucho tiempo antes de que Reinaldo se encontrara en La Habana, exponiendo su audaz plan a Tony de la Guardia, quien, tras considerarlo, dio su aprobación y garantizó que todo se llevaría a cabo bajo su control.

Sin embargo, fue en Panamá, hacia finales de 1986, donde las cosas realmente empezaron a tomar forma. Allí, Jorge Martínez Valdés, el ayudante de campo del general Arnaldo Ochoa, estableció una conexión crucial. Entró en contacto con el colombiano Fabel Pareja, empleado de Pablo Escobar, quien le informó sobre las actividades de Tony de la Guardia y le propuso una entrevista con el jefe del Cartel de Medellín.

La iniciativa tomó varios meses para concretarse. Martínez necesitaba la autorización de su superior, el general Ochoa, quien en ese momento estaba al frente de las tropas cubanas y soviéticas en Angola. Una vez obtenido el permiso, Martínez, armado con un pasaporte falso proporcionado por MC, viajó a Medellín en mayo de 1988 para la tan esperada reunión con Escobar. Acordaron el envío de cocaína a Estados Unidos a través de Cuba, con los funcionarios cubanos recibiendo una paga de $1200 por kilo de droga.

A finales de 1988, la trama comenzó a desentrañarse. Un piloto de las rutas de cocaína de Colombia a La Habana resultó ser un informante de la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA. Con este informante y otros recursos a su disposición, los agentes estadounidenses rastrearon y documentaron cada movimiento del cartel cubano asociado con MC. Pronto, Washington acumuló suficiente evidencia para implicar a Fidel Castro en un complot internacional de narcotráfico, en alianza con los cárteles colombianos y mexicanos.

Mientras tanto, en Cuba, la red de Tony de la Guardia detectó la infiltración de los Estados Unidos, y rápidamente comenzaron a cerrar todas las operaciones. Pero ya era demasiado tarde. El cerco se estaba cerrando sobre Manuel Noriega, y Ronald Reagan había iniciado una ofensiva total contra el narcotráfico que amenazaba con desestabilizar el continente. A medida que 1989 comenzaba, el escándalo estaba a punto de estallar.


Capítulo 4: El juicio 

El 7 de julio, el Tribunal Militar Especial dictó sentencia. La pena de muerte fue dictada para el general Arnaldo Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el mayor Amado Padrón Trujillo y el capitán Jorge Martínez Valdés. A Patricio de la Guardia y a los oficiales de MC se les impusieron 30 años de prisión, mientras que otros tres miembros de MC, recibieron condenas de 25 años.

En un giro retorcido de la ley cubana, donde el narcotráfico es castigado, en el peor de los casos, con 12 años de privación de libertad, los hombres fueron acusados de traición. Este fue uno de los momentos más audaces de manipulación cubana: el uso del cargo de narcotráfico para evitar un desacreditador proceso político, y la posterior transformación de este cargo en traición para justificar la ejecución.

En las semanas siguientes, el general José Abrantes, ministro del Interior, fue destituido. Poco después, su deceso en prisión bajo circunstancias enigmáticas marcó otro giro inquietante en la trama.


Capítulo 5: La despedida 

En una íntima y dolorosa reunión en Villa Marista, el centro de instrucción de la Seguridad del Estado, el 11 de julio, dos días antes del fusilamiento, los hermanos de la Guardia se abrazaron por última vez. 

El 12 de julio, Ochoa recibió su última visita familiar. Le dijo a su hija Yamira que iba a ajustar la aguja roja de su Rolex Explorer II para marcar la hora en que vendrían “a buscarlo”. Sus últimas palabras antes de besar a su hija fueron: “Yo no puedo. La historia se encargará de explicar los hechos”.


Capítulo 6: El fusilamiento 

Al amanecer del 13 de julio, la tragedia se consumó. Arnaldo Ochoa, Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez fueron fusilados por un pelotón de seis hombres liderado por el coronel José Luis Mesa Delgado. El lugar de ejecución: un campo adyacente a la pista de aterrizaje de la base aérea de Baracoa, al oeste de La Habana.

Contra el procedimiento militar habitual, todos los fusiles en el pelotón de ejecución estaban cargados con balas vivas. La ejecución fue rápida y brutal, y terminó con los tiros de gracia dados por el coronel Mesa Delgado.

Las últimas palabras de Ochoa frente al pelotón de fusilamiento fueron: “Ustedes, muchachos, son como hijos míos. Tírenme al pecho, que van a matar a un hombre”.


Epílogo: La historia y sus consecuencias 

El general José Luis Mesa Delgado fue ascendido después de los sucesos. Su ascenso estuvo directamente relacionado con la necesidad de contar con un general obediente y profesional, que pudiera ejecutar tareas despiadadas sin vacilar.

La oscura cronología de estos eventos permanecerá como un testimonio desgarrador de la brutalidad y la manipulación en la Cuba revolucionaria. En la mirada retrospectiva, las palabras de Ochoa resuenan con amarga ironía: “La historia se encargará de explicar los hechos”. Pero, ¿se ha hecho justicia a su historia?


Fuentes:
Gonzalo Celorio, “Abogado del diablo. El juicio al general Arnaldo Ochoa”, en https://letraslibres.com
Manuel Salazar Salvo, “La conexión cubana (extracto de ‘Conexiones Mafiosas’)”, en https://interferencia.cl.
Norberto Fuentes, ‘Nunca digas morir’, Cuarteles de Invierno, 2022.





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