Manuel Rocha, antiguo diplomático de carrera de Estados Unidos fue condenado el viernes a 15 años de prisión federal tras admitir que trabajó durante décadas como agente secreto de Cuba, en un acuerdo de culpabilidad que deja muchas preguntas sin respuesta sobre una traición que asombró al servicio exterior de Estados Unidos.
Manuel Rocha, de 73 años, pagará también una multa de 500.000 dólares y cooperará con las autoridades tras declararse culpable de conspirar para actuar como agente de un gobierno extranjero. A cambio, la fiscalía retiró más de una docena de cargos, entre ellos fraude electrónico y declaraciones falsas.
“Me declaro culpable”, dijo Rocha, vestido con un uniforme beige, a Beth Bloom, la juez del tribunal de distrito de Estados Unidos, añadiendo que comprendía la gravedad de sus actos.
La sentencia puso fin a un proceso penal excepcionalmente rápido y evitó un juicio que habría arrojado nueva luz sobre lo que Rocha hizo exactamente para ayudar a Cuba mientras trabajaba desde hacía dos décadas para el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Los fiscales dijeron que esos detalles siguen siendo confidenciales y ni siquiera dijeron a Bloom cuándo determinó el gobierno que Rocha espiaba para Cuba.
Las autoridades federales han estado llevando a cabo una evaluación confidencial de los daños que podría tardar años en completarse. El Departamento de Estado dijo el viernes que continuaría trabajando con la comunidad de inteligencia “para evaluar plenamente la política exterior y las implicaciones de seguridad nacional de estos cargos”
La sentencia de Rocha se produjo menos de seis meses después de su sorprendente detención en su domicilio de Miami, acusado de participar en “actividades clandestinas” en nombre de Cuba al menos desde 1981, año en que ingresó en el servicio exterior de Estados Unidos.
El caso puso de relieve la sofisticación de los servicios de inteligencia cubanos, que han logrado otras penetraciones perjudiciales en altos niveles del gobierno de Estados Unidos. Según los fiscales, la doble incursión de Rocha pasó desapercibida durante años, ya que el diplomático, educado en la Ivy League, se reunía en secreto con agentes cubanos y proporcionaba información falsa sobre sus contactos a funcionarios de Estados Unidos.
Sin embargo, una reciente investigación de Associated Press descubrió que se habían pasado por alto algunas señales de alarma, como la advertencia que un antiguo agente de la CIA recibió hace casi dos décadas de que Rocha estaba trabajando como agente doble. Otros servicios de inteligencia revelaron que la CIA ya sabía en 1987 que el líder cubano Fidel Castro tenía un “super topo” infiltrado en el gobierno de Estados Unidos.
La prestigiosa carrera de Rocha incluyó estancias como embajador en Bolivia y altos cargos en Argentina, México, la Casa Blanca y la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
En 1973, el año en que se graduó en Yale, Rocha viajó a Chile, donde, según los fiscales, se convirtió en un “gran amigo” de la Dirección General de Inteligencia (DGI) de Cuba.
La carrera postgubernamental de Rocha incluyó un tiempo como asesor especial del comandante del Comando Sur de Estados Unidos y, más recientemente, como partidario de Donald Trump y partidario de la línea dura con Cuba, un personaje que amigos y fiscales dijeron que Rocha adoptó para ocultar sus verdaderas lealtades.
Entre las preguntas sin respuesta está qué llevó al FBI a abrir su investigación sobre Rocha tantos años después de que se retirara del servicio exterior.
Rocha se autoinculpó en una serie de conversaciones grabadas en secreto con un agente encubierto que se hacía pasar por agente de la inteligencia cubana. Al principio, el agente se puso en contacto con Rocha por WhatsApp, haciéndose llamar “Miguel” y diciendo que tenía un mensaje “de tus amigos de La Habana”.
Rocha elogiaba a Castro como “Comandante” en las conversaciones, tachaba a Estados Unidos de “enemigo” y se jactaba de sus servicios durante más de 40 años como topo cubano en el corazón de los círculos de política exterior de Estados Unidos, dijeron los fiscales en las actas judiciales.
Incluso antes de la sentencia del viernes, el acuerdo suscitó críticas en la comunidad de exiliados cubanos de Miami, ya que algunos observadores legales temían que Rocha fuera tratado con demasiada indulgencia.
“Cualquier sentencia que le permita volver a ver la luz del día no sería justicia”, dijo Carlos Trujillo, un abogado de Miami que se desempeñó como embajador de Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos durante la administración Trump. “Es un espía de un adversario extranjero que puso vidas estadounidenses en peligro”.
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