En una sorprendente revelación desde la sala del tribunal, el ex embajador de Estados Unidos Víctor Manuel Rocha, de 73 años, reveló que su camino hacia el espionaje comenzó durante sus años universitarios en la Universidad de Yale. Rocha fue detenido en diciembre en Miami, tras una larga operación encubierta que descubrió sus actividades de espionaje para Cuba desde 1981. El pasado viernes fue condenado a 15 años de prisión.
El proceso judicial de Rocha reveló que estuvo influido por “la política radical del momento” mientras estudiaba en Yale. “Durante mis años de formación en la universidad, estuve muy influido por la política radical del momento”, declaró Rocha durante su sentencia. Expresó su arrepentimiento por sus acciones, reconociendo el daño irreparable que su espionaje causó a Estados Unidos y su incumplimiento del juramento durante su permanencia en el Departamento de Estado.
Nacido en Colombia y criado en Harlem, Nueva York, Rocha se trasladó a Estados Unidos a los 10 años con su familia. Sus proezas académicas le llevaron de una beca en The Taft School a la Universidad de Yale, donde se graduó con honores en estudios latinoamericanos. Continuó sus estudios en Harvard y Georgetown antes de incorporarse al Departamento de Estado en 1981. A lo largo de su carrera, Rocha ocupó importantes cargos diplomáticos, incluido el de miembro del Consejo de Seguridad Nacional y embajador de Estados Unidos en Bolivia.
Rocha comenzó sus actividades clandestinas como agente de la Dirección General de Inteligencia (DGI) de Cuba el mismo año en que se incorporó al Departamento de Estado, manteniendo su condición de agente encubierto durante más de tres décadas. Sus actividades de espionaje incluyeron infiltraciones de alto nivel y recopilación de información que abarcaron varias administraciones.
La revelación de las acciones de Rocha se produjo tras interactuar con un agente encubierto que se puso en contacto con él a través de WhatsApp, haciéndose pasar por un enlace desde Cuba. Durante estas interacciones, Rocha expresó una fuerte lealtad a Cuba, equiparando cuestionar su lealtad a “cuestionar mi hombría”. Sus pautas de espionaje incluían referirse a La Habana como “la isla” y adoptar una fachada política conservadora en Estados Unidos.
El Fiscal General Merrick Garland destacó la gravedad de la traición de Rocha durante el anuncio de su detención, señalando la descripción que Rocha hacía de Estados Unidos como “el enemigo” y su orgullo por la importancia de sus esfuerzos de espionaje.
El caso de Rocha ha suscitado debates sobre las vulnerabilidades del marco diplomático de Estados Unidos y los retos que plantea la detección del espionaje a largo plazo. Mientras Rocha se enfrenta ahora a las consecuencias de sus actos, el caso sigue siendo un ejemplo significativo de las complejidades de la lealtad y la seguridad nacional.
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Por Hypermedia
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