En un artículo de opinión publicado en The Miami Herald, John Suárez, director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre, aborda la extensa historia del espionaje cubano contra los Estados Unidos y sus graves implicaciones para la seguridad nacional. El artículo de Suárez, titulado “History of Cuban spying and the harm done to the U.S.”, ofrece un relato detallado de numerosos espías cubanos que se han infiltrado en instituciones estadounidenses a lo largo de décadas.
El artículo se centra en Víctor Manuel Rocha, el último espía cubano condenado. Rocha, que fue detenido tras más de 40 años de espionaje para la Cuba comunista, se infiltró en altos cargos del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Sus actividades de espionaje se extendieron a su función de asesor privado del Mando Sur de Estados Unidos en Doral, que supervisaba Cuba. Rocha fue condenado en abril a 15 años de prisión y a pagar una multa de 500.000 dólares. Las autoridades federales están llevando a cabo una evaluación exhaustiva de los daños que podría tardar años en finalizar, y gran parte de los resultados siguen siendo confidenciales.
El artículo de Suárez llama la atención sobre otros notables espías cubanos, entre ellos Ana Belén Montes, que sirvió 17 años en el Pentágono en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), y Walter Kendall Myers, un analista de alto rango del Departamento de Estado que, junto con su esposa Gwendolyn, pasó 30 años espiando para Cuba. Además, Marta Rita Velázquez, funcionaria jurídica de la Agencia para el Desarrollo Internacional, desempeñó un papel crucial en el reclutamiento de Montes.
Para ilustrar aún más la naturaleza omnipresente del espionaje cubano, Suárez destaca el caso de Carlos Álvarez, profesor de psicología en la Universidad Internacional de Florida, y su esposa Elsa, que espiaron a su comunidad y organizaron viajes a Cuba durante casi 30 años. Philip Agee, un antiguo oficial de la CIA que desertó a Cuba en 1973, expuso las identidades de 250 oficiales y agentes de la CIA, poniendo aún más en peligro las operaciones de inteligencia de Estados Unidos.
El artículo de opinión menciona también la infiltración de espías cubanos en las filas diplomáticas de la embajada de La Habana en Washington y en la Misión de Cuba ante las Naciones Unidas en Nueva York. Estos espías, haciéndose pasar por diplomáticos, recopilan información y llevan a cabo medidas activas. Suárez relata las notorias operaciones de la red de espionaje WASP de La Habana, que se infiltró en suelo estadounidense para recabar información sobre instalaciones militares, crear divisiones entre los exiliados cubanos y orquestar actos de terror, como el asesinato de un agente de la CIA en Florida y el derribo de una avioneta de Hermanos al Rescate en 1996.
Suárez rastrea las actividades de espionaje cubano desde 1959, detallando cómo, en 1961, el Consejo de Defensa soviético ordenó a Checoslovaquia que utilizara la inteligencia cubana para infiltrarse en las operaciones antidroga de Estados Unidos. Hace referencia al ex funcionario checo Jan Sejna, que se reunía regularmente con Raúl Castro y desertó a Estados Unidos en 1968, revelando estas operaciones. Suárez también señala que, en 1982, el Departamento de Estado identificó la implicación de La Habana en el armamento del grupo terrorista M-19 a cambio del contrabando de drogas a Estados Unidos, lo que llevó a la designación de Cuba como Estado Patrocinador del Terrorismo.
Destacando la persistente amenaza, Suárez analiza la formación del cártel de La Habana y su importante papel en el espectacular aumento de la cocaína que ha entrado en Estados Unidos en los últimos 25 años, especialmente con el ascenso de Hugo Chávez en Venezuela en 1999.
En sus observaciones finales, Suárez subraya el importante daño causado por espías cubanos como Rocha al gobierno de Estados Unidos y el perjuicio infligido a innumerables vidas inocentes. Hace un llamamiento para que se mantenga la vigilancia y se lleven a cabo enérgicos esfuerzos de contrainteligencia para mitigar la continua amenaza que supone el espionaje cubano.
Ósip Mandelstam: la destrucción de un poeta
En la noche del 16 al 17 de mayo de 1934, los agentes de la OGPU Guerásimov, Vepríntsev y Zablovski cumplieron una misión en el piso de Mandelstam en Moscú, en el apartamento 26 del número 5 de la calle Nashokinski.