En un artículo de Mary Anastasia O’Grady para The Wall Street Journal, se vuelve a poner de relieve el controvertido lugar que ocupa Cuba en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo. La decisión del Departamento de Estado de EE.UU. de reafirmar el estatus de Cuba junto a países como Irán, Corea del Norte y Siria pone de relieve las inquietantes alianzas globales y actividades de espionaje de la nación insular.
La prolongada posición de Cuba en esta lista, reafirmada tan recientemente como en mayo, subraya las continuas preocupaciones sobre sus relaciones con Rusia, China e Irán, y la presencia de su red de espionaje dentro de EE.UU. Estos factores en conjunto suponen una amenaza persistente para la seguridad nacional de EE.UU., una cuestión que ha resurgido con la detención en diciembre del embajador retirado Víctor Manuel Rocha, acusado de actuar como agente cubano durante 40 años.
Las implicaciones de la designación de Cuba como Estado Patrocinador del Terrorismo son de gran alcance. No sólo dificulta la capacidad del país para dirigir sus empresas criminales, sino que también expone a La Habana a desafíos legales en EE.UU. por ejecuciones extrajudiciales y otras violaciones de los derechos humanos. Además, coloca en entredicho la capacidad de Cuba para presentarse como un país “normal” en la escena internacional.
El amplio historial de Cuba como refugio de fugitivos estadounidenses y de apoyo a grupos violentos en Latinoamérica, incluida Venezuela, refuerza aún más su condición de paria. En particular, las relaciones del país se extienden más allá del hemisferio occidental. Su cooperación con China, Rusia e Irán —cada uno con su propio historial de violencia contra civiles— ha sido motivo de gran preocupación. Por ejemplo, los vínculos económicos y militares de Cuba con Rusia, incluida la acogida de buques de la armada rusa y de un barco espía en La Habana, hacen saltar las alarmas, especialmente en el contexto del actual conflicto de Rusia en Ucrania.
Las interacciones con China e Irán son igualmente preocupantes. Las reuniones del líder cubano Miguel Díaz-Canel con Xi Jinping y Ebrahim Raisi reflejan un patrón de alineamiento con países conocidos por sus regímenes opresivos. Estas reuniones, a menudo enmarcadas como discusiones sobre cooperación bilateral, tienen implicaciones significativas para la estabilidad regional y los intereses de EE.UU.
Además, la práctica de Cuba de enviar profesionales de la medicina al extranjero, a menudo en condiciones similares a las del tráfico de seres humanos, y su disposición a colaborar con cualquier Estado o agente no estatal para obtener beneficios económicos o políticos, demuestran el enfoque sin escrúpulos del régimen en las relaciones internacionales.
El artículo también revisa el breve período en que Cuba fue retirada de la lista de países terroristas bajo la administración del presidente Obama, una medida que muchos consideran prematura dadas las continuas actividades y estrategias del gobierno cubano dirigidas a socavar los intereses de EE.UU. La influencia de figuras como Ana Belén Montes, ex analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa condenada por espiar para Cuba, se cita como un factor que puede haber conformado la percepción de EE. UU. sobre Cuba durante este período.
El caso de Víctor Manuel Rocha, aunque todavía pendiente de juicio, es un claro recordatorio del largo alcance de Cuba en el establishment de EE.UU. Sus diversas funciones en el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, si se demuestra que han sido aprovechadas para el espionaje cubano, podrían revelar una violación significativa de la seguridad de EE.UU.
Al descubierto la complicidad de Cuba, Panamá, Nicaragua y Bahamas con el tráfico de drogas
“Por ahora, solamente le puedo confirmar que necesitamos todos los dólares que podamos conseguir”, dijo el coronel Antonio de la Guardia.