William M. LeoGrande & Peter Kornbluh: “El senador Robert Menéndez y la corrupción de la política hacia Cuba”

Mientras el senador Robert Menéndez limpia su escritorio en el Hart Senate Office Building, deja el Congreso como uno de los legisladores estadounidenses más corruptos de los tiempos modernos. La condena del senador el 16 de julio por 16 cargos de soborno, extorsión y actuación como agente extranjero no registrado ha revelado dramáticamente cómo abusó de su poder e influencia como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado para llenarse los bolsillos. Sin embargo, en el escándalo de su flagrante corrupción se ha perdido cómo Menéndez utilizó su poder político durante años para corromper la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Menéndez llegó al poder en Union City, Nueva Jersey, un mini-Miami en Hudson con la mayor concentración de exiliados cubanos fuera de Florida. Era el producto de la maquinaria política demócrata del Estado y un voto liberal fiable en la mayoría de las cuestiones durante sus seis mandatos en la Cámara de Representantes de Estados Unidos y 18 años en el Senado, pero no en lo relativo a Cuba.

En las relaciones con La Habana era, como dijo un antiguo colaborador, “inamovible”, una postura que Menéndez atribuía a su historia familiar en Cuba, aunque él nació en Estados Unidos y sus padres llegaron como inmigrantes económicos a principios de la década de 1950, mucho antes de la revolución de Fidel Castro. Durante su juicio por corrupción, el senador recurrió a esta leyenda cuando trataba de explicar los 635.000 dólares en efectivo y lingotes de oro que el FBI encontró en su casa en 2022, alegando que atesorar dinero en efectivo era una tradición familiar porque sus padres se habían enfrentado a la “confiscación” en Cuba. El jurado no se lo creyó.

Ser duro con Cuba era una manera para un aspirante a político de cortejar a los exiliados cubanos, no sólo en Union City, sino también en Miami, donde Menéndez hacía viajes regulares para recaudar fondos, comenzando cuando era alcalde de Union City. Junto con Robert Torricelli (otro demócrata de Nueva Jersey expulsado del Senado por un escándalo de corrupción), Menéndez era uno de los favoritos de los cubanoamericanos militantes y adinerados del sur de Florida, que entre 1992 y 2006 aportaron un millón de dólares a las arcas de su campaña para impulsar su carrera política en la Cámara de Representantes.

Para satisfacer a ese electorado, Menéndez se convirtió en un enemigo implacable y pugnaz, incluso, de los pasos más pequeños para relajar las tensiones con La Habana. En 1993, como miembro novato de la Cámara, presentó la “Ley de Asistencia a Cuba Libre e Independiente”, que prohibía al presidente levantar el embargo hasta que Cuba se convirtiera en una democracia con economía de mercado. La ley no se aprobó, pero sirvió de base para la Ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática de 1996 (Helms-Burton), de la que Menéndez fue uno de los copatrocinadores originales. Esta ley, más que ninguna otra, ha limitado la autoridad de todos los presidentes para relacionarse con Cuba.

Menéndez se opuso al acuerdo migratorio de 1988 del presidente Ronald Reagan con Cuba porque “cedía demasiado”, y se opuso a las negociaciones de 1993 de la administración Clinton para repatriar a los emigrantes que cometieron delitos en Estados Unidos. Durante la crisis migratoria de 1994, se unió a los republicanos que exigían al presidente Clinton que cortara todos los flujos de viajes y remesas a Cuba e impusiera un bloqueo naval militar para derrocar al régimen. Clinton aceptó las sanciones financieras, pero no el bloqueo. Menéndez se opuso entonces al acuerdo migratorio de Clinton con Cuba de 1995, que regularizaba la migración segura y legal.

Menéndez tiene una opinión igualmente negativa de los viajes. Se ha opuesto a los viajes educativos “pueblo a pueblo” desde que el presidente Clinton los introdujo por primera vez en 1999, calificándolos de turismo disfrazado y acusando cáusticamente a los viajeros de tumbarse en la playa, fumar puros cubanos y beber cubalibres.

Incluso las medidas que beneficiaban a las familias cubanoamericanas eran inaceptables. Menéndez se opuso a suavizar las restricciones de Estados Unidos sobre las remesas, argumentando —falsamente— que el régimen estaba confiscando la mayor parte del dinero. En mayo de 2022, cuando el presidente Biden eliminó los límites de la era Trump a las remesas familiares y autorizó enlaces aéreos a ciudades distintas de La Habana para facilitar las visitas familiares, Menéndez se quejó de que enviaba “el mensaje equivocado” al régimen cubano.

Enfrentamiento con Obama

El senador Menéndez fue una espina clavada en el costado del presidente Obama desde el momento en que llegó a la Casa Blanca. Obama había hecho campaña sobre la necesidad de un nuevo enfoque con respecto a Cuba, pero Menéndez no estaba de acuerdo. Antes de las elecciones, advirtió a Obama: “Si quieres mi apoyo, no quiero que hagas ningún cambio de política sobre Cuba sin consultarme”.

Apenas unas semanas después de la toma de posesión, Menéndez demostró que iba en serio al bloquear un proyecto de ley Ómnibus de Asignaciones Presupuestarias necesario para mantener abierto el gobierno, porque el proyecto facilitaba las ventas agrícolas a Cuba y relajaba las restricciones de viaje. Sólo cedió cuando el secretario del Tesoro de Obama se comprometió por escrito a interpretar la ley de forma restrictiva y a consultar con el senador antes de cambiar la política hacia Cuba.

Cuando la Organización de Estados Americanos se reunió en junio de 2009 para revocar la suspensión de 1962 de la pertenencia de Cuba, Menéndez, presidente del subcomité del Senado que aprueba la ayuda exterior, amenazó con cortar la financiación de Estados Unidos —que representa el 60% del presupuesto de la OEA— si Cuba era readmitida. Bajo la presión de Estados Unidos, la OEA reactivó provisionalmente la adhesión de Cuba, que sólo sería efectiva si aceptaba los principios democráticos de la organización. Cuba declinó la invitación.

Cuando Alan Gross, subcontratista de USAID, fue detenido en Cuba en diciembre de 2009, las autoridades estadounidenses esperaban conseguir su liberación reduciendo los agresivos programas de “promoción de la democracia” que heredaron de George W. Bush. Los diplomáticos cubanos indicaron que estaban abiertos a la idea, pero Menéndez se enteró del plan y llamó a la Casa Blanca exigiendo que se abandonara. En lugar de enfrentarse al senador, la administración capituló.

Alan Gross permaneció en una cárcel cubana otros cuatro años y medio. En todo momento, Menéndez se opuso a cualquier negociación para conseguir su libertad. Cuando Gross finalmente volvió a casa el 17 de diciembre de 2014, como parte de la histórica decisión de Obama de normalizar las relaciones con Cuba, Menéndez criticó el “canje de espías convictos por un estadounidense inocente” en un acuerdo que “reivindicó el comportamiento brutal del gobierno cubano”.

Tras los primeros enfrentamientos con Menéndez, la Casa Blanca de Obama preguntó al senador qué medidas para mejorar las relaciones con La Habana podía apoyar. La respuesta fue: ninguna. Esa rigidez resultó ser la perdición de Menéndez. Obama se había comprometido a cambiar la política hacia Cuba, y si Menéndez no estaba dispuesto a considerar ni siquiera medidas modestas, era inútil consultarle. Cuando Obama y Raúl Castro anunciaron su acuerdo para normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, un disgustado Menéndez se unió al coro de republicanos que denunciaban la nueva política como “una recompensa que un régimen totalitario no merece”.

Menéndez pasó entonces los dos años siguientes oponiéndose a cada paso hacia la normalización. Reprendió al presidente por sacar a Cuba de la lista del Departamento de Estado de Estados patrocinadores del terrorismo internacional, calificándolo de “recompensa… por décadas de represión”. Criticó todo cambio normativo que facilitara los viajes y el comercio entre Cuba y Estados Unidos. Se unió a Marco Rubio (republicano de Florida) para bloquear el nombramiento por Obama de un embajador en La Habana y los nombramientos de otros candidatos que consideraba blandos con Cuba.

Por supuesto, criticó amargamente a Obama por visitar Cuba en 2016, declarando: “Es totalmente inaceptable que el presidente de Estados Unidos recompense a un régimen dictatorial con una visita histórica cuando perduran los abusos contra los derechos humanos y se sigue rehuyendo la democracia”.

Cuando el presidente Donald Trump revirtió abruptamente la política de normalización de Obama en 2017, endureciendo las sanciones económicas, Menéndez aplaudió la medida como “un paso en la dirección correcta”, lamentando únicamente que no fuera lo suficientemente lejos.

Menéndez y Biden

Las puertas de la Casa Blanca volvieron a abrirse para Menéndez cuando Joe Biden se convirtió en presidente. Biden se apoyó en los cubanoamericanos para dar forma a su política hacia Cuba, invitando regularmente a la Casa Blanca a líderes comunitarios seleccionados para realizar consultas. Menéndez puso en la picota a cualquiera que abogara por el levantamiento del embargo, sesgando la visión que la administración tenía de la opinión de los cubanoamericanos. Biden también hablaba regularmente con Menéndez. Trabajando en la sala tras su discurso sobre el Estado de la Unión de 2023, se le oyó decir a Menéndez: “Bob, tengo que hablar contigo sobre Cuba”. Mientras tanto, los senadores y miembros de la Cámara de Representantes que apoyaban la política de compromiso de Obama esperaban durante meses una audiencia con el presidente.

Menéndez alcanzó esta cima de influencia sobre la política hacia Cuba en parte por su relación personal con el presidente, forjada durante sus años juntos en el Senado. Pero su principal fuente de influencia fue su cargo de presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, una posición desde la que podía acelerar o bloquear las prioridades y nombramientos de Biden en política exterior. “Ha utilizado la presidencia de esa comisión como lugar de intimidación y represalia, para aumentar el coste de hacer cualquier cosa que no le guste”, dijo Ben Rhodes, viceconsejero de seguridad nacional de Obama. En un Senado muy dividido, Biden necesitaba todos los votos demócratas para sacar adelante su ambiciosa agenda legislativa. La Casa Blanca de Biden decidió desde el principio que la política hacia Cuba no era lo suficientemente importante como para enemistarse con el senador Menéndez.

El resultado ha sido una política mucho más parecida a la de Trump que a la de Obama: la continuación de sanciones económicas punitivas que han contribuido a la mayor crisis migratoria de la historia de Cuba.

¿Un futuro más brillante para la política hacia Cuba?

Las inminentes jubilaciones de Biden y Menéndez, una con dignidad y otra en desgracia, pueden ser un buen augurio para las relaciones con Cuba, si la vicepresidenta Kamala Harris consigue finalmente jubilar a Donald Trump. El historial de Harris sobre Cuba es escaso pero progresista. En 2017 y 2019, copatrocinó proyectos de ley del Senado para poner fin a las restricciones a los viajes, y durante su candidatura a la presidencia en 2020, pidió el levantamiento del embargo. Una generación más joven que Biden, está menos encadenada por la mentalidad de la Guerra Fría que enmarcó su política hacia Cuba.

Como vicepresidenta, Harris ha hablado poco de Cuba, pero su trabajo para reducir las causas profundas de la migración impulsando las economías centroamericanas sin duda le ha dado una apreciación de cómo las sanciones económicas contra Cuba están estimulando a más y más personas a huir de su tierra natal.

“La mayoría de la gente no quiere irse de casa”, dijo, describiendo el supuesto central de su enfoque de la migración. “Cuando lo hacen, suele ser por una de estas dos razones: O están huyendo de un daño o quedarse en casa significa que no pueden satisfacer las necesidades básicas de sus familias”. La solución, explicó, es “ayudar a la gente a encontrar esperanza en casa”. La forma en que Estados Unidos puede ayudar a los cubanos a encontrar esperanza en casa es volver a una política de compromiso que alivie la aguda crisis humanitaria de la isla y ofrezca a los cubanos la perspectiva de un futuro mejor.

* Artículo original: “Senator Robert Menendez and the Corruption of Cuba Policy”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.


estrategia-para-venezuela-mas-sangre

Estrategia para Venezuela: ¿más sangre?

Por Juan Carlos Sosa Azpúrua

“Se organizó un circo electoral a sabiendas de que la entidad que arbitra el proceso y toda la infraestructura, están bajo el control absoluto del régimen”.

Print Friendly, PDF & Email
2 Comentarios
  1. No es el poder en Cuba el responsable de la prosperidad? En el campo en Cuba abunda el marabú y en el cerebro de los gobernantes también.

  2. William M LeoGrande tiene la misión de bombardear la perseverancia anticastrista de la política estadounidense.
    Política humanista que ha permitido a los cubanos encontrar refugio en Estados Unidos y vivir como seres humanos, algo que nos bloquea el castrismo en nuestro país.
    Mientras no aparezca evidencia esclarecedora es imposibles saber si LeoGrande lo hace por orden de oficiales cubanos o por simple devoción mórbida.
    Lo que no ha conseguido su pericia doctrinaria parece próximo a lograrlo la transparencia y la fortaleza jurídica de Estados Unidos. Si Menéndez ciertamente incurrió en delitos, deberá responder por ello, pero el afán de LeoGrande es miserable dada la gravedad de la inhumanidad castrista que él defiende.
    Eso, si se prueba que Bob Menéndez incurrió en algún delito y no que toda la trama egipcia es una jugada de la inteligencia extranjera o cubana para destruir al formidable valladar que Bob Menéndez ha sido para la labor de penetración castrista.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.