En un testimonio de la creciente crisis de violencia armada en Estados Unidos, el pasado fin de semana se produjo un nuevo y sombrío récord. En un lapso de menos de 90 minutos, el domingo por la tarde, dos llamadas distintas al 911 en Texas y Washington condujeron a la policía a dos tiroteos masivos, que supusieron los incidentes número 37 y 38 de este año en los que al menos cuatro víctimas resultaron muertas por disparos. Esta cifra supera el récord anterior, establecido en 2006.
En un escalofriante relato, la policía de Dallas informó de que un hombre de 21 años, que ya estaba bajo vigilancia por un cargo anterior de agresión con agravantes, invadió una vivienda y disparó mortalmente a un niño pequeño y a tres adultos antes de conducir a la policía en una persecución que terminó con su suicidio. Mientras tanto, en un suburbio de Vancouver (Washington), un presunto asesinato-suicidio causó la muerte de cinco miembros de una familia. Estos últimos incidentes elevan el número de víctimas mortales en 2023 a 197, excluyendo a los autores de los tiroteos, con otras 91 personas heridas que sobrevivieron a los ataques.
Este aumento de la violencia con armas de fuego forma parte de una tendencia preocupante. Los tiroteos masivos experimentaron un aumento en 2019, se redujeron durante las primeras etapas de la pandemia COVID-19, y han ido en aumento a medida que se reanuda la normalidad. Thomas Abt, experto en reducción de la violencia, enfatiza el papel de las armas de fuego cada vez más accesibles en este aumento, calificándolo de “hito trágico y vergonzoso.” James Alan Fox, experto en criminología, destaca que, aunque los asesinatos en masa son muy visibles, representan sólo una fracción de las muertes relacionadas con armas de fuego, con más de 48 000 víctimas mortales en 2022, más de la mitad de las cuales fueron suicidios.
Lo más llamativo es que la mayoría de estos asesinatos no se producen en espacios públicos, sino en domicilios privados. De los 38 asesinatos en masa ocurridos este año, al menos 26 tuvieron lugar en hogares, siendo a menudo sus víctimas miembros de la familia. Cabe destacar que el incidente más mortífero de este año se produjo en un espacio público en Lewiston, Maine, donde un reservista del ejército con problemas psiquiátricos mató a 18 personas en una bolera y un bar.
Aunque los tiroteos públicos, como el ocurrido en una escuela primaria de Nashville, acaparan titulares, muchos agresores suelen atacar a personas conocidas, actuando desesperados o con poca consideración por sus propias vidas o su futuro.
Las estadísticas de este año, según el criminólogo Adam Lankford, son especialmente alarmantes, dada la mayor concienciación sobre las señales de advertencia de los tiroteos masivos y las estrategias de prevención.
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