Persecución a gran escala tras la trágica noche de violencia en Maine

El sur de Maine vivió una ola de terror sin precedentes cuando las autoridades lanzaron el jueves una masiva persecución de un individuo armado responsable del tiroteo más mortífero de 2023. El acusado, un reservista del Ejército llamado Robert Card, presuntamente abrió fuego en dos populares lugares de recreo, provocando la muerte de 18 personas.

La espeluznante secuencia comenzó poco antes de las siete de la tarde del miércoles en Just-in-Time Recreation, una bolera de Lewiston, donde siete personas perdieron la vida. Momentos después, se produjo un segundo tiroteo en Schemengees Bar and Grille, situado a unos seis kilómetros de la bolera. Ocho víctimas perecieron en el lugar de los hechos, mientras que otras tres sucumbieron a sus heridas en hospitales locales.

Este trágico suceso se sitúa cerca del primer puesto de una desafortunada lista, en la que sólo otros nueve tiroteos masivos se han cobrado más vidas desde la década de 1960. Fuentes cercanas a la investigación, que hablaron bajo anonimato, creen que Card compró legalmente el rifle de gran calibre que se cree que utilizó en los asesinatos.

A principios de este año, Card fue sometido a dos semanas de tratamiento psiquiátrico hospitalario tras las amenazas proferidas contra su unidad de reserva. Este nuevo detalle centra la atención en el actual panorama legislativo de Maine, que no posee una ley de “bandera roja”, que impida potencialmente que las armas de fuego lleguen a quienes se consideran amenazas.

Lewiston, una ciudad de aproximadamente 40 000 habitantes, está ahora consumida por una mezcla de dolor y miedo. La gobernadora Janet Mills (D) expresó el sentimiento del estado diciendo: “Esta ciudad no se merecía este terrible asalto a sus ciudadanos. Ninguna ciudad lo merece”.

Con Card aún en libertad, el coronel William Ross, de la Policía Estatal de Maine, confirmó la imposición de ocho cargos de asesinato contra el sospechoso, en consonancia con el recuento de cadáveres en ese momento. Prevé que los cargos aumenten en función del número de muertos.

Las familias de las víctimas han relatado historias desgarradoras sobre los horrores de la fatídica noche. Michael Deslauriers II y Jason Walker son aclamados como héroes que intentaron enfrentarse al tirador, pero que perdieron trágicamente la vida en el intento.

En un estado con poco más de 1,3 millones de habitantes, la tragedia del miércoles por la noche tuvo una amplia repercusión. Se aconsejó a los residentes que se refugiaran en sus casas mientras sonaban las sirenas de la policía y sobrevolaban los helicópteros, un marcado contraste con la vida habitualmente tranquila de Maine. Ante la amenaza, numerosas instituciones educativas y empresas, incluida la emblemática L.L. Bean, suspendieron sus actividades.

El alcalde de Lewiston, Carl Sheline, manifestó la incredulidad compartida por muchos, expresando la conmoción de que Lewiston se uniera a una lista de ciudades estadounidenses traumatizadas por tiroteos masivos.

Este incidente y otro tiroteo masivo a principios de abril han magnificado la atención sobre las leyes de armas relativamente permisivas de Maine. Aunque los demócratas, que ostentan la mayoría en ambas cámaras legislativas, presionaron el año pasado en favor de una normativa más estricta, sus esfuerzos fueron en vano.

El presidente Biden aprovechó la ocasión para instar al Congreso a implantar controles universales de antecedentes, prohibir las armas de asalto y restringir los cargadores de gran capacidad. Figuras destacadas como el escritor Stephen King, natural de Maine, hicieron hincapié en la urgencia del cambio.




El representante estatal Grayson Lookner reflexionó sobre la tragedia, con la esperanza de que ésta sea el catalizador del tan esperado cambio en el planteamiento de Maine sobre la seguridad de las armas.










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