Cuando Zohran Mamdani se dirigió el mes pasado a una multitud de 3.000 seguidores eufóricos en el teatro United Palace de Manhattan, insistió en que había “algo especial” en la sala.
“Es el poder de cientos de miles de neoyorquinos unidos, listos para inaugurar un nuevo día”, dijo. “Es el poder de un movimiento que ha ganado la batalla por el alma del Partido Demócrata”.
Era una de las habituales florituras retóricas de un candidato a la alcaldía que ha captado la imaginación de millones de neoyorquinos y ha revitalizado a una izquierda estadounidense golpeada por la presidencia sin concesiones de Donald Trump.
Si las encuestas aciertan, Mamdani está a punto de lograr una victoria histórica en las elecciones del martes en Nueva York, convirtiéndose en el primer alcalde musulmán de la capital financiera y ciudad más poblada de Estados Unidos. Para un asambleísta estatal de 34 años al que la mayoría de los habitantes de los cinco distritos desconocían hace apenas seis meses, sería un logro sorprendente.
Socialista de ascendencia india y nacido en Uganda, Mamdani ha basado su campaña en hacer de Nueva York una ciudad más asequible para quienes viven y trabajan en ella, con promesas de congelar los alquileres, ofrecer transporte gratuito y establecer una red universal de guarderías sin coste.
Pero para los más de 50.000 voluntarios que se han sumado a su causa, su candidatura significa mucho más. Para ellos, Mamdani es un faro de esperanza en un momento cada vez más sombrío para la política progresista en Estados Unidos.
“Es un antídoto contra toda la oscuridad y la desesperanza que siente la gente ahora mismo”, dice Sarah Balistreri, una asistente al mitin de octubre. “Te hace sentir que, al menos aquí, en Nueva York, podemos recuperar algo de control sobre nuestras vidas”.
Los demócratas podrían usar un poco de optimismo en este momento. El partido sigue luchando por recuperar el equilibrio tras su derrota ante Trump y los republicanos el pasado noviembre. Las encuestas nacionales sugieren que todavía se le percibe como alejado del votante común, y que incluso algunos demócratas registrados lo consideran débil e ineficaz.
Pero el ascenso meteórico de Mamdani ha agudizado un debate ya intenso dentro del partido sobre qué rumbo debe seguir para recuperar relevancia. Algunos creen que debe abrazar la política progresista y populista que encarnan Bernie Sanders, el veterano senador izquierdista por Vermont, y la congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez. Al igual que Mamdani, ambos son miembros de los Democratic Socialists of America, un movimiento político comprometido con poner fin al capitalismo.
Otros piensan que los demócratas deben aferrarse al terreno centrista donde tantas veces se han decidido las elecciones en Estados Unidos.
Mamdani, que afirma competir tanto contra un sistema demócrata roto como contra los republicanos, ocupa un lugar clave en esa discusión. No hay duda de que la admiración que despierta en el bastión liberal de Nueva York, especialmente entre los votantes jóvenes, ha dado un nuevo impulso al partido.
Sin embargo, en el panorama político estadounidense más amplio, es una figura más controvertida. Sus críticos temen que la política de Mamdani —a quien Trump ha calificado de “lunático comunista al 100%”— sea un anatema para los votantes moderados o conservadores, cruciales para las aspiraciones demócratas en las legislativas del próximo año. Muchos dentro del partido consideran que la votación de 2026 será una oportunidad decisiva para frenar, o al menos ralentizar, el avance de Trump.
El resultado es una división entre quienes creen que Mamdani puede ser un modelo para los demócratas y quienes lo ven como una carga para el partido.
Para Andrew Cuomo, exgobernador demócrata de Nueva York durante tres mandatos y ahora candidato independiente, el veredicto es claro: Mamdani es un lastre.
En una entrevista con Bloomberg TV en septiembre, dijo que el asambleísta era “sintomático de la guerra civil que sacude al centroizquierda, donde la extrema izquierda tira del Partido Demócrata y los moderados tienen miedo”.
Es un argumento que podría convencer a los numerosos votantes indecisos que temen que Mamdani sea demasiado izquierdista, inexperto o crítico con Israel para ocupar la alcaldía. Una encuesta mostró que su ventaja sobre Cuomo se reducía en vísperas de las elecciones, aunque sigue siendo el claro favorito.
Mamdani encabeza una marcha a través del puente de Brooklyn junto a Brad Lander, interventor de cuentas de Nueva York (izquierda), y la fiscal general del Estado, Letitia James (segunda por la izquierda).
Jake Dilemani, estratega político neoyorquino, afirma que, pese a la popularidad de Mamdani en Nueva York, podría representar una “vulnerabilidad” para los demócratas en otras partes del país, ya sea en las elecciones municipales, legislativas estatales o al Congreso.
“Con razón o sin ella, los republicanos lo van a convertir en su nuevo hombre del saco”, dice. “Van a envolver a Mamdani en torno a cualquiera de los candidatos contra los que compitan”.
Ya algunos sectores de la derecha celebran la situación. Mike Lawler, congresista republicano que representa un distrito al norte de la ciudad de Nueva York, describe a Mamdani como un “radical, socialista declarado” que pretende “aumentar los impuestos en 9.000 millones de dólares”, un plan que, según él, “provocaría un éxodo masivo de Nueva York, tanto de empresas como de personas”.
Eso lo convierte en un útil instrumento en la lucha política entre izquierda y derecha. “Mamdani será la cara del Partido Demócrata”, asegura el congresista. “Y eso va a ser un verdadero problema para ellos de cara a las elecciones legislativas del próximo año”.
Durante meses, los republicanos han venido destacando las declaraciones más incendiarias de Mamdani, la mayoría de ellas anteriores a su campaña.
Está, por ejemplo, el tuit que publicó durante las protestas por el asesinato de George Floyd, en junio de 2020, en el que acusaba al Departamento de Policía de Nueva York de ser “racista, anti-queer y una grave amenaza para la seguridad pública”.
También han subrayado su ferviente defensa de los derechos palestinos. Mamdani ha prometido, si resulta elegido, arrestar al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu si visita Nueva York. Además, se ha negado a condenar la expresión “globalizar la intifada” y ha acusado a Israel de cometer genocidio en Gaza, financiado con “nuestros impuestos”.
Incluso algunos demócratas se han mostrado consternados por su retórica. Laura Gillen, congresista que representa un distrito disputado al este de Nueva York, declaró este verano que era “demasiado extremista” para dirigir la ciudad y lo acusó de hacer “comentarios antisemitas inaceptables”.
El exgobernador de Nueva York Andrew Cuomo (izquierda) y el republicano Curtis Sliwa (derecha) atacaron a Mamdani por su falta de experiencia durante un debate electoral el mes pasado.
Algunos creen que las críticas a Mamdani, sobre todo las de los republicanos, son exageradas. Patrick Gaspard, exdirector de Asuntos Políticos de la Casa Blanca durante la presidencia de Barack Obama y asesor del político de 34 años desde el pasado otoño, sostiene que los republicanos siempre han visto al Partido Demócrata como una fuerza extrema. Incluso figuras del propio establishment, como Joe Biden o la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, han sido retratadas en la propaganda republicana como comunistas, recuerda.
“La acusación de que somos demasiado progresistas, demasiado de izquierdas o demasiado alejados de la política dominante en Estados Unidos es, literalmente, la historia que los republicanos llevan contando sobre los demócratas desde la era de Ronald Reagan”, afirma. “Tenemos que dejar de temer a nuestra propia sombra”.
Entre los liberales también hay quienes creen que la lección de la candidatura de Mamdani no tiene tanto que ver con si sus políticas van demasiado lejos, sino con el tipo de político que representa. Incluso sus rivales reconocen su dominio de las redes sociales y su habilidad —casi al estilo Trump— para captar la atención de los votantes en un panorama mediático fragmentado.
“Lo que realmente enseña Mamdani a los demócratas es: buscad un candidato carismático”, dice Larry Sabato, fundador y director del Center for Politics de la Universidad de Virginia. “Alguien que le caiga bien a la gente”.
También ayuda que sea joven. Mamdani se adentró en la política hace diez años y fue elegido por primera vez para la Asamblea estatal de Nueva York en 2020. Eso lo distingue de la vieja guardia demócrata —figuras como el líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer, de 74 años.
“Es un alivio apoyar a un político demasiado joven como para haber sido amigo de Jeffrey Epstein”, ironiza Gianmarco Soresi, el cómico que presentó el mitin de octubre en el norte de Manhattan.
Mamdani también se ha esforzado por proyectarse como un buen oyente, atento a los problemas cotidianos de los votantes de base. Poco después de la derrota de Kamala Harris frente a Trump, entrevistó a neoyorquinos negros, musulmanes y latinos para entender por qué en sus barrios habían votado republicano. Muchos citaron el elevado precio de los alimentos y la energía, así como el aumento descontrolado de los alquileres.
“Él aprendía de ellos y canalizaba sus preocupaciones”, explica Gaspard. “Y nosotros tenemos que aprender de eso”.
De esas conversaciones nació una campaña centrada en los asuntos más urgentes para el ciudadano común, con propuestas progresistas que, según sus adversarios, serán imposibles de financiar sin fuertes subidas de impuestos.
Sin embargo, algunos observadores advierten que sería un error extrapolar el caso de Nueva York al conjunto del país.
“No es una imagen representativa de Estados Unidos”, afirma David Greenfield, director del Metropolitan Council on Jewish Poverty y exconcejal demócrata de Nueva York. “La mayor parte del país es de color púrpura, pero la ciudad de Nueva York es la más azul del Estado más azul”.
Las circunstancias de estas elecciones, además, son extraordinarias, y han hecho que los neoyorquinos se muestren mucho más receptivos hacia un candidato emergente y casi desconocido que en otras contiendas.
Hasta hace poco, Mamdani competía contra dos demócratas del establishment gravemente dañados por escándalos.
Eric Adams, el alcalde saliente, se convirtió en una figura detestada tras pactar con Trump su colaboración en la ofensiva contra la inmigración ilegal a cambio de que se retiraran los cargos federales de corrupción en su contra. Bajo sospecha, se retiró de las primarias demócratas en abril y abandonó definitivamente la carrera electoral en septiembre.
Por su parte, Andrew Cuomo, que dimitió como gobernador de Nueva York en 2021 tras múltiples acusaciones de acoso sexual, se enfrentó a Mamdani en las primarias, fue derrotado con contundencia y ahora se presenta como independiente.
“Las dinámicas de esta contienda son muy particulares y difícilmente se repetirán en otro lugar”, señala Dilemani, el estratega político. “Yo sería prudente antes de sacar demasiadas conclusiones”.
Desde las primarias, Mamdani ha trabajado con intensidad para ampliar su base y demostrar a los neoyorquinos que no es un extremista, cortejando con esmero a sectores inicialmente hostiles a su candidatura, como las grandes empresas y Wall Street.
En un principio alarmó a las élites económicas con su promesa de aumentar los impuestos a los residentes y negocios más ricos de la ciudad, proponiendo un gravamen del 2% sobre los ingresos superiores al millón de dólares —que generaría 4.000 millones en ingresos fiscales— y un incremento del impuesto de sociedades hasta el 11,5%, el mismo nivel que en el vecino estado de Nueva Jersey, lo que aportaría unos 5.000 millones anuales.
Pero desde las primarias “su mensaje se ha vuelto mucho más matizado”, señala Kathryn Wylde, presidenta de Partnership for New York City, un grupo que representa a algunas de las mayores empresas del sector privado.
Wylde desempeñó un papel clave en el acercamiento de Mamdani al mundo empresarial. En julio organizó dos encuentros de presentación con 400 directores ejecutivos y líderes empresariales, “un grupo en su mayoría educado pero muy escéptico”.
“Salieron extraordinariamente bien”, asegura. “Los convenció de que su objetivo no era socializar las empresas ni desfinanciar a la policía”. Al final, todos coincidieron con Mamdani en algo: “que la ciudad se ha vuelto demasiado cara para atraer talento e inversión empresarial”, y que era urgente hacer algo al respecto.
Neoyorquinos en un colegio comunitario de Manhattan el último día de votación anticipada, el domingo. La elección tiene implicaciones para los demócratas más allá de la ciudad.
Mamdani también impresionó a sus interlocutores al descartar cualquier “prueba ideológica” para formar parte de su administración y subrayar que no está comprometido de manera dogmática con subir los impuestos: podrían sustituirse por recortes de gasto en otras áreas o por el uso de tecnología que hiciera más eficiente el funcionamiento del gobierno.
“Les dijo que sabe lo que quiere lograr, pero que está completamente abierto a cómo hacerlo”, explica Wylde.
Sin embargo, muchos en Wall Street siguen siendo escépticos. En julio, Jamie Dimon, consejero delegado de JPMorgan Chase, calificó las propuestas de Mamdani de “papilla ideológica”. Financieros como Daniel Loeb, fundador de Third Point, el multimillonario Ronald Lauder y Joe Gebbia, cofundador de Airbnb, han donado cientos de miles de dólares a los comités de acción política que se oponen a su candidatura.
Mamdani también ha tenido un éxito desigual en sus esfuerzos por ganarse a la comunidad judía. Ha afirmado que el antisemitismo “no tiene cabida” en la ciudad y ha asegurado que desaconsejará el uso del lema “globalizar la intifada”. Pero el mes pasado más de 850 rabinos y cantores de todo Estados Unidos firmaron una carta abierta en la que se oponían a su candidatura, afirmando que su retórica sobre Israel “fomentaría y agravaría la hostilidad hacia el judaísmo y los judíos”.
El cuerpo policial de Nueva York, con casi 50.000 agentes, también ha sido objeto de una ofensiva de seducción. Durante el verano, Mamdani se reunió a puerta cerrada con un amplio grupo de policías de base, ante quienes pidió disculpas por el tuit de junio de 2020.
También ha declarado que, si gana, pedirá a Jessica Tisch que siga como comisaria de policía de Nueva York. Tisch, heredera multimillonaria nombrada por Eric Adams, ha sido una figura controvertida para algunos sectores de la izquierda radical, pese a su reputación general de eficacia y profesionalidad.
Al mantenerla en el cargo, Mamdani quiso dejar claro que “busca a los mejores y más brillantes”, dice Wylde. “Perspectivas diversas. Es el concepto de Team of Rivals”.
Su falta de experiencia en el gobierno sigue siendo una vulnerabilidad. En el segundo debate televisado, el 22 de octubre, el candidato republicano Curtis Sliwa le dijo que su “currículum cabría en una servilleta de cóctel”. Cuomo añadió que “nunca ha tenido un trabajo” y que le resultaría difícil dirigir una ciudad con 300.000 empleados y un presupuesto de 115.000 millones de dólares. También advirtió que no estaría a la altura de Trump, quien “lo considera un crío”.
Mamdani cruza una calle en Manhattan. El candidato demócrata ha estado cortejando a sectores que inicialmente le eran hostiles, como las grandes empresas y Wall Street.
Mamdani ha restado importancia a esas críticas. “Lo que me falta de experiencia lo compenso con integridad”, dijo en uno de los debates. Y, dirigiéndose a Cuomo, añadió: “Y lo que a ti te falta de integridad, jamás podrías compensarlo con experiencia”.
Mamdani sigue siendo un candidato difícil de aceptar para muchos moderados. Pero nadie duda de su capacidad para conectar con los grupos con los que los demócratas han perdido contacto: los jóvenes, los trabajadores y las minorías étnicas, que serán decisivos para las aspiraciones del partido de recuperar la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de 2026.
Su entusiasmo quedó plenamente demostrado en el mitin celebrado el mes pasado en Washington Heights, en un célebre teatro de variedades y cine construido en 1930 que se llenó por completo de voluntarios y simpatizantes.
“El cambio fundamental solo surge del valor de darle la espalda a las viejas fórmulas, del valor de inventar el futuro”, proclamó Mamdani. “Y eso, exactamente eso, es lo que hemos hecho juntos”.
Entre los asistentes estaba Ergene Kim, una recién graduada en arte. “Desde las elecciones del año pasado ha habido mucho cinismo y pesimismo”, dijo. “Muchos de mis amigos quieren irse del país”. Mamdani, “símbolo de cambio y optimismo”, estaba logrando revertir ese ánimo.
“Sería una enorme victoria simbólica para la izquierda de este país si gana”, añadió. “Demostrará que seguimos luchando. Demostrará que seguimos aquí”.
* Artículo original: “The meaning of Zohran Mamdani”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.















