Después de 7 años de guerra, las 13 colonias estaban empobrecidas y el ejército de Washington se desmoronaba, sus soldados mal vestidos y alimentados, ni siquiera recibían sus salarios. El milagro vino del lugar cercano que ya había ayudado antes y a sus protagonistas Las Damas de Cuba.
La bancarrota del ejército de Jorge
El estado de las finanzas de las 13 colonias era desastroso. Las tropas mal vestidas y alimentadas vivían en permanente descontento. Aunque algunas tropas llevaban así años. La mayoría de los alistados no renovaban su servicio cuando éste terminaba. Los pagos se retrasaban tanto que la mayoría no recibía la paga debida.
Motines en el ejército
No hacía mucho se había producido un motín de cientos de patriotas contra el ejército y el congreso continental. George Washington lo resolvió arrestando a sus líderes y a una parte de los rebeldes. Estos fueron obligados a fusilar a sus líderes. Algo que multiplicó el descontento entre las tropas y aumentó el número de rebeldes, aunque éstos callaban por miedo. Las últimas palabras de uno de los líderes de la rebelión, en el momento de ser fusilado por sus propios partidarios, para salvar su propia vida, resonaron entre los soldados de Washington.
La sublevación fue controlada, pero sólo temporalmente. Las malas condiciones de los campamentos y el atraso permanente en el pago de las nóminas eran crónicos.
Unos 10 años después de George Washington como presidente, tuvo que enfrentarse a otro gran motín, pero éste protagonizado por muchos de sus principales y más altos funcionarios, hartos de los enormes retrasos en el pago de las nóminas.
Esto dificultaba enormemente la renovación e incorporación de nuevos soldados al ejército. Aunque siguió habiendo renovaciones e incorporaciones, la moral del ejército era pésima. La mayoría de los soldados carecían de calzado y ropa adecuados. Aunque España envió a George Washington 30.000 uniformes completos para equipar a sus hombres, a los siete años de guerra la mayoría estaban ya en mal estado o habían desaparecido.
En cuanto a la alimentación, ocurrió algo equivalente. Los alimentos en mal estado e incompletos en su dieta hicieron estragos. En los años anteriores a 1780, el español Juan de Miralles consiguió traer de Cuba cargamentos de frutas como el limón o la lima, camufladas entre sus mercancías, para evitar durante un tiempo el escorbuto. Las estimaciones realizadas consideran que murieron 8 veces más que luchando contra los ingleses. Quizás el punto culminante fue el infierno de Valley Forge, con el invierno más crudo de la época. Pero las malas condiciones de las tropas continuaron.
Un nuevo motín del ejército, podía producirse en cualquier momento, ya que las condiciones de las tropas eran terribles. Incluso 2 años más tarde, en el año 1783, en Newburg, un importante grupo de oficiales del ejército liderados por Horatio Gate quisieron ir a Filadelfia, para cobrar por la fuerza el año de salario que se les debía.
Esta situación contrastaba con las excelentes condiciones de alimentación de las tropas españolas que expulsaron a los británicos del Golfo de México así como de las Islas Bahamas y se preparaban desde Santo Domingo para el asalto final al poder británico en el Caribe, la Isla de Jamaica.
El general Bernardo de Gálvez organizó el primer traslado masivo de ganado en Norteamérica. Más de 10.000 cabezas de ganado fueron trasladadas por vaqueros, desde los ranchos hispanos de Texas hasta Nueva Orleans para alimentar al ejército de españoles, mexicanos, cubanos, estadounidenses, franceses, venezolanos, etc.
Sin embargo, el ejército de George Washington no contaba con un fuerte suministro constante y los recursos económicos eran escasos.
El ejército de Washington se desmorona
Julio de 1780. Cuando llegó el francés Rochambeau, vio un ejército continental dirigido por Washington en condiciones difíciles y con poca eficacia militar por todo lo anterior. Una población debilitada y un ejército con muchas bajas, que además acababa de sufrir una epidemia de viruela.
Abril de 1781. El propio Washington escribió, temeroso de perder la oportunidad:
“Estamos al final de nuestras ataduras, y … ahora o nunca debe llegar nuestra liberación”.
Estábamos ante un general desanimado y angustiado. El bloqueo británico durante 7 años había destruido la economía. Los suministros de todo tipo escaseaban. Sólo la ayuda española que llegaba desde Nueva Orleans y por medio de barcos que navegaban por el río Mississippi, podía paliar la falta de armas, pólvora y otros pertrechos militares. La moral de las tropas muy baja. Y el congreso continental no tenía dinero para pagar a las tropas.
Mayo de 1781. Para remediar la falta de dinero, el Congreso Continental se dedica a imprimir papel moneda. El resultado es la hiperinflación. El papel moneda perdió todo su valor, publicándose tipos de cambio de hasta 500 a 1. La burla y el enfado por el ridículo valor del papel moneda fue colosal. La procesión de Filadelfia pasaría a la historia al frente de la cual pusieron a un perro embadurnado de alquitrán y pegado a su piel, el dinero en papel, sin ningún valor monetario real. Le seguían ciudadanos adornados con billetes, especialmente en sus sombreros.
Esta inflación y la desconfianza en la gestión económica del Congreso Continental tendrían repercusiones en el futuro. Se tardaría mucho tiempo en recuperar la confianza en el dinero estadounidense. Los gobiernos posteriores tuvieron que respaldar su moneda pap el en el dólar español. El papel moneda podía cambiarse por moneda de plata española. Durante 70 años el dólar español fue la garantía y el respaldo de la moneda estadounidense, hasta 1857. A partir de ese año, la moneda oficial y única fue el dólar estadounidense. Como recuerdo de aquella época, el signo español permanecería en la moneda del país.
Washington, junto con Rochambeau, organizó la encerrona en Yorktown. Pero la falta de fondos era angustiosa. No tenía dinero para pagar a su ejército.
Temía lo peor, un motín mayor que el anterior, podría hacer que su ejército se desmoronase.En un intento desesperado escribió una carta a Robert Morris, encargado de las finanzas:
“Debo rogarle, si es posible, que obtenga un mes de paga en efectivo para el destacamento bajo mi mando. Una parte de la tropa no recibe nada desde hace mucho tiempo y en varias ocasiones ha dado muestras de gran descontento”.
El dinero de Rochambeau se acaba
Verano de 1781, el ejército francés se queda sin dinero. Las reservas se agotan y el dinero que tenía que llegar, no llegó. Sin ese dinero, no podía quedarse en Yorktown.
Junio de 1781. Viendo que no será posible conseguir recursos financieros de ningún tipo, pide ayuda. Envía una carta al almirante francés Conde De Grasse:
“Le informo que después del 20 de agosto no podré mantener a mi ejército”.
Desde el Ejército Continental comenta:
“No debe ocultarle, Sr. Almirante, que este pueblo está al límite de sus recursos ni que Washington no tendrá a su disposición ni la mitad de las tropas que esperaba tener. Aunque se muestra reservado al respecto, creo que actualmente no dispone de más de 6.000 hombres en total. “
El conde de Grasse intentó recaudar dinero, pero fracasó. Fue a la actual Haití, para recaudar fondos, pero no tuvo éxito. Aunque ofreció tipos de interés de hasta el 25% por los préstamos concedidos, no obtuvo respuesta. Los ciudadanos desconfiaban de las arcas del rey de Francia, que ya suponían vacías.
Agosto de 1781. En el periódico español Saavedra de Sangroniz se mencionan los intentos del almirante Grasse por conseguir dinero. Desesperado, solicitó ayuda a La Habana. De la isla de Cuba había recibido anteriormente suministros y reparaciones y mantenimiento de sus barcos. Solicita a las autoridades españolas un préstamo de 500.000 pesos.
España se dispone a ayudar
Junio de 1781 (Isla de Cuba). El alcalde de La Habana, Juan Ignacio de Urriza, comunica a Bernardo de Gálvez, comandante en jefe de los ejércitos español y francés:
“Siguiendo la Real Orden del 17 de marzo, se había preparado con antelación la entrega de un millón de pesos a los comandantes franceses”.
También informó de que había recibido noticias de Veracruz de que buques de guerra traerían pronto dinero del Virreinato de Nueva España.
La Habana, en la isla de Cuba, no sólo era la puerta de entrada al Caribe, sino la principal ciudad de la zona. Un punto estratégico donde se reunían las flotas españolas de llegada y salida de América. Una ciudad de gran prosperidad, que nada tenía que envidiar a las más importantes capitales europeas. En cuanto a tamaño, su población era 5 veces superior a la de la ciudad de Nueva York. Poseía, comercio, industria, astilleros navales, se armaban barcos, etc. Aquí se construyeron algunos de los buques de guerra de la época, como el Santísima Trinidad, el mayor buque de guerra de la época, un navío de línea con 4 puentes y hasta 140 cañones. Además de ser un centro con una rica vida cultural con sus teatros, etc.
6 de agosto, 1781. Los envíos de dinero desde México no llegaron. Los fondos enviados por los españoles desde la Isla Española (Santo Domingo) y Puerto Rico aportaron 100.000 pesos, pero fue insuficiente. Había un problema de falta temporal de liquidez en La Habana, pero también un problema burocrático. Sin una autorización especial, no se podía aportar una cantidad tan enorme a una potencia extranjera, aunque fuera un aliado como Francia.
El astuto Saavedra resolvió ambos problemas a la vez. Solicitó ayuda a los cubanos, ya que el tiempo se agotaba.
16 de agosto de 1781. Anota en su diario:
“Se promulgó el pregón entre los ciudadanos, y se proclamó que todo el que quisiese contribuir con su dinero a socorrer a la flota francesa, lo enviase inmediatamente a la Tesorería”.
Pero Francisco de Saavedra de Sangronis, buscó la solución para evitar conflictos diplomáticos e implicar directamente a España en la colecta. Evitó que la colecta la hicieran directamente los ciudadanos españoles. Y la planteó como una ayuda popular.
“Dos oficiales franceses fueron a recoger los fondos, y en seis horas se recaudó la cantidad requerida”.
Los franceses vieron con asombro cómo muchas damas se acercaban y se quitaban sus joyas para entregarlas a la causa de los patriotas de las 13 colonias.
Toda esa enorme cantidad de dinero se embarcó en una fragata, que fue escoltada por un buque de guerra de 80 cañones.
Gracias a ello la flota francesa, los refuerzos y el dinero para el ejército de Washington y el francés Rochambeau partieron hacia Chesapeake.
El resultado de la batalla y de la guerra estaría totalmente condicionado por esta ayuda. Los patriotas franceses y americanos pronto tendrían nuevas energías gracias a esta ayuda económica.
5 de septiembre de 1781. El rey Carlos III emitió un oficio. indicando la gran satisfacción del rey por la ayuda que los españoles de La Habana concedieron “en el más breve plazo” al almirante de Grasse y a la flota francesa.
En palabras de Rochambeau, vio a Washington:
“… agitando su sombrero hacia mí con gestos que demostraban la mayor alegría. Cuando me acerqué a él, me explicó que acababa de recibir un despacho … informándole de que De Grasse había llegado”.
Informó que La Habana tenía que ir a por los 1,2 millones de libras que traía y que transportaba los 3.200 refuerzos que Rochambeau había solicitado.
La llegada del dinero se vivió muy intensamente.
“La alegría fue enorme cuando recibimos el dinero de La Habana”, (General francés Rochambeau).
El general inglés Henry Clinton comprendió perfectamente cómo esta nueva inyección de fondos podía rejuvenecer a los exhaustos rebeldes y cambiar el curso de la batalla. Clinton escribió en sus memorias, cómo el dinero recaudado en tan poco tiempo en La Habana, había supuesto un gran cambio en la preparación de la batalla.
La batalla de Yorktown pudo comenzar el 26 de septiembre y terminó el 19 de octubre gracias a que tanto Washingon como Rochambeau consiguieron lo que necesitaban.
El triunfo del dinero de las Damas
Las Damas de La Habana consiguieron 1 millón de pesos, que enviaron al general Washington a través de los franceses y cambiaron la historia al financiar la batalla.
Esta recaudación de las Damas de La Habana fue fundamental para cambiar la Historia. Sin ese dinero. suministros y reparaciones que se hicieron en sus astilleros, es muy probable que la historia cambiara. Esta enorme cantidad de dinero fue embarcada en una fragata francesa y escoltada por un navío de línea francés que se dirigió a Yorktown.
El peso era tan grande que tuvieron que reforzar la estructura de la casa de Yorktown donde lo guardaban, ya que temían que el primer piso del edificio se derrumbara, debido al enorme peso del dinero.
Ni la escuadra francesa habría partido hacia Chesapeake, ni las tropas francesas de Rochembeau habrían recibido sus salarios, ni el ejército de George Washington habría contado con tantos soldados.
La nota de las damas
Toda esta enorme cantidad de dinero que salió de Cuba iba acompañada de una simple nota que decía:
“Enviamos este dinero para que los hijos de madres norteamericanas no nazcan esclavos”.
Financiación de la batalla de Yorktown
El oro y la plata de La Habana permitieron a las tropas americanas atrapar a Lord Cornwallis y a su ejército, que aquí aparecen rindiéndose en Yorktown tras 21 días de asedio.
Cuba y la Independencia de los Estados Unidos
La historia de la participación cubana en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos es una crónica de solidaridad transnacional.