En una época marcada por las tensiones geopolíticas y los cambios económicos, el dominio del dólar estadounidense como primera divisa mundial vuelve a estar en tela de juicio. En un sugerente artículo para Global Policy, Robert H. Wade, profesor de la London School of Economics, profundiza en la compleja dinámica que rodea la hegemonía del dólar estadounidense y los nuevos retos a los que se enfrenta.
El uso del dólar como herramienta para imponer sanciones económicas, en particular contra naciones como Irán, Cuba, Venezuela, Afganistán, Corea del Norte, China y, más recientemente, Rusia, tras su invasión de Ucrania en febrero de 2022, ha suscitado debates sobre la sostenibilidad de su hegemonía. La congelación de los 300.000 millones de dólares en reservas líquidas de divisas de Rusia ha intensificado los debates, y algunos abogan por la apropiación de estas reservas para ayudar a la reconstrucción posbélica de Ucrania.
Este “armamentismo” financiero ha hecho tambalearse la confianza en el dólar, impulsando a los países, especialmente a los del bloque BRICS, a buscar alternativas para escapar a su dominio. Personalidades como el presidente ruso Putin y la expresidenta brasileña Dilma Rousseff han expresado públicamentesu preocupación y su intención de reducir la dependencia del dólar. Incluso la Unión Europea, a través de sus ministros de Asuntos Exteriores, ha mostrado interés en desarrollar un sistema de pagos independiente para eludir el dólar y la red SWIFT.
A pesar de estas crecientes tensiones y de la búsqueda de alternativas, Wade sostiene que las predicciones sobre el declive del dólar pueden ser prematuras. Las predicciones históricas, incluidas las influidas por el Dilema de Triffin y de las que se hicieron eco figuras como Charles Kindleberger y Nicolas Sarkozy, no se han cumplido. El dominio cuantitativo del dólar en las transacciones internacionales y su papel en las reservas mundiales de divisas, aunque ligeramente disminuidos, siguen siendo sustanciales.
La capacidad de resistencia del dólar se atribuye a sus ventajas en el poder, como un mercado financiero sólido, la protección de los derechos de propiedad y una gestión macroeconómica eficaz. Estos factores no sólo apuntalan el dominio del dólar, sino que también respaldan la capacidad de Estados Unidos para financiar sus actividades militares y mantener su influencia económica a escala mundial.
Sin embargo, los esfuerzos por desdolarizar están cobrando impulso, con acuerdos comerciales bilaterales en monedas nacionales y debates en el seno de las naciones BRICS sobre el desarrollo de una moneda común. Sin embargo, la viabilidad y el impacto de estas iniciativas siguen siendo inciertos, dadas las limitaciones inherentes y las complejidades de las finanzas internacionales.
Wade sugiere que, aunque la hegemonía del dólar no es inexpugnable, la búsqueda de alternativas viables será una empresa a largo plazo. La internacionalización del renminbi chino (RMB) se cita a menudo como un posible rival, pero su camino para convertirse en una moneda internacional significativa está plagado de obstáculos políticos y económicos.
De momento, aunque el dominio del dólar estadounidense se enfrenta a retos sin precedentes, es poco probable que su posición como primera moneda mundial cambie en un futuro próximo. Las complejidades de las finanzas mundiales, combinadas con las arraigadas ventajas del dólar, sugieren que cualquier cambio hacia un nuevo sistema monetario internacional será gradual y complejo.
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