En una amplia campaña contra la disidencia, el gobierno ruso ha intensificado sus esfuerzos para reprimir la libertad de expresión, atacando a periodistas con acusaciones que van desde el extremismo hasta el descrédito del ejército. Esta agresiva ofensiva para silenciar a los críticos refleja la estrategia más amplia del Kremlin para suprimir las voces de la oposición en medio de sus actuales operaciones militares en Ucrania.
En la última semana, las autoridades rusas han intensificado sus acciones contra la prensa, poniendo a dos periodistas en prisión preventiva y a otro bajo arresto domiciliario. Estos periodistas estaban especialmente relacionados con organizaciones dirigidas por el fallecido crítico del Kremlin Alexei Navalny y tenían afiliaciones con varios medios de comunicación internacionales, entre ellos Reuters y la emisora alemana Deutsche Welle.
Las detenciones parecen ser un movimiento estratégico para eliminar los restos de la influencia de Navalny, quien falleció en febrero en un campo de prisioneros del Ártico mientras cumplía una condena de 30 años. La capacidad de Navalny para movilizar protestas masivas había supuesto un importante desafío para el prolongado gobierno del presidente Vladimir Putin. Según los servicios de inteligencia de Estados Unidos, aunque es posible que Putin no ordenara directamente la muerte de Navalny, no se discute su responsabilidad general en el asunto.
Andrei Kolesnikov, investigador del Carnegie Russia Eurasia Center, con sede en Berlín, comentó la situación: “Para las autoridades, esto es una obsesión”. Destacó que la represión envía una dura advertencia a los periodistas que siguen en Rusia sobre los peligros de trabajar para medios extranjeros y en el exilio.
Entre las últimas detenciones figura la de Konstantin Gabov, periodista freelance que colaboró anteriormente con Reuters y Deutsche Welle, y que ahora se enfrenta a cargos de extremismo por preparar supuestamente contenidos para un canal de YouTube asociado al equipo de Navalny. En respuesta, Reuters reconoció las anteriores colaboraciones de Gabov, pero señaló que actualmente no trabajaba para la agencia e hizo hincapié en que “los periodistas deben ser libres para informar de las noticias en interés público sin acoso ni daño, estén donde estén”.
Sergey Karelin, con doble nacionalidad rusa e israelí, fue detenido en la región septentrional rusa de Murmansk por cargos similares relacionados con su trabajo con el grupo anticorrupción de Navalny. Tanto Deutsche Welle como The Associated Press han expresado su preocupación por la detención de Karelin, poniendo de relieve los riesgos a los que se enfrentan los periodistas en la Rusia actual.
El Kremlin no ha respondido a estos incidentes, pero Dmitry Peskov, portavoz presidencial, ha defendido las estrictas leyes rusas sobre información, argumentando que quienes las infringen son legítimamente castigados. Este marco legal se ha utilizado para justificar el encarcelamiento de periodistas y el cierre de medios de comunicación independientes que no se alinean con la narrativa del gobierno sobre la guerra.
La reciente oleada de detenciones no es la única. En marzo de 2023, la detención del periodista del Wall Street Journal, Evan Gershkovich, acusado de espionaje, puso aún más de relieve los peligros que corren los periodistas extranjeros en Rusia. Desde entonces, el gobierno de Biden ha pedido su liberación, junto con la de la periodista Alsu Kurmasheva, detenida bajo la acusación de no haberse registrado como agente extranjero y de difundir información falsa sobre el ejército ruso.
La represión contra los periodistas se extiende también a los ciudadanos de a pie. A principios de este mes, Yuri Kokhovets, residente en Moscú, fue condenado a cinco años de trabajos forzados por sus declaraciones a Radio Free Europe/Radio Liberty, lo que demuestra las graves repercusiones que tienen las declaraciones a medios de comunicación extranjeros.
Mientras el Kremlin sigue estrechando el cerco sobre la información, la situación de los periodistas en Rusia continúa siendo peligrosa. El Comité para la Protección de los Periodistas y Reporteros sin Fronteras han puesto de relieve la escalada de peligros, y Rusia ocupa ahora el puesto 164 de 180 países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa. A pesar de las protestas internacionales y los llamamientos a la reforma, el futuro de la libertad de prensa en Rusia parece cada vez más sombrío.
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