La compleja danza de la fe y el poder: el conflicto entre Irán e Israel

El conflicto entre Irán e Israel está envuelto no sólo en las complejidades de las estrategias geopolíticas modernas, sino también en un profundo fervor religioso, presentando un difícil cuadro de relaciones internacionales en el que la fe y el poder están inextricablemente unidos. A diferencia de conflictos vecinos que podrían surgir de disputas territoriales directas, la discordia Irán-Israel es más profunda, trazando líneas a través de la historia, la ideología y los intereses estratégicos de las potencias mundiales. Esta historia se desarrolla a lo largo de décadas, ilustrando cómo las creencias profundamente arraigadas y las necesidades geopolíticas se entrelazan, dando forma no sólo a los destinos de estas naciones, sino también influyendo en la dinámica regional más amplia.


Fundamentos del conflicto: raíces históricas e ideológicas

Irán e Israel no comparten fronteras y su conflicto no está alimentado por enfrentamientos históricos directos por la tierra, sino más bien por la oposición ideológica y religiosa. Irán, con sus profundas raíces históricas como centro del Imperio Persa, ha experimentado importantes transformaciones políticas a lo largo de los siglos, que culminaron en un cambio drástico en 1978. Este año marcó la transición de Irán a una teocracia chií, una forma extrema de gobierno religioso, influida y facilitada por potencias externas como Estados Unidos y Francia. Este cambio tenía como objetivo suprimir los florecientes movimientos democráticos dentro de Irán, que amenazaban con realinear su postura geopolítica lejos de los intereses occidentales durante la Guerra Fría.

Durante los primeros años de su fundación, en 1948, Israel se estableció como una teocracia judía, una anomalía como Pakistán, ambas naciones nacidas de motivaciones religiosas más que de nacionalismos étnicos, bajo una importante influencia británica. A diferencia de Pakistán, la creación de Israel fue recibida inmediatamente con hostilidad regional y se convirtió en un punto central de la política exterior iraní.


Relaciones tempranas y conflictos iniciales

La postura de Irán hacia Israel ha evolucionado a través de varias fases, cada una de ellas marcada por importantes acontecimientos políticos. En la década de 1940, bajo el liderazgo de Reza Shah Pahlavi, Irán se opuso a la partición de Palestina en la Sociedad de Naciones, abogando en su lugar por un Estado federativo que incluyera tanto a judíos como a árabes bajo un gobierno unificado. Esta postura cambió radicalmente cuando Mohammad Reza Pahlavi, sucesor de Reza Shah, adoptó un enfoque más pragmático al entablar relaciones indirectas con Israel, equilibrando los intereses regionales de Irán frente a la creciente ola de nacionalismo árabe, vehementemente antiisraelí.


La era del Sha: Una alianza tácita con Israel

En las décadas de 1960 y 1970, Irán, bajo el Shah, desarrolló relaciones encubiertas con Israel, impulsado por intereses mutuos en contrarrestar el panarabismo y el socialismo en la región. Durante este periodo, Irán comerciaba con petróleo con Israel, recibiendo a cambio tecnología militar y apoyo estratégico. A pesar de no reconocer oficialmente a Israel, el sha permitió que asesores israelíes ayudaran a construir el aparato de seguridad iraní, incluida su policía secreta, SAVAK. Las visitas de alto nivel de dirigentes israelíes como Ishaq Rabin, Moshe Dayan y Shimon Peres a Irán pusieron de relieve una compleja relación que en público mantenía la distancia pero en privado buscaba la cooperación.


La revolución islámica y las alianzas cambiantes

La Revolución Islámica de 1979 transformó el panorama de la política exterior iraní. El régimen del ayatolá Jomeini inauguró una nueva era de fanatismo religioso que se oponía fundamentalmente a la existencia de Israel. Durante la Guerra Fría, el principal interés de Estados Unidos en Irán era mantenerlo dentro del redil capitalista, combatiendo la influencia soviética en la región. Esta necesidad geopolítica a menudo hizo extraños compañeros de cama, como se vio durante la guerra Irán-Irak, cuando Israel e Irán se involucraron en transacciones clandestinas de armas a pesar de su hostilidad pública.


Dinámica contemporánea y guerra ideológica

Tras la Guerra Fría, la dinámica volvió a cambiar. Con la Unión Soviética desaparecida e Irak debilitado por continuos conflictos, Irán e Israel se encontraron cada vez más enfrentados en un mundo multipolar. El desarrollo por parte de Irán de su programa nuclear y su apoyo a grupos interpuestos como Hezbolá y Hamás desafían directamente la seguridad de Israel, dando lugar a una serie de operaciones encubiertas y enfrentamientos directos.


¿Un camino hacia adelante o un descenso a la confrontación?

En la actualidad, el conflicto entre Irán e Israel se caracteriza por una peligrosa mezcla de fervor ideológico y estrategia geopolítica, en la que ambas naciones se ven a sí mismas como fortalezas asediadas en una región hostil. El uso de la religión como herramienta para movilizar apoyos políticos y justificar acciones militares es frecuente, y los líderes de ambos bandos invocan la sanción divina para sus políticas y acciones.

Como señala un historiador, “en el gran tablero de ajedrez de la política de Oriente Medio, Irán e Israel son como dos reyes constantemente en jaque, incapaces de moverse sin poner en peligro su propia supervivencia”. Esta dura reflexión subraya la trágica complejidad de un conflicto que tiene menos que ver con la tierra y más con el choque de ideologías y civilizaciones, impulsado por una mezcla de antiguas creencias religiosas y necesidades geopolíticas contemporáneas.

En palabras de un experto regional: “La verdadera tragedia de Irán e Israel es que ambas naciones están más atrapadas por su pasado que fortalecidas por su potencial. Mientras sigan prisioneros de sus relatos históricos y convicciones religiosas, la paz seguirá siendo un sueño difícil de alcanzar”. Esta afirmación resume el calamitoso Estado de las cosas, sugiriendo un futuro plagado de continuos conflictos a menos que se produzca un cambio de paradigma significativo en la forma en que estas naciones se perciben a sí mismas y entre sí. 





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