La oleada migratoria altera el paisaje y la economía de la frontera

Eagle Pass, Texas, una pequeña ciudad en la frontera entre Estados Unidos y México, se ha encontrado recientemente en el centro de cambios significativos debido al aumento de las medidas de seguridad fronteriza, que afectan a todo, desde las empresas locales hasta los espacios comunitarios. Este aumento de la actividad policial forma parte de la Operación Lone Star, de 11.000 millones de dólares, del gobernador Greg Abbott, cuyo objetivo es reforzar los esfuerzos de control en la frontera y desafiar las políticas federales de inmigración del gobierno de Biden.

La mayor presencia de la policía del Estado y de soldados de la Guardia Nacional, necesaria por el aumento de los cruces ilegales, ha transformado profundamente el panorama económico de Eagle Pass. Los restaurantes y hoteles locales, como el Wagon Wheel —una barbacoa famosa por tener el “filete de pollo frito más grande de Texas”— están experimentando un auge sin precedentes. Los ingresos del restaurante pasaron de unos 500.000 dólares anuales a más de 1,3 millones el año pasado, según Selena Buentello, que ayuda a su hijo en la gestión del establecimiento. La demanda de las fuerzas del orden ha llevado a los hoteles a cobrar hasta 700 dólares por noche, un fuerte aumento que refleja la nueva realidad económica para muchos negocios de la zona.

Sin embargo, esta bonanza económica viene acompañada de una serie de retos. La comunidad tuvo que trasladar su largamente planeado festival del eclipse del querido Shelby Park, que fue confiscado por las autoridades del Estado para dar cabida al aumento de las fuerzas del orden, a un casino cercano, lo que supuso pérdidas económicas. Éste es sólo un ejemplo de cómo la vida cultural y recreativa de la comunidad se ha visto marginada por las necesidades operativas de la seguridad fronteriza.

La presencia de fuerzas de seguridad fronteriza también ha provocado una publicidad negativa para Eagle Pass. A pesar de los índices de delincuencia históricamente bajos en los condados fronterizos, el aumento de la presencia policial ha creado una percepción de peligro que complica los esfuerzos de los dirigentes locales por atraer visitantes e inversores. Morris Libson, director de la alianza local para el desarrollo económico, se ha visto obligado a convencer a equipos de todo el país para que participen en un torneo nacional de béisbol juvenil del que es anfitrión.

El mercado inmobiliario de Eagle Pass también se ha resentido. Con una renta per cápita de 22.350 dólares —poco más de la mitad de la media de Estados Unidos—, los residentes locales se encuentran sin opciones de vivienda, ya que muchos apartamentos se convierten en Airbnbs que alquilan por más de 7.000 dólares al mes para dar cabida a los despliegues a corto plazo de los agentes de la Patrulla Fronteriza. Esta situación ha llevado a personas como OJ De Los Santos y su familia a invertir en la construcción de nuevos hoteles, incluidos dos Hyatt, uno en Eagle Pass y otro al otro lado de la frontera, en Piedras Negras.

Sin embargo, no todos los sectores de la economía local se han beneficiado de la oleada fronteriza. Angie Rodríguez, propietaria de la tienda de comestibles Eagle Grocery, en el centro de la ciudad, informa de un descenso del 60% en su negocio, que atribuye a la reducción del tráfico peatonal procedente de México y a la pérdida de eventos locales. Del mismo modo, Jessie Fuentes, un proveedor de kayak en el río Grande, ha experimentado un descenso debido a las boyas instaladas por el Estado que interrumpen el flujo del río y la instalación de alambre de púas a lo largo de las orillas, lo que ha limitado el acceso al río y disuadido a la mayoría de los clientes, excepto a los periodistas.

Mientras Eagle Pass se adapta a su nueva realidad, las implicaciones a largo plazo de ser un centro de control fronterizo siguen siendo un tema de preocupación entre residentes y funcionarios locales. El ex legislador demócrata del Estado, Poncho Nevárez, expresa una preocupación común sobre la gran dependencia de la ciudad de la presencia de las fuerzas del orden, y se pregunta: “¿Hasta qué punto esto se vuelve resistente al cambio porque dependemos de ello?”.

La transformación de Eagle Pass es un microcosmos de los cambios más amplios que se están produciendo en las ciudades fronterizas de Estados Unidos, donde la afluencia de personal e infraestructuras policiales ha alterado permanentemente el tejido social y económico de estas comunidades. A medida que Eagle Pass navega por estos cambios, el reto consiste en equilibrar los beneficios inmediatos de la estimulación económica con los posibles costes a largo plazo para la cohesión de la comunidad y la cultura local. 





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