Una guerra de 100 días y ninguna solución a la vista

El actual conflicto entre Israel y Hamás, que cumple ahora 100 días, se está convirtiendo en una guerra prolongada y cada vez más compleja, con implicaciones de largo alcance que amenazan con extenderse más allá de Oriente Medio y perturbar el comercio mundial. Este conflicto, uno de los mayores acontecimientos geopolíticos de este siglo, no muestra signos de resolución, lo que supone un complejo desafío para la diplomacia y la estabilidad internacionales.

Comenzó con un grave ataque de Hamás el 7 de octubre que, según Israel, causó la muerte de 1200 personas. La respuesta del ejército israelí ha sido feroz, atacando al grupo militante en Gaza. El número de muertos palestinos se ha disparado a más de 23 000, según el Ministerio de Salud de Gaza, en su mayoría mujeres y niños, cifra que no distingue entre combatientes y civiles. La devastación en Gaza es enorme: aproximadamente el 70% de sus 439 000 viviendas y la mitad de sus edificios están dañados o destruidos.

Estados Unidos ha apoyado activamente a Israel en este conflicto, una postura que define una de las pruebas críticas de política exterior para el presidente Biden. Este apoyo no sólo ha reverberado en la política interior estadounidense, provocando protestas en los campus universitarios, sino que también ha añadido una nueva dimensión a las guerras culturales del país, especialmente ahora que Biden se acerca a unas polémicas elecciones.

La guerra ha obligado a Estados Unidos a volver a centrar su atención en Oriente Próximo, una región de la que se había ido alejando gradualmente en favor de contrarrestar el ascenso de China. Este cambio también ha restado importancia a los esfuerzos de Estados Unidos por apoyar a Ucrania frente a la invasión rusa. Una de las principales prioridades de Biden en política exterior, las conversaciones de normalización entre Israel y Arabia Saudí, respaldadas por Estados Unidos y destinadas a remodelar las alianzas diplomáticas y de seguridad regionales y a contener a Irán, se ha visto en peligro. Con el aumento de las tensiones entre Estados Unidos y los países árabes, las perspectivas de reanudación de estas conversaciones siguen siendo inciertas.

El conflicto palestino-israelí, que durante mucho tiempo había sido marginado por la comunidad internacional e Israel, vuelve a estar en el primer plano de la diplomacia mundial. Sin embargo, el camino hacia una solución de dos Estados está más plagado de obstáculos que nunca. Como señala Sanam Vakil, de Chatham House, existía la idea errónea de que la cuestión palestina podía obviarse, lo que ha quedado disipado por la crisis actual.

Las decisiones que tome Israel en los próximos días repercutirán en la situación en múltiples frentes, incluida su seguridad a largo plazo. Más allá del campo de batalla en Gaza, Estados Unidos intenta contener a Irán y a sus aliados, como el Hezbolá libanés y los hutíes de Yemen. El frágil proceso de paz en Yemen, mediado por Estados Unidos y fundamental para el reciente acercamiento entre Arabia Saudí e Irán, está ahora en peligro.

En respuesta a los ataques en el mar Rojo, que han interrumpido las rutas marítimas y afectado a los precios de las materias primas, Estados Unidos y sus aliados llevaron a cabo ataques contra objetivos hutíes en Yemen este fin de semana. Hugh Lovatt, experto en política del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, destacó las repercusiones mundiales de la guerra, que van más allá de Gaza e Israel y se extienden a toda la región.

Estados Unidos ha incrementado su participación militar, situando buques de guerra en la región para disuadir a Hezbolá de atacar Israel. Ha suministrado a Israel una importante ayuda militar, incluidas bombas de gran potencia y proyectiles de artillería, para contrarrestar a Hamás en Gaza.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha realizado cuatro visitas a la región desde el 7 de octubre, en un esfuerzo por evitar que la guerra se convierta en un conflicto regional. Mientras tanto, las tensiones han provocado protestas en todo el mundo, con manifestaciones contra el antisemitismo y en condena de las acciones de Israel.

En un hecho notable, Sudáfrica acusó a Israel de genocidio ante el Tribunal Internacional de Justicia, relacionando la respuesta militar israelí a los ataques de Hamás con violaciones de los tratados internacionales. Israel ha rechazado estas afirmaciones y ha acusado a Sudáfrica de apoyar a Hamás. Israel también está construyendo su caso legal contra Hamás, alegando crímenes que incluyen mutilación, asesinato y violencia sexual, y planea juzgar a los militantes de Hamás capturados en tribunales israelíes.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha esbozado ambiciosos objetivos para desmantelar a Hamás como fuerza de combate, poner fin a su control de Gaza y liberar a los rehenes. Sin embargo, la guerra se ha convertido en una lucha prolongada, que ha puesto de manifiesto las limitaciones de las capacidades militares israelíes y la complejidad de la red de defensa subterránea de Hamás. A pesar de los importantes esfuerzos realizados, Israel aún no ha logrado sus objetivos declarados y sigue buscando túneles donde se cree que se ocultan dirigentes de Hamás, entre ellos Yahya Sinwar.

Las regiones septentrionales de Israel siguen tensas debido a las continuas escaramuzas con Hezbolá, que han dejado decenas de miles de israelíes desplazados. En Gaza, Israel parece estar pasando a una fase de conflicto de menor intensidad, bajo la presión de Estados Unidos para reducir las bajas palestinas y a la luz del empeoramiento de la crisis humanitaria. Uzi Arad, ex asesor de seguridad nacional de Netanyahu, reconoce los riesgos actuales de escalada y la naturaleza fluida de la crisis.




El conflicto también ha puesto de relieve los retos de hacer frente a la amenaza de Irán, que ha apoyado a Hamás y ha proporcionado entrenamiento a sus combatientes como parte de la estrategia de Teherán para crear un “Eje de Resistencia” contra Israel y Occidente. Israel ha respondido desplegando miles de soldados en el norte para contrarrestar los ataques de Hezbolá, otra milicia libanesa respaldada por Irán.

Ghassan Khatib, profesor de la Universidad de Birzeit, señala el cambio en el equilibrio de poder regional, sugiriendo que Israel no ha sido capaz de derrotar decisivamente a uno de los muchos apoderados de Irán. Aunque Israel podría neutralizar a los dirigentes y combatientes de Hamás, la tarea de salvar a los rehenes y reducir el número de víctimas civiles plantea un reto de enormes proporciones.

Los dirigentes de Hamás parecen divididos sobre sus objetivos de guerra, celebrando los ataques iniciales como una victoria y centrándose en la seguridad de sus altos dirigentes tras la invasión israelí. Sigue habiendo interrogantes clave sobre la capacidad de Hamás de utilizar rehenes para negociar la liberación de palestinos de las cárceles israelíes y sobre su futuro papel en la política palestina.

La gobernanza de Gaza tras el conflicto es otra cuestión compleja. Aunque países árabes influyentes como Egipto ven un papel para Hamás, su posición política ha mejorado en comparación con la Autoridad Palestina en Cisjordania. El apoyo de Estados Unidos a Israel en este conflicto ha tensado las relaciones con las naciones árabes, y, planteado interrogantes a escala mundial, en particular sobre la postura de Estados Unidos ante la ocupación israelí de los territorios palestinos.Como observa Lovatt, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, la profunda implicación de Estados Unidos en el conflicto entre Israel y Hamás podría ser vista con buenos ojos por China y Rusia, ya que desvía los recursos políticos y militares de Estados Unidos, dándoles potencialmente una ventaja en la geopolítica mundial.





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