Kissinger consideró la posibilidad de un ataque a Cuba tras la incursión en Angola
El quid del dilema cubano
En 1975, la intersección de las ambiciones de Fidel Castro en África, particularmente en Angola, con la visión del mundo del Secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, preparó el escenario para un drama internacional de alto riesgo. Los documentos desclasificados publicados de esta época, detallados sobre todo en “Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana”, pintan un cuadro de realpolitik y estrategia que estuvo a punto de llevar al mundo al borde del abismo una vez más.
El paradigma diplomático de Kissinger
Henry Kissinger, figura fundamental de su época, ve el mundo a través de la lente del equilibrio de poder. Para él, la diplomacia no consiste únicamente en establecer lazos amistosos, sino también en garantizar la superioridad estadounidense. Esta ‘Weltanschauung’ tomó forma en sus relaciones con Cuba. La decisión de Castro de enviar fuerzas cubanas a Angola no se vio como un movimiento regional aislado, sino como una manifestación de la lucha global de la Guerra Fría. La recomendación de Kissinger de “aplastar a Castro” no era una venganza personal, sino un reflejo de su compromiso de mantener un orden mundial con Estados Unidos a la cabeza.
La conexión con Angola
A mediados de la década de 1970, Angola se convirtió en un campo de batalla de las escaramuzas ideológicas de la Guerra Fría. Mientras Kissinger veía Angola a través del prisma binario de la división Este-Oeste, Cuba, motivada tanto por la ideología como por la geopolítica, apoyó al MPLA. Este movimiento no sólo tenía que ver con las alianzas de la Guerra Fría, sino también con las aspiraciones de Cuba de ser una voz destacada en el Movimiento de Países No Alineados y con su antiguo compromiso con las luchas anticoloniales.
Los peligros de la percepción
Las preocupaciones de Kissinger, puestas de manifiesto en la reunión del 24 de marzo, no se referían únicamente a Angola. Sus temores a un “efecto dominó” —con Rodesia, Namibia y Sudáfrica sucumbiendo a lo que él veía como expansionismo cubano— dilucidan la forma en que los responsables políticos estadounidenses veían los conflictos regionales durante la Guerra Fría. Además, la creencia de que una pequeña nación caribeña que desafiara los intereses de Estados Unidos sería percibida como una debilidad estadounidense sustentaba la urgencia de las estrategias de Kissinger.
Un baile de estrategia y riesgo
Las estrategias contempladas -desde sanciones hasta ataques aéreos- subrayaban la creencia en el excepcionalismo estadounidense y el imperativo percibido de defender los intereses estadounidenses a toda costa. Sin embargo, incluso mientras se deliberaba sobre estas medidas agresivas, los asesores de Kissinger hicieron sonar notas de cautela. Le recordaron la posibilidad de que estas acciones se intensificaran, llevando posiblemente a la Unión Soviética a una confrontación similar a la crisis de los misiles cubanos de 1962.
Los matices de la negociación
En el trasfondo de estas tensiones había una historia de diplomacia encubierta. Las reuniones clandestinas, como las celebradas en el aeropuerto de La Guardia y en el Hotel Pierre, revelan una compleja relación en la que la enemistad y el potencial de acercamiento bailaban a la par. Estas negociaciones plantean una pregunta: ¿fue el camino hacia el conflicto en 1976 el resultado de un fracaso de la diplomacia, o fue un testimonio de las abrumadoras presiones de la Guerra Fría?
Kissinger y China: un diálogo fundamental en la era de la Guerra Fría
Un gran tablero de ajedrez
En los anales de la diplomacia moderna, pocas relaciones son tan cruciales e intrigantes como la cultivada entre Henry Kissinger y la República Popular China (RPC). Surgido en medio de las complejidades de la Guerra Fría, este vínculo desempeñó un papel transformador en la geopolítica mundial.
Contextualizar la ruptura chino-soviética
Para entender la estrategia china de Kissinger, es esencial comprender primero la ruptura chino-soviética. En la década de 1960, las diferencias ideológicas y geopolíticas habían agriado las relaciones entre China y la Unión Soviética, convirtiendo a antiguos aliados en rivales. Kissinger identificó astutamente este cisma como una oportunidad para que Estados Unidos contrarrestara la influencia soviética.
El preludio: La diplomacia secreta
La ruptura pública de las relaciones entre Estados Unidos y China fue preparada por compromisos diplomáticos encubiertos. Uno de los más significativos fue la visita secreta de Kissinger a Pekín en julio de 1971. Organizado en el más absoluto secreto, este viaje sentó las bases para la histórica visita del presidente Richard Nixon a China en 1972.
La realpolitik en acción
El planteamiento de Kissinger se basaba en la realpolitik, haciendo hincapié en el equilibrio de poder y los intereses nacionales por encima de las divisiones ideológicas. Reconociendo la importancia estratégica de China, su objetivo era atraer a Pekín al redil internacional, con la esperanza de que la mejora de los lazos entre Estados Unidos y China presionara a la Unión Soviética y acelerara potencialmente el final de la guerra de Vietnam.
Una nueva fase en la diplomacia mundial
La visita de Nixon a China en 1972, facilitada por el trabajo preliminar de Kissinger, marcó un cambio sísmico en la dinámica de la Guerra Fría. Las imágenes de Nixon y el primer ministro chino Zhou Enlai dándose la mano representaron algo más que diplomacia personal; significaron un realineamiento tectónico de las estructuras de poder mundiales.
Crear confianza en medio de la desconfianza
Uno de los talentos diplomáticos de Kissinger era su capacidad para forjar relaciones personales, que conducían a la confianza incluso en una atmósfera de profunda desconfianza. Sus interacciones con los dirigentes chinos, en particular con Zhou Enlai, facilitaron conversaciones francas sobre temas que iban desde Taiwán hasta el comercio.
Legado e implicaciones
La apertura a China fue algo más que una maniobra estratégica en la Guerra Fría. Marcó el inicio de la integración de China en la economía mundial y en las instituciones internacionales. Este movimiento político, anclado en la perspicacia diplomática de Kissinger, tuvo implicaciones a largo plazo, catalizando el ascenso de China como superpotencia mundial en las décadas siguientes.
Críticas y controversias
Aunque el acercamiento entre Estados Unidos y China suele considerarse un golpe maestro, no ha estado exento de críticas. Algunos sostienen que Kissinger y Nixon estaban demasiado dispuestos a pasar por alto las violaciones de los derechos humanos y que podrían haber obtenido más concesiones de Pekín. Otros han señalado las ramificaciones a largo plazo, ya que el compromiso sentó inadvertidamente las bases para los retos que plantea una China en ascenso en el siglo XXI.
Cuba y China: Una mirada comparativa
La estrategia de Kissinger hacia China, tal y como se detalla en “On China”, presenta un contraste con su enfoque cubano. Sus monumentales esfuerzos para facilitar la visita de Nixon a China en 1972 se basaron en la comprensión de que la cooperación con Pekín era fundamental para los intereses geopolíticos estadounidenses. Esta divergencia en las tácticas —confrontación con Cuba y cooperación con China— muestra la naturaleza polifacética de la diplomacia de Kissinger, impulsada por una mezcla de realpolitik, pragmatismo y una visión de un nuevo orden global.
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