El presidente iraní, Ebrahim Raisi, y su ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, murieron el domingo en un accidente de helicóptero en la remota región noroccidental de Irán. El trágico incidente genera una nueva incertidumbre en un momento en que el clero de línea dura del país navega entre las crecientes tensiones regionales y el descontento interno.
El accidente, que se produjo cuando Raisi, de 63 años, y Amir-Abdollahian regresaban de una ceremonia de inauguración de una presa en la frontera de Irán con Azerbaiyán, ha sorprendido al país. Las imágenes de los restos del helicóptero, tomadas por la Media Luna Roja y difundidas por los medios de comunicación del Estado iraní, mostraban el lugar del accidente en una ladera escarpada y boscosa, y apenas quedaban restos del helicóptero más allá de una cola azul y blanca.
El líder supremo iraní, el ayatolá Jamenei, máximo responsable de los asuntos interiores y exteriores del país, anunció cinco días de luto público. Confirmó que el vicepresidente primero de Irán, Mohammad Mokhber, dirige ahora el poder ejecutivo. “La nación ha perdido a un líder devoto que mantuvo su promesa y sacrificó su vida por el país”, declaró Jamenei.
Los medios de comunicación del Estado informaron de que el accidente de helicóptero se cobró la vida de tres miembros de la tripulación, la gobernadora de la provincia de Azerbaiyán Oriental, un imán, el jefe de seguridad de Raisi y un guardaespaldas. El incidente dio lugar a una operación de búsqueda y rescate que duró horas y contó con la ayuda de la Unión Europea y Turquía, entre otros países. Sin embargo, los esfuerzos se vieron dificultados por la espesa niebla y la caída de las temperaturas.
La CNN confirmó la geolocalización del lugar del accidente en la región montañosa de Varzeghan, cerca del pueblo de Uzi, en la provincia iraní de Azerbaiyán Oriental.
Una nación en una encrucijada
Las muertes de Raisi y Amir-Abdollahian se producen en un momento delicado para Teherán, en medio de importantes tensiones económicas y políticas y un aumento de las tensiones con Israel. El mes pasado, Irán lanzó un ataque sin precedentes con drones y misiles contra Israel en respuesta a un aparente ataque aéreo israelí contra el consulado iraní en Damasco. Este acto supuso el primer ataque directo de Irán contra Israel, intensificando una guerra en la sombra de larga duración hasta convertirla en un conflicto más abierto.
En el ámbito nacional, Irán se ha visto convulsionado por manifestaciones de jóvenes contra el régimen clerical y las nefastas condiciones económicas. Las autoridades han intensificado la represión de la disidencia desde que estallaron las protestas a escala nacional por la muerte en 2022 de una joven detenida por la tristemente célebre policía de la moralidad iraní.
Tras la muerte de Raisi, el gobierno iraní convocó una reunión urgente mientras el estamento clerical, encabezado por Jamenei, se prepara para nombrar a un nuevo presidente. La Constitución iraní establece que los tres jefes de los poderes del Estado, incluidos el vicepresidente, el presidente del Parlamento y el presidente del Poder Judicial, deben convocar elecciones y elegir a un nuevo líder en un plazo de 50 días desde que asuma el cargo de presidente en funciones.
El legado de Raisi
Raisi, que llegó a la presidencia de Irán desde el poder judicial, era conocido por su enfoque de línea dura hacia la disidencia y los derechos humanos. En 2019, fue sancionado por Estados Unidos por su participación en la “comisión de la muerte” de 1988 como fiscal y por su papel en la ejecución judicial de al menos nueve niños entre 2018 y 2019, según informó Naciones Unidas.
El Centro de Derechos Humanos de Irán (CHRI) acusó a Raisi de crímenes contra la humanidad por formar parte de la comisión que supervisó la ejecución de hasta 5000 presos políticos en 1988. Raisi nunca ha hecho comentarios sobre estas acusaciones. A pesar de estas controversias, la clase dirigente iraní veía a Raisi como un garante de los ideales de la Revolución Islámica de 1979, garantizando su continuidad.
Elegido en 2021 en una contienda fuertemente manipulada por la élite política iraní, la presidencia de Raisi se consideró el inicio de una nueva era de línea más dura. Su administración fue acusada de “seleccionarlo” en lugar de elegirlo en unos comicios diseñados para afianzar el poder de los gobernantes clericales de línea dura del país. La participación electoral fue la más baja desde la creación de la República Islámica, con un 48,8%.
Durante su mandato, Raisi rechazó las negociaciones con Estados Unidos sobre el programa nuclear iraní y reforzó las relaciones de Teherán con China, al tiempo que restablecía los lazos diplomáticos con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Bajo su liderazgo, la economía iraní empezó a mostrar signos de recuperación, pero la nación seguía encadenada por las sanciones, sus movimientos sociales brutalmente reprimidos y su estructura política ahora sacudida por su repentina muerte.
En un comunicado emitido el lunes, el gabinete de Raisi lo elogió como un presidente “trabajador e incansable” que sirvió al pueblo de Irán para ayudar al avance y progreso del país. “Cumplió su promesa y sacrificó su vida por la nación”, decía el comunicado. El gabinete también trató de afirmar la calma en el país, insistiendo en que “no habrá la más mínima perturbación” en la administración de Irán tras el mortal accidente.
El lunes, las emisoras estatales iraníes emitieron oraciones islámicas entre los informativos, y una foto compartida por IRNA mostraba la silla habitual de Raisi vacía y cubierta con una banda negra en su memoria. El país se enfrenta ahora a la difícil tarea de atravesar este periodo de luto y transición, en el que el clero busca un sucesor que pueda llevar adelante el legado de la Revolución Islámica de 1979 en medio de los crecientes desafíos nacionales e internacionales.
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