Inmersa en cuestiones metodológicas sobre cómo presentar nuestro trabajo, repienso la necesidad de entender y explicar lo que hacemos. Para aterrizar este asunto en un ejercicio donde el creador puede valorar la importancia de definir su práctica artística, es interesante acercarse a algunas consideraciones sobre: “La honestidad del statement”.
Selecciono a un artista para que se manifieste acerca del tema desde sus experiencias y extienda la convocatoria a otro colega, dejando abierta la posibilidad de ejecutar una cadena de invitaciones. En esta entrega les comparto la segunda intervención del “Challenge” por Andy López Montoya, invitado por Nicolás Sánchez Noa.
El artista se deja ser y decir. Este fluir siempre traduce una proliferación de voces en que consiste uno mismo, una manera de autofagia y arqueología del pensamiento. La manera de entender la lectura de la realidad como enfrentamiento es resultado de una concepción del arte, para la cual su intención en el “decir algo” es el elemento fundamental. Ese lenguaje declarado por el artista es un instrumento de la voluntad y tiene un sitio dentro del sistema arte. Con principios evidentes o no, demostrables o no, universales o singulares, el artista postula su episteme o su axioma de una época para hacerlos públicamente, quizás en prenda de gratitud o para continuar la promesa que se hace a sí mismo en silencio todos los días. Podemos hablar de un hallazgo nombrado statement o un ejercicio de arte poética.
Desde una mirada trasversal o sesgo, nuestro arte poética hace un recorte de modos específicos de visibilidad del arte. Hablamos de una templanza en la interpretación o de cómo el artista es su propio policía de los sentidos. Nuestro trabajo ficcional es concebido como un proyecto semiótico que registra, relaciona nuestras experiencias culturales, sondea comportamientos, procesos, actitudes y posturas, que dictan nuestra vida emotiva. El arte poética es entonces el disenso del artista o un desacuerdo entre sentido y sentido. Nuestra porfía comunicativa es revelada como un visado para ser entendidos y vistos desde múltiples espejuelos culturales.
“Ahora sé que el poema, antes de ser las líneas trazadas con prisa es la conversación en un café…”. Así nos dice Luis Rogelio Nogueras en su poema Arte Poética. Nuestras efusiones, el desenfreno, el sentir desde el arte, son avizoradas y expuestas desde un bienestar conceptual. Las pretensiones son sostenidas desde una sinceridad que proyecta plataformas de investigación y ramificaciones del conocimiento que son necesarias para el artista. Una búsqueda desde la naturaleza ontológica que luego será transmutada en un arte poética. El texto del artista visualiza entre líneas una íntima emoción a pesar de la frialdad de la escritura. El arte poética acapara una realidad transitoria y mutable para el artista, un sentir que refleja el pathos del arte.
Nicanor Parra proyecta su esencia poética con una simple frase: “Uno por ciento de inspiración, dos de transpiración y el resto es suerte”. Esta trilogía nos hace pensar una plataforma conceptual que no solo intenta llenar el vacío de una palabra o un concepto, sino también, componer, montar fragmentos, semánticas distantes, señalar analogías o construir metáforas. Proyectamos una individualidad en distintos grados; nos avizoramos en un escenario institucional; fluimos en tensiones dinámicas dentro de una tradición del arte; nos pensamos un esteticismo que disimule metodologías administradas y nos adentramos en fisuras comunicativas. El arte poética en una vasta ciudad invisible como las de Italo Calvino. Una arquitectura del pensamiento como plataforma conceptual que se vuelve nómada y concede el beneficio de la duda.
El arte poética es Rilke y su consejo: “el exterior espera respuestas a preguntas que desde la interioridad podemos responder”. Admitimos el arte poética como suene. Es un fragmento de la carta que escribimos en un inicio, Carta a un joven artista. El arte poética es parasitario. Es la lombriz de Vargas Llosa en Parábola a la solitaria: “Nosotros hacemos tantas cosas juntos. Vamos al cine, a exposiciones, a recorrer librerías, y discutimos horas de horas sobre política, libros, películas, amigos comunes. Yo las hago para ella, la solitaria. Esa es la impresión que tengo: que todo en mi vida, ahora, no lo vivo para mí, sino para ese ser que llevo dentro, del que ya no soy más que un sirviente”.
El arte poética es un tema del traidor y del héroe, pero también es Dostoyevski: “Mi voluntad; […] mi capricho, por insensato que sea; […] Esto es lo que se aparta a un lado, este es el precioso interés que no tiene espacio en ninguna de esas clasificaciones que componen ustedes y que rompe en mil pedazos todos los sistemas, todas las teorías”.
El texto que publica el artista es un canal para la mediación en arte. Es un pasquín no peyorativo que se proyecta como un mensaje cifrado y lleva una idea crítica. El texto que publica el artista es una mediación como plataforma para la interpretación de un proceso creativo y la Institución Arte. Es una mediación como vía de reconocimiento y activación de impresiones, emociones y efectos subjetivos vinculados a la experiencia creativa y a la administración del arte. Es una mediación como espacio de encuentro para la voluntad del artista y las políticas institucionales. El texto que publica el artista llamado statement o, en este caso, arte poética, se convierte en un Pharmakon. Somos su causa, su hechura, su indeterminismo, su contrariedad o su nomadismo. Nos nutrimos de su remedio o su veneno.
Galería
Alberto Alejandro Rodríguez: La curaduría… una obra más
“Mis circunstancias me han llevado a asumir el papel de artista y también, prácticamente de manera inconsciente, el de curador y mediador”.