Adrián Gómez Sancho: “Todo se vuelca en el delicado tejido de un lienzo”

Adrián Gómez Sancho (Cárdenas, Matanzas, 1990), a quien creo le place más le llamen Sancho que Adrián, es de esos artífices de la imagen que, por destino, se presentan en tu trayecto vital y, sin conocerlo personalmente, lo acoges por su carisma hasta admirarlo enseguida.

Lo fundamenta su obra, a veces a medio camino entre la síntesis lineal y lo económico del color, sin que esto último suponga vaguedad o monotonía. Pues Sancho es de los que creen que con poco se puede decir más. Lo cree y lo logra. Y ahí están sus representaciones de José Martí, que expanden la grandeza por ser terrenal de ese hombre que abre caminos y habla para todos los tiempos. 

Pero, por más patriótico y martiano que sea el artista matancero, su obra, inconforme, se bifurca a otras temáticas y asuntos, porque Sancho, acaso por poseer esa alma antigua en un cuerpo joven, acepta retos inimaginables: crear en pleno concierto de un cantante, mantener un taller, preparar exposiciones, concebir portadas y agenciarse alumnos que terminan siendo sus socios o amigos. 

Aquel discurso plástico que parecía solo sobrio, acoge una expresividad pictórica que rebasa los perfiles, como si falseara adrede obras sin terminar.

Entonces, no es extraño que aquel discurso plástico que parecía solo sobrio, acoja una expresividad pictórica que rebasa los perfiles, como si falseara adrede obras sin terminar. De ahí que lo haya convocado para conversar sobre cine y pintura; si bien él, sospecho, preferiría invertir el par.

Por lo general, especializarse en una vocación implica que a alguien se le asocie solo a determinado campo de estudio o expresión, lo que no quiere decir que uno rehúse incursionar en distintos territorios de la cultura. En tu caso, que eres artista plástico, ¿qué otras creaciones del hombre te interesan y cómo sientes que han repercutido en tu obra? 

La génesis del arte exploró casi todas las manifestaciones, desde la pintura, la música, la danza, entre otras. Disfruto mucho la música. Creo que es el puntal de mi obra, la sensación que eriza la piel cuando se escucha un buen tema musical es única. Una palabra o frase incorporada a una estrofa puede desprender ideas y comienza el proceso espiritual-creativo del sentimiento que emana del arte “ajeno”. 


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‘Los santos cuelgan de mi cuello’, de Adrián Gómez Sancho, 2020.


La danza, por su parte, me hace pensar siempre en una serie interminable de obras. Pienso en mis personajes, que se fueron creando a partir de un gran cúmulo de trabajo. Adorando y danzando en el jugueteo visual y humorístico que nace de la iconografía taurina, con seres alados e indagaciones de la figura humana. En ocasiones creo ver un ballet erótico. En otras, solo el apretado e intimista salto a la nada. Y entonces me conduzco y observo estos personajes como el propio espectador. 

He aquí algo que adoro: me convierto en un fiel espectador cuando de cine o teatro se trata. El cine cubano, por ejemplo, me apasiona. He logrado sentir con él y creo que es con el que más me identifico, por lo que recrea, por las imágenes, los movimientos. No dejo de reconocer el buen cine latinoamericano, estadounidense y euroasiático; pero lo dejo ahí, no soy gran conocedor del tema. 

El hombre ha construido y ha derrumbado creaciones magistrales que han nacido a través de la historia del arte o se han perdido con el devenir de los siglos. Me apego a las que con mayor frecuencia consumo, aunque, por supuesto, me cohabitan otros gustos artísticos o no tan artísticos, los cuales no desplazo ni menosprecio. 

En ocasiones creo ver un ballet erótico. En otras, solo el apretado e intimista salto a la nada.

Por el contrario, pienso y creo que se puede aprender a inducir otras creaciones del hombre en lo que hacemos. Nos ejercen y ejercemos influencias: la música como surgimiento, la danza que refleja el deseo de hacer y no terminar, mientras el cine desprende emociones. Todo se vuelca en el delicado tejido de un lienzo: mi espacio en blanco. 

¿Qué crees de un artista que únicamente aprende de pintura? 

“El arte es creación que nace del sentir”, diría Martí. Asumo que es la naturaleza creada por el hombre. Pero hay que estar abierto a otros saberes, otros oficios, como bien lo refleja esa hermosa frase. 

No creo que el artista plástico deba concentrar su conocimiento solo en la pintura, aunque nunca deja de asombrarnos la historia del arte visual. El artista, en este caso un pintor, debe extender su diapasón, conocer de todo aunque sea lo básico. Está comprobado que, en algún momento, se lleva cualquier tema a la pintura y no se puede pintar lo que no se conoce. Cada idea resulta una búsqueda, donde está presente el estudio que el artista o creador hace para la composición o proceso creativo. 


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‘La unión, la fe y la patria’, de Adrián Gómez Sancho, 2011.


Pienso que uno como pintor, ni en su propio mundo artístico, debe ejecutar una sola técnica. Hay que experimentar. Eso es muy rico. Hay artistas, colegas que conozco, que realizan una pintura violenta, de un realismo excepcional, y en debates o encuentros que tenemos en ocasiones me comentan que quieren hacer otras cosas. O sea, que de alguna manera sienten la necesidad de experimentar otras técnicas, siguiendo, por supuesto, lo esencial de sus obras. No ir contra uno mismo es importante. 

Hacer pocas concesiones, ¿no?

Claro. Pintar, dibujar, esculpir, hacer grabados, incursionar en distintas ramas del arte visual, conocer otros géneros artísticos, debería ser una constante en el artista. Pero muestro mi respeto por aquellos creadores que se dedican a una sola especialidad dentro del plano visual; sin duda, eso va en la persona. 

Me apropio y cito el título de la muestra colectiva Cada quien según su paisaje, realizada en el bar-galería-café Por Amor al Arte, hace ya algún tiempo. Creo que de eso se trata, de aproximarnos a otra visualidad, desde otra óptica, desde nosotros mismos, aplicando lo aprendido y reflejándolo. 

No se puede pintar lo que no se conoce.

Sin duda, uno no puede conocer solo de pintura, por muchas razones. Y eso la vida te lo va exigiendo. 

Siendo creador de imágenes supuestamente estáticas, ¿qué opinión te merece el séptimo arte? 

El séptimo arte es algo maravilloso, te deja sentir en un momento muy pleno. ¡Hay tanta magia! 

Se funden sentimientos, el espectador crea vicio de escenas reproducidas que le provocan recuerdos más allá de historias intimistas vividas en los más disímiles momentos personales. Ya lo he comentado en algún momento: no soy gran conocedor del tema, solo aprecio desde mi punto de vista artístico la composición, la fotografía, los matices que usan los directores de cine. Eso me engancha, siento que viene de ahí mi sentir hacia el cine.

Quizás otros valores añadidos me atrapen. Pero prefiero atraparlos yo primero, en la búsqueda poética y curiosa, en la noche lluviosa y sin techo. 

El cine, arte aglutinador por excelencia de todas las demás manifestaciones, acoge la pintura en obras que son más que biopics. Cuando ves una película, sea ficción o documental, ¿ cómo se enfrenta tu mirada a esos códigos que, siendo cinematográficos, tienen vínculos directos con las artes plásticas? ¿Cómo consideras que el cine enriquece a un pintor? 

Se complementan, se funden, indudablemente. El cine y la pintura se deben mucho, en mi humilde criterio. Hay que ver los diferente códigos de la pintura llevados al cine y los del cine llevados a la pintura; solo que la pintura no tiene movimiento en acción. 


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‘El enojo de la nube, parir de nuevo, de Adrián Gómez Sancho.


Pero si nos detenemos en algunas obras clásicas del arte cubano y universal, como El rapto de las mulatas, de Carlos Enrique, pintor vanguardista cubano, se ve que la obra presenta una composición que alude a lo cinético; los motivos y las formas son los protagonistas de esta pintura, una composición dinámica, dramática. Ello se refleja en una acción interior. De más está referirnos al movimiento visual que El rapto… transmite. 

Otro caso puede ser La libertad guiando al pueblo, del pintor y litógrafo francés Eugène Delacroix. Aquí, se participa del protagonismo en la búsqueda de la trama que está detrás de esta importante obra de la historia del arte. El realismo que en ella se desata, por ejemplo —realismo romántico si se quiere y lo es en verdad—, congelan o aprisionan movimientos estáticos, prestos tal vez por determinadas miradas o imaginaciones privilegiadas a perturbar la “inmovilización”. 

Es una simbiosis que aporta, me aporta, desde lo gestual, desde la luz, la composición de la escena. Es difícil que a un pintor no le guste el cine, es muy difícil. Creo que es necesario para que, de alguna manera, fluya también la creación plástica.

No ir contra uno mismo es importante.

La luz, la posibilidad de expresar el movimiento y el encuadre pudieran ser las tres características principales que el cine hereda como influencia de la pintura. ¿Qué piensas al respecto? ¿Pudiera decirse que alguien pinta cinematográficamente? 

Hay una multitud de creadores que usan varias de estas características. Unos las acentúan más que otros, como Rembrandt, que es uno de los que más me llama la atención, pues su dominio del color es impresionante. Las penumbras que sus obras poseen son únicas, la luz que en determinadas áreas enfoca la escena realza al personaje o al objeto donde siempre alude al diálogo y a la reflexión de la historicidad de la obra. 

En el cine hay mucho de pintura: está el color o lo monocromático, está la composición. La escena puede o no estar equilibrada, el movimiento. La luz es algo que pudiera hilvanar, sin duda, a estas dos manifestaciones. 

Incluso existe Mural, una obra muy impactante dentro del arte moderno. 


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‘Predefiniciones sobre rosa’, de Adrián Gómez Sancho, 2019.


¿Jackson Pollock?

Sí. Una obra magistral de Pollock, encargada por Peggy Guggenheim para la entrada de su edificio, donde luego abriría una galería legendaria en la calle 52, en New York. Es una secuencia de trazos donde hace repetir la figuración. Esto es muy parecido a la fotografía de acción. Por supuesto, la obra con un expresionismo abstracto revela a Pollock como un artista muy familiarizado con la fotografía en acción o painting in action.

Casualmente, el Museo de Arte Moderno de New York celebró una gran exposición en 1943 dedicada a la fotografía en acción de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Quizás Jackson Pollock la vio y por eso la relación evidente y tan gestual en su pintura.

Las transiciones en esta pintura parecen ser escenas repetidas, un videoarte, lo que pedía ser llevado al cine. Y así fue con Pollock (2000), dirigida y protagonizada por Ed Harris.

Se complementan, se funden, indudablemente. El cine y la pintura se deben mucho.

Goya y Van Gogh, en principio, son los pintores más tenidos en cuenta por los directores amantes de las biografías. Según tu parecer, ¿a qué se deben estas atenciones?

Siempre van a ser interesantes las películas biográficas. En el caso de los grandes pintores llevados al cine, y por supuesto, haciendo énfasis en su vida y obra, será constante el deseo de ver cómo el personaje que protagoniza al artista se pone a pintar. 

Van Gogh, por ejemplo, mueve y sacude el sentimiento del espectador. Inquieta ver a un artista sufrido, desesperado por hacer de su arte algo maravilloso. 

Hay que leer de Vincent Van Gogh sus Cartas a Théo, cuando en reiteradas ocasiones le manda a su hermano lo más novedoso que hacía por esos tiempos: sus bocetos, y así explica, con la dedicación y el más puro amor, las ideas que luego reflejaría en el lienzo. Entre otras cosas, cómo muestra sus preocupaciones, tanto religiosas y sociales, sus estados de ánimos, en fin, todo un testimonio vivido casi a modo de diario. 


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‘7ma etapa. Indecisiones’, de Adrián Gómez Sancho, 2019.


Recuerdo que en algunas de sus misivas terminaba pidiendo ayuda económica nuevamente a su hermano para la compra de telas y pinceles. Se dice que desde 1872 hasta 1890 —año en que muere—, Van Gogh escribió más de 800 cartas, casi todas dirigida a su hermano menor Theodorus. 

Creo que ahí está la magia en el caso de Vincent. Se trata de ver a un artista en total disciplina y en constante oficio, aun sin tener éxito en su tiempo, lo cual es una historia desgarradora. GirasolesNoche estrellada, son algunas de las muchas obras de este artista que hoy son joyas del arte universal. 

Van Gogh estaría tan orgulloso de ver sus obras en los más grandes museos y subastas del mundo entero, siendo contempladas por millones de personas a diario. Imagino a veces que puede llegar a hacerlo. Tanto como Goya, Rubens, Picasso, Turner, Rembrandt, por solo citar algunos. Hay en ellos una historicidad inquebrantable, muchísimas transiciones en sus vidas colmadas de mitos y tragedias. 

Siempre será interesante, conocer, desdeñar. Es riquísimo poder ver a uno de estos personajes llevados al cine biográfico y no solo de artistas; también otras figuras reconocidas en el mundo. Eso, creo, se agradece mucho; se agradece la atención prestada por los directores de cine que abordan el tema. 

Van Gogh estaría tan orgulloso de ver sus obras en los más grandes museos y subastas del mundo entero.

¿Cuál es tu película preferida sobre un artista? 

Sin duda algunaIncógnito (John Badham, 1997). La recomiendo al espectador que gusta mucho del thriller. Se trata de un falsificador de obras de arte, quien recibe un encargo para falsificar un Rembrandt. Imagínate, ¡un Rembrandt! Pero, como se sabe y se menciona en el filme: solo “Rembrandt pinta un Rembrandt”.

¿Tienes algún proyecto inmediato relacionado con el cine?

Creo que como la música‚ el cine siempre está y estará presente en mi obra porque tiende a haber un diálogo, un recorrido‚ escenas que de alguna manera están influidas por el cine y la cultura visual que he asimilado en todos estos años. Bien podría hacer una serie más adelante‚ quizás en un futuro próximo‚ para lograr una simbiosis más directa entre cine y pintura. 

Eso sí‚ si el cine llegara o reclamara una presencia más impositiva en mi obra‚ lo asumiría sin problemas. Soy de esos artistas que no se encierra en una tendencia o un estilo. Disfruto la creación en cualquier sentido que sienta y pueda llevar a la realización. 


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‘Vida que vuelve’, de Adrián Gómez Sancho, 2019.


¿Proyecto sólido e inmediato vinculado con el cine? Bueno, me han llamado para asumir la ilustración de cubierta de un libro que es sobre cine por Ediciones Aldabón. Y esto es una forma “indirecta” y sugerente de estar relacionado con él. Tendré que leer el libro y lo más probable es que me haga ver o descubrir un cine que desconozco o he mirado por arriba.

Si te hicieran un documental algún día, ¿cuáles serían tus exigencias y concesiones? ¿Dejarías total libertad al director?

He tenido la suerte de haber sido entrevistado en varias ocasiones. Son entrevistas que han quedado guardadas. De hecho‚ conservo algunos de estos registros. Si me realizaran un documental‚ le dejaría al director un amplio margen de libertad para que haga las cosas según su sello. Es su derecho y ahí le va la libertad como creador. 

Le pediría —y esto pudiera ser un lugar común en los documentales sobre artistas— que se hablara de mis comienzos. Pues es necesario saber los orígenes‚ impulsos y motivaciones de alguien que tiene algo ya‚ aunque sea un camino aún corto porque se es joven. Sugeriría que se tuviera en cuenta la familia‚ que es un puntal muy necesario para cualquier ser humano y creo que, en esta vocación de ser pintor, es un escalón fundamental para el peso de la propia profesión. Serían las exigencias, tal vez. 

En cuanto a las concesiones‚ no podría, por ejemplo, dejar que las imágenes de mis obras estuvieran alteradas por filtros o efectos ideoestéticos contraproducentes‚ que la fotografía no fuera la adecuada‚ que lo anterior no guardara ninguna relación con mi trabajo. 

Solo Rembrandt pinta un Rembrandt.

Otro asunto es que hubiera un contraste premeditado por parte del cineasta para llegar a una idea que se oculta pero está‚ o lo que está velado o en apariencia ausente esperando por la mirada activa. Eso es otra cosa a la que nunca le pondría reparos. Haría concesiones‚ si bien prefiero que el director ande con su libertad respetuosa y eso se logra solamente con la confianza que cada uno deposite en el otro. 

Es un trabajo recíproco. A partir de ahí todo nace‚ ya que todo o casi todo confluye e influye. Lo resumiría en libertad y buen gusto. Para el realizador y para mí. Y el agradecimiento, siempre por parte de uno, ante ese otro artista interesado en tu trabajo —incluso aunque sea por encargo‚ eso no determina— y que quiera registrarlo en un documental.


© Imagen de portada: Adrián Gómez Sancho.




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Catherine Zuaznábar: “Yo quería volver a bailar en Cuba” (I)

Edgar Ariel

“A veces los bailarines se exigen demostrar que son buenos. Esa etapa para mí ya pasó. He estado en grandes compañías. He bailado obras de grandes coreógrafos”.






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