El acierto con la morfología de una obra de arte se define por su contenido. Este principio suele ser parte del ABC en la formación de artistas visuales, pero no son pocos los ejemplos de piezas —pudiera decirse— efectivas, que desacralizan dicho postulado. La práctica ha demostrado que también es natural apostar a una visualidad antes de tener claro cualquier otro elemento de la propuesta. Sin dudas, todos los detonantes para decidir en qué medio realizar el proyecto ideado han terminado siendo válidos (desde el confort de una técnica hasta el éxito comercial, pasando por otros tantos menos declarados). Me resulta interesante conocer cómo se da este proceso en jóvenes autores. ¿Qué determina la elección del soporte para sus enunciados?
Entonces, selecciono a un artista para que se manifieste acerca del tema desde sus experiencias y extienda la convocatoria a otro colega, dejando abierta la posibilidad de ejecutar una cadena de invitaciones. En esta entrega les comparto la segunda intervención del “Challenge” por Carlos Vilá, que ha sido invitado por Joaquín Cabrera.
Mis inicios en las artes visuales estuvieron marcados por la fotografía. Es una manifestación que me interesa y respeto mucho; pero poco a poco dejó de ser suficiente para las capacidades expresivas que quería potenciar en mi obra, por lo que comencé a sumar otros medios. Encuentro en esta expansión más eficacia para lo que pretendo comunicar.
Consideraciones sobre historia y sociedad son recurrentes en mis propuestas. Utilizo medios que remiten al control de masas, muy ligados a la manipulación y la publicidad. Entonces, a tono con los cambios sociales y culturales de estos tiempos, he puesto en función de mi discurso las nuevas posibilidades tecnológicas. Los medios digitales me han permitido experimentar y combinar diferentes visualidades, utilizando recursos como el video, la fotografía, la instalación, el collage, el cartel y el trabajo con material de archivo.
Dedico una gran etapa a la investigación de los tópicos que voy a abordar. Como parte de esta indagación hago una búsqueda de quienes han tratado el tema que me interesa, en qué contexto y cómo lo han hecho. Me valgo de documentos, libros, películas, entrevistas, testimonios, entre otros. En la mayoría de las ocasiones este proceso llega a ser tan enriquecedor, que la idea que había tomado como punto de partida cambia radicalmente. Luego, comienzo a cuestionarme sobre cuáles son los medios idóneos, hasta decidirme por uno o por el empleo de varios. A veces se subvierte este orden y todo surge de una experimentación, un ejercicio, un sueño, una frase o una lectura, en la que desde un principio ya visualizo el resultado final.
A pesar del distanciamiento existente entre la sociedad y el arte contemporáneo, manejo el lenguaje visual como posible herramienta de acercamiento a todo tipo de espectador. En este sentido, la obra del documentalista Santiago Álvarez causó un gran impacto en mí, hubo mucho en su trabajo que me atrapó. Su ritmo, su estética y la manera que utilizaba para comunicar a través de la edición han sido referentes clave para conformar mis propios discursos.
Un poco para resumir, considero que el cuerpo de la obra forma parte del discurso. La puesta en escena es la traducción, organización y materialización de la idea. Pienso que a la hora de crear deben combinarse dos aspectos esenciales para un resultado feliz: el aspecto práctico en el que el artista procura solucionar los asuntos formales de la obra y el intelectual. En el equilibrio de ambos puede estar la solidez de una obra.
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Héctor Onel Guevara: El ‘statement’ muere y nace en el mismo gesto
“El ejercicio del ‘statement’ es de una complejidad cercana a la de una obra en sí”.