Daniel Madruga: El ‘statement’ o declaración sigue un libreto común

Inmersa en cuestiones metodológicas sobre cómo presentar nuestro trabajo, repienso la necesidad de entender y explicar lo que hacemos. Para aterrizar este asunto en un ejercicio donde el creador puede valorar la importancia de definir su práctica artística, es interesante acercarse a algunas consideraciones sobre: “La honestidad del statement”.

Selecciono a un artista para que se manifieste acerca del tema desde sus experiencias y extienda la convocatoria a otro colega, dejando abierta la posibilidad de ejecutar una cadena de invitaciones. En esta entrega les comparto la tercera intervención del “Challenge” por Daniel Madruga, invitado por Andy López Montoya.


Honesto sería mentir.

El statement o declaración sigue un libreto común; se asume como una suerte de embajador omnisciente, cuya aura acompaña el proceso creativo como ángel protector, como procurador, como gurú. 

Opera de traductor ilustre, labrando su interpretación desde estrategias actualizadas, haciendo uso constante de astucia y elocuencia; de fe y de inevitables ficciones. Es el amuleto cultural, el consenso necesario, el placebo ideal, el simulacro perfecto. Es el discurso del vencedor. 

En mis procesos, es el lobo alfa de la manada, capaz de atrapar a la presa, o en pésima estrategia termina por matar a su plebe en una interminable hambruna. Es la vitrina lista, es el traje correcto, el vino perfecto, el perfume idóneo. Es el virus en el sistema; el huevo de Cuco. 

Su razón y estructura es de dominio público (se sabe del mortal veneno en el filoso colmillo de la serpiente). De su sexo brota cada propuesta, compartiendo sus genes y mutando en guerrero, espada en mano, presto a librar batalla. Es conciso, preciso, directo, forjado con delicadeza, pero a trazos firmes, ajeno de poesías serviles y comentarios fatuos. Es incisivo como aguijón de avispa, pero dulce como cachorro indefenso.

Muchas veces el statement yace sentado a la larga sombra de la propuesta artística, o traducido en letras, queda formulado como una suerte de muletilla a la que acudir cuando la propia obra queda muda, callada, con síntomas de timidez; pero supera esas funciones para existir como brújula trucada, como átomo de uranio, como empujón en la espalda. La declaración escapa de cualquier justificación manida para ser el propio acto, la pólvora en el proyectil, el dedo sobre el botón rojo; o al menos así debería ser.


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