Localización 3/7 en la #diásporacubana de jóvenes artistas: ubicación mediante una variable de justificada recurrencia. Esta vez he seleccionado a Jenny Feal, radicada en Lyon.
En síntesis, defines tu obra como “una búsqueda y encuentro de sensaciones sin límites”. ¿Cuánto ha perfilado tu trabajo el hecho de no permanecer en Cuba?
Es cierto que para los cubanos existe Cuba y el resto del mundo, al menos para los que como yo tenemos nuestro país en una zona de identidad y nostalgia triste. Podría empezar a darte sensaciones y sentires, porque como ser humano la experiencia empieza por ahí. Cuando te alejas de algo que te resulta muy cercano, tu trabajo transita en otra dirección, ocurre un despertar.
Te diría que mi trabajo perfiló en libertad, encuentros multiculturales, duelos, espacios increíbles, publicaciones y mucha mejor energía. Este proceso empezó hace casi diez años.
En estos momentos estamos viviendo una época distinta, de muchas libertades y considerables aperturas de espíritu y de respeto. Todo esto se refleja también en nuestro trabajo. Creo que cuando estaba en Cuba gozaba de muchos anhelos, ideas, quimeras. Todo ello se lo agradezco infinitamente a los profesores y técnicos que me regalaron su saber. Vivir, estudiar y crear en Cuba incentivó lo que soy hoy como profesional, arraigada en inquietudes y tanta disciplina: el no poder quedar mal, que te regañen, justificar la plaza que ocupas en una escuela de arte, tener que cumplir, esas exigencias adoctrinadas que nos enseñan a ser ejemplares desde chiquitos y en cualquier medio.
Luego ayuda, ¡por suerte!, entender que el arte también puede ser algo muy divertido, más allá de esa idea de decoro del artista como ser consecuente y radical. Llegar a otro tipo de educación, de libertades y de mucha información, que ya había comenzado con la IV Pragmática Pedagógica de René Francisco, a quien quiero y respeto, fue un cambio lento pero muy bello; poco a poco te vas abriendo, sales naturalmente de ese extraño personaje.
Creo que el mayor sentimiento ha sido la libertad. Después, todo llega. Mi trabajo creció mucho. Me nutrí de nuevas experiencias y encuentros. Y sobre todo de mucha simpatía. Amor, también, hacia lo que es importante para mí, y eso lo quiero preservar siempre en mi trabajo, en mi librito individual.
Mis instalaciones, sobre todo, han vivido disímiles encuentros sin mi persona, y todos, hasta donde sé, han sido geniales. Hay tanto que viaja sin ti… Se va, se recrea para entrar en otros continentes, y te olvidas de dónde vienes, ya no intervienes en esos temas, ni en esas etiquetas que pensamos erróneamente que ayudan a los demás a ponerte en un contexto, como puede ser el del arte cubano, del arte francés, o el de la joven creación. Las personas, a veces con preguntas extrañas, van descosiendo esos clichés sobre el arte cubano y van discursando sobre una comunicación vociferada por la mundialización. Hay que abrirse.
Disfruté mucho de una enseñanza artística muy diferente en Francia, principalmente durante la maestría que cursé en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Lyon. En ella, lo que me ayudó por sobre todas las cosas fue la importancia de mostrar mi trabajo oral y formalmente, ya en un espacio de exposición. Pude hacer producciones en bronce, en aluminio, imprimir libros míos, y trabajar un sinfín de medios tradicionales y modernos. Eso sí: aún sigo buscando un taller de cerámica más bello y divertido que el del ISA; lo extraño mucho.
En Europa es difícil vivir como artista, vivir de ello, pero claro que es posible y, cuando lo logras, es un deleite personal tremendo. Te sientes plena, y quieres ir a por más. Por algo nuevo. Te preguntas a dónde te llevará el dirigible… Lugares, personas, galerías. Al menos en mi caso, mi trabajo fue liderado por un tiempo récord que yo misma me impuse, y se llamaba firmeza.
Jenny Feal, A la sombra y con sombreros, 2020.
Cortesía de la artista y de la Fondation d’entreprise Martell, Cognac, Francia.
Pienso que el trabajo habla solo, y las invitaciones se reciben. Mis instalaciones muchas veces llevan silencio, y este mismo silencio hace que, en respuesta, las palabras del público me lleguen a través de diferentes suertes; es muy bonito, y esto comenzó en Cuba. El sentimiento de extrañeza, de curiosidad que despierta, hace que muchas veces se instale un segundo, tercer, cuarto sentido. Te sorprendes de que existe, y despierta sensaciones encontradas. Asumes que la obra ya no te pertenece; es lo que más me gusta.
Aquí me desprendí de eso; me relajé al entender que no se tiene el control sobre todo. Ha sido muy bonito ver que a través del arte se pueden tener conversaciones personales y vivenciales de diferentes tipos, y por muy diferentes que sean los estilos de vida y las clases sociales, el sentir y la sensibilidad llegan a todos, no se deben subestimar. He encontrado y contado con personas extraordinarias, que tienen la posibilidad de hacer las cosas, que creen, que pueden, que acompañan con un respeto colosal. Hacer simples las gestiones, las que sean, para poder producir, aligera tu tiempo y tu energía y te proporciona permanencia.
Los talleres que he impartido últimamente escapan hacia los campos del psicoanálisis y de zonas de las que a veces ya no sé cómo volver, qué hacer con esas personas. Nos volvemos a ver y seguimos conectados. Es muy extraño: a mí me encanta esa sorpresa de lo qué va a pasar, soy tan espectadora como partícipe; surgen anécdotas muy graciosas, y otras terriblemente conmovedoras.
He tenido la suerte de participar como artista y profesora en residencias de arte, en los Ateliers Médicis, en zonas rurales, invitada por el Ministerio de la Educación y el Ministerio de la Cultura de Francia. He impartido talleres de performance y grabado en museos y centros de arte para personas ciegas o débiles visuales e individuos vulnerables, como mujeres frágiles de salud, indocumentadas y víctimas de mil atrocidades, pero con una valentía y una coraza impresionantes. He creado con y para niñas huérfanas en la República Democrática del Congo, y fui invitada por Manifesta y MyDay a iniciar en el mundo de las artes plásticas a un grupo de profesionales que buscaban reconducir su futuro laboral.
Todos estos acontecimientos me han abierto mi espectro sobre la experiencia del arte. Es hermoso sentirse humano y conectarnos fácilmente. Las diferencias existen, las igualdades también, solo hay que practicar el respeto. Dejas a un lado tu propia historia y reciclas hábitos y filosofías personales. Se puede lograr mucho con la palabra, con un gesto, con un texto, con una visita.
Tengo muy buena relación con mi galerista parisina Dohyang Lee. Hace más de tres años que trabajamos juntas. Cuando se presenta el momento y existen las condiciones, una galería privada puede ser muy positiva para un joven artista. El acompañamiento y el apoyo son mutuos.
Jenny Feal (La Habana, 1991).
También es gracioso exponer nuevamente con artistas amigos, reencontrarnos fuera de Cuba, en otros contextos. Los caminos se reencuentran. En Lubumbashi expuse con René Francisco Rodríguez, y en el Medio Oriente, gracias a la curadora Sara Alonso Gómez, me tocó exponer con artistas queridos como Elizabeth Cerviño, Yornel Martínez, Reynier Leyva Novo y Wilfredo Prieto.
Las residencias y las becas han sido cruciales en mi trabajo fuera de la Isla: Villa Médicis en Roma, Calle C en la República Democrática del Congo, Adera en Francia, entre otras. Las residencias de arte brindan espacios y recursos para producir y vivir, son muy prolíferas para un artista. La invitación de la Bienal de Lyon y del Palais de Tokyo a exponer en el Museo de Arte Contemporáneo de dicha ciudad, fue muy provechosa para encontrar un público más amplio, prensa, mecenas y demás profesionales, principalmente de la cultura europea.
A la par de este proceso, he seguido trabajando de forma regular con artistas, curadores e instituciones culturales cubanas: ese cordón se vuelve más robusto. Me intereso mucho por lo que se hace en la Isla. Ahora mismo, todos estamos atentos a lo que sucede allá. Admiro y me solidarizo con quienes trabajan por la libre expresión y por la sociedad en general.
Localización de Yonlay Cabrera en la #diásporacubana
“Creo en las ciudades, pero no en los estados-nación. Cuba es solo un paso más en una jerarquía que incluye a San Nicolás de Bari, el Caribe, Latinoamérica, el planeta Tierra. Y no es que no sea importante ser de Cuba, pero en lo que respecta a mi trabajo, tiene la misma significación que el hecho de llamarme Yonlay”.