Inmersa en cuestiones metodológicas sobre cómo presentar nuestro trabajo, repienso la necesidad de entender y explicar lo que hacemos. Para aterrizar este asunto en un ejercicio donde el creador puede valorar la importancia de definir su práctica artística, es interesante acercarse a algunas consideraciones sobre: “La honestidad del statement”.
Selecciono a un artista para que se manifieste acerca del tema desde sus experiencias y extienda la convocatoria a otro colega, dejando abierta la posibilidad de ejecutar una cadena de invitaciones. En esta entrega les comparto la cuarta intervención del “Challenge” por Yoxi Velázquez, invitada por Daniel Madruga.
“Yo soy yo y mis circunstancias”.
José Ortega y Gasset.
¿Por qué necesitas una declaración artística?
Frecuentemente, el statement ocupa la primera línea de información entre el artista y su consumidor. Hace acto de presencia, “representando” al creador cuando el portafolio cae en manos de coleccionistas, curadores, galerías y museos. Acompaña cada obra, como pastor al rebaño, ocupándose de evitar descalabros interpretativos. En ocasiones comparte sala con las propuestas, a modo de recordatorio tangible de las ideas generadas por el artista, cual soldado fiel a la defensa de un ideal. Es la voz en mute del creador, ocupando la primera página en este universo digital donde ya es terreno común del arte.
Por ese carácter protagónico, eso que solemos llamar Declaración de Artista nos coloca ante un estado paradójico de regodeos metafóricos, entre el parecer y el ser.
Así surgen tendencias, “estructuras de hormigón”, a las que se acude con frecuencia para forjar un statement:
Común es encontrarnos preferencias por declaraciones cargadas de decorados superfluos, puertas traseras del comentario carente, porque, primero muertos que aparentar bajo vuelo poético; primero muertos que carecer del espíritu creador convulso erradamente emparentado con el decir embelesado.
También están los que asumen el acto, como una ecuación matemática, marcada por pautas y normas inviolables, según cánones estipulados, a partir “bibliografías” fantasmas.
Entonces me pregunto: ¿dónde queda la sinceridad para con la obra y las directrices conceptuales que nos llevaron a ella? ¿Es un sacrilegio asumir este ejercicio desde la pura sinceridad? ¿El arte se convierte en un océano de apariencias, en el que la amenaza de tsunamis es constante?
La aparente ingenuidad de un proceso creativo emana de un volcán convulso de sensaciones; lo interesante es ver hasta dónde puede llegar esa lava aún hirviendo.
El arte es la práctica social de la emoción, una herramienta de la sociedad que traslada los aspectos más espirituales y personales de nuestro ser a la rueda de la vida social. El artista contemporáneo juega a las apariencias. Blande esa espada para evitar cabezas de serpientes que puedan vulnerar su armadura. No hay espacio para correr riesgos ante posibles carencias, y la espada se agita con más fuerza, lo que puede ocurrir que ese “performance” se descubra cursi, decorativo, agotado en ideas y vano de significados.
Es entonces cuando el statement se transforma en balsa, rescatando con regodeos lingüísticos y filosóficos todo aquello que no es la obra; pero no importa, una mentira bien aprendida y lo suficientemente repetida puede ser perfectamente tu Declaración de Artista.
Prefiero un comentario certero, limpio, directo, aunque parezca brusco. Que el poema sea visual, que las propuestas enamoren solas —creo en el amor a primera vista—. Que el discurso sea afable, limpio, coloquial, como un café vespertino junto al mar, en buena compañía. Que el tartamudeo sostenido y simétrico del comentario absurdo esté lejos de mis propuestas; es mi declaración.
Galería
Alberto Alejandro Rodríguez: La curaduría… una obra más
“Mis circunstancias me han llevado a asumir el papel de artista y también, prácticamente de manera inconsciente, el de curador y mediador”.