Gustavo Solar: En el futuro sociedades enteras harán performance

En la escena cultural latinoamericana, el chileno Gustavo Solar es un performer y estudiante de la mente humana, filósofo o pensador corporal donde los ademanes pueden ser tesis completas sobre la vida, el amor y la muerte. 

En sus más de diez años de carrera ha sabido exponer alma, pensamientos y deseos desde el pequeño espacio discursivo y expositivo que es su propio cuerpo. Un cuerpo que ha sido sometido a la opresión de otros y a la suya misma, buscando sus fronteras y desbordándolas. 

Gustavo fabula desde un cuerpo que habla la compleja lengua de los gestos. Desde ahí nos está diciendo todo. Escuchen.


¿Cómo fue tu inicio y acercamiento a la performance? ¿Quiénes fueron tus primeras influencias? 

Creo que el poder de los pequeños formatos, junto con el de la autogestión, fue la base de una pasión que arribó a ese acercamiento al performance. En principio son muchas influencias y no se refieren solo al espectro de la formación académica como tal, de hecho, las primeras se funden con otras más antiguas. Siempre me he considerado un recolector. 

Crecí en una familia cristiana y de pequeño me recuerdo haciendo “juegos litúrgicos” como un pequeño fan; me apasionaba ese orden reiterativo que absorbía de la eucaristía, la ofrenda y poner en otro valor las acciones. Algo relevante quizás para sostener “un más allá” aquí.

Por esta razón, entrando en mi adolescencia necesité múltiples puntos de inflexión, volcarme hacia todo el paganismo que no había experimentado. Eso generó tensiones que convergieron en estudiar artes plásticas en la universidad de Chile. Y si bien no me sentía cómodo en ese “lobby-relación” extractivista, tenía esperanzas de otras figuras que pudieran llenar ese faltante que nunca se subsanó, pero fue y es actualmente motor de mis búsquedas y de mi mirada. 

El lugar que ocupa el deseo en esa búsqueda es también un gran motor. 

Pero apuntando al inicio como algo narrativo y sobre todo cuando me preguntan sobre referencias menciono como lugar físico y simbólico una okupa (una ocupación cultural) que había en calle República, en Santiago de Chile. 

Este espacio es un lugar crucial porque ahí se torturaron detenidos y desaparecidos en dictadura. En ese entonces, a mis 18, tome talleres de danza Butoh con Lobsang, un gran maestro y un anarquista que quiero mucho. 

Recuerdo que tomé también un curso de esperanto y otro de performance,  donde conocí a Gonzalo Rabanal y a Samuel Ibarra, dos de los fundadores de la Bienal Internacional Deformes. Ellos se configuraron como una trinidad iniciativa. 

Por otro lado, nadie en la universidad fue tan desbordante o de gran inspiración, como las amistades que tenía en ese entonces. La amistad siempre ha sido un afluente de mucha inspiración y tragedia. También, atesoro mucho eso.

Otra influencia creo que es ser hijo único y ese tiempo que los hijos únicos tenemos para jugar solos, y esa particular relación que tenía con los objetos en mi primera infancia. Por supuesto, dejando por fuera la constelación familiar, ¡es inevitable que mis referencias sean esas! 

Más ahora que estoy estudiando psicología. Pienso que es crucial ver esos puentes. Tengo la convicción que cuando hay que hablar de referencias hay que tomar el desarrollo de una biografía completa y la singularidad de lo que se expone y lo que no.

En varias de tus performances has colaborado con otros artistas. Incluso con tu propio padre. En tus escritos y entrevistas has declarado que es muy importante para ti la colaboración y el colectivo. También en tu manifiesto afirmas que un «un artista de performance debe amar profundamente a otro artista de performance antes de morir». Háblame un poco de estas ideas: el espacio colectivo, la colaboración y el amor en la performance.

Siento que la colaboración es una bella imposibilidad, por un lado tiene un potencial idealista y una sensación inabarcable, que es de algún modo su opuesto. Recuerdo que siempre cuando arrancaba la idea de una acción pensaba en su versión ideal. ¡En su versión imposible de realizar! Y en ese arranque había algo de mí que quería escapar de sí mismo a esa gran imagen esperada. 

Por eso una relación vinculante con otros era la consecuencia más próxima y honesta de realizarme en ello, mis vínculos son ese manifiesto imborrable de haber vivido aquí. Por eso es importante el desborde en ellos y ellos en mí como un prisma. A veces pensaba que era como casarme con todos ellos o algo así, como una ritual de paso, que para otros quizá no es relevante. 

En mí ha sido una misión crucial, quizás para recordarlos, recordar que son o fueron amores, fueron familia. Pero más en profundidad, es para realizarnos en un modo alterno a los roles que somos; una liberación de los roles que vinimos a interpretar. La performance es eso: amar en alteridad, desenvolvernos en un nuevo mundo y afirmar que seguimos siendo en plenitud. 

En mi caso ha sido inevitable colaborar con las personas que estoy vinculado o vinculándome. Creo que la vida, no de manera forzada, está ya muy estrechamente unida en sentido. Es muy osmótico que todo lo que lleve a cabo se moje entre sí,  salpicándose. 

De hecho, para mí, son modos de comprensión de algo que habita en nuestra profundidad, es decir,  que en un gesto o acto podemos hacer, vislumbrar o parir. Incluso acelerar procesos que en lo cotidiano irían más lentos o no se activarían.  Pasar al acto, algo así como existen los pensamientos intrusivos.

Creo que el performance infecta o sana a su modo. Es un engranaje energético de gran poder, o de mínimo poder, dependiendo de la intencionalidad de uno y  del colectivo. 

Pienso en el yoga, o en los pases mágicos de los toltecas, en las mismas constelaciones familiares, danzas sagradas o  en el ocultismo, que sabe mucho de esto. Pienso en los brujos, los chamanes. Pero el performance va más allá porque sabe del  fracaso también y no solo sabe de la efectividad, por eso rompe con la noción de productividad o de gimnasia que tenemos sin querer o queriendo en nuestras expectativas.

¿Qué papel ocupa Latinoamérica en tu trabajo? 

El performance fue como esa revisión, como una necesidad terapéutica de romper con las formas que se esperaban de mí y posicionar otras nuevas, transitorias; de lo que sí era posible y no se me había mostrado. 

Estas nuevas formas engendradas eran como huérfanas, aunque siempre he pensado que las formas que trae el performance pueden tener contexto, es decir, ejemplo “Latinoamérica”. 

Este mismo contexto está como “por venir” o está siendo muy en el desaparecer. Pienso que ocupo ese lugar, el lugar de esa desaparición y amo esa relación consecuente. Si ocupé algo de la escena también ocupé el eco, la mancha y el instante; y esa muerte simbólica es un regalo porque todo es transitorio y ese es el mensaje profundo y sacro del gesto y del movimiento en sí. Todo es para ser otra cosa. 

Ir al performance puede verse como ir a contracorriente, pero en realidad se está profundamente alineado con las leyes cósmicas o preexistentes para que no suene pretencioso. Sin desmerecer el territorio, se trata de lo contrario, de ocupar un territorio incluso más amplio. Espero haber hecho eso o estar haciéndolo.

En tus más de diez años de carrera, puedes compartirnos algunas anécdotas que hayan ocurrido en el marco de tus performances. ¿Cómo ha sido la interacción con el público? ¿Qué sensaciones has experimentado antes, durante y después de una performance? 

Bajo el clima de movilizaciones de estudiantes en el Chile previo al estallido social, el país era un territorio anestesiado por un sistema cerrado al vacío. Todo esto fortaleció en mí y en otros vivir experiencias en paralelo al estamento oficial. 

El performance creo que siempre será una dificultad institucional, es un hecho que es difícil de maniobrar y ha sido vetado en muchos lugares. Es un poco bastardo en el sentido de la orfandad que mencionaba. El público, como tal, siempre siente un poco esto. Algunos lo relacionan con la locura, y me gusta eso, es una exclusión. Yo siempre estaré en esa locura o la bordearé. 

Ahora mismo estudio la psique humana como algo general, pero yo siempre apunte a la minoría, incluso en la minoría cognitiva hay minoría. Mi trabajo es para esa minoría de la minoría y ahí estoy yo también como espectador o como loco. 

Anécdotas hay muchas, creo que la más interesante fue una vez que tenía que sacarme sangre en vivo con una jeringa  y no salió, y me puse a beber del agua que estaba en el suelo. Algo primitivo se activa cuando el error u otro elemento entra a hacerte renunciar a la lógica interna del trabajo.

Siempre para finalizar pregunto a todos los performers que entrevisto qué es para ellos la performance; pero en tu manifiesto está muy bien definido. En uno de los puntos escribes: «En el futuro sociedades enteras harán performance» ¿Cuánto de performático hay en nuestra sociedad actual? ¿El performance ha ganado o ha perdido terreno? ¿El performance es necesariamente arte o es simplemente performance? 

No sé si es muy pronto porque aún no lo veo, pero intuyo que muchas prácticas se fundirán entre sí. Es obvio pensar que las performances serán ciencia o cultos religiosos fundidos en otras categorías. El cuerpo será una tela más compleja que la que es hoy y eso es seguro. 

El sistema nervioso y su interioridad, será un exterior, y así. Sociedades completas harán performance en el sentido de ese descubrimiento que podría ser copernicano y que podría ser acá mismo.

Creo que la performance post Marina Abramovic pierde y gana, hay un modo de ser proxeneta de este proceso que me da pena. Pero también hay realidad, batallas que dar que son en pequeño formato y ese es un lugar también, es un modo de ver el tercer mundo que seguimos siendo. E

l pequeño formato es residual porque todo cae desde una altura que no conocemos nunca, que es la altura que propone la hegemonía cultural donde no estamos. Por otro lado, no es un cliché creer en esto: estirar el borde es algo que siempre ha existido. Ahora, vender el borde como gentrificación urbana también es una obviedad, ningún proceso es ingenuo. 

Pero sentir esta primero, no hay batalla que dar si no está el alma puesta en ello. Hay que ponerse completo y algunos le llamaran “poner el cuerpo”. Hacer performance es una de tantas formas de estar y poder realizarte en un mundo de fuerzas que comprime cada minuto de nuestras vidas a una velocidad que no regulamos. Por eso, sentir es primero. 

Si sociedades enteras harán performance dependerá de cuánto sientan, de cuánto aprendan sobre sentir y emocionarse. La vulnerabilidad juega ese gran rol. Si no estuviésemos abiertos y sensibles estaríamos doblegados, es una paradoja exquisita.


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© Imagen de portada: Gustavo Solar, El buen salvaje, 2013.




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