Maria Adela Diaz: no puedo deshacerme de mis raíces

Maria Adela Diaz es una artista guatemalteca con más de veinte años de carrera. Mediante su cuerpo aborda problemáticas globales como la migración, la violencia, la opresión y la libertad. Diaz practica la performance desde la colectividad, la sanación y la reconstrucción de los cuerpos políticos y sociales. 


¿Cómo fueron tus inicios en la performance?

Inicio en el arte del performance al tener que enfrentar limitaciones en espacios artísticos y galerías. El arte performático empieza con la necesidad de expresar mi posición como mujer en un país patriarcal como Guatemala, donde las mujeres no tenían presencia ni se les tomaba en cuenta en esa época. Me interesaba hablar de esa temática desde el margen y así salí a las calles a hacer un arte de protesta que está accesible para todos. Utilizar mi energía y mi cuerpo en acciones públicas era mi propuesta de denuncia.

¿Quiénes fueron tus primeras influencias?

No vengo de la escuela del arte sino del diseño, mi primera escuela fue investigar por mí misma lo que era el arte del performance y porque sentía la necesidad de trabajar con mi cuerpo. Al realizar acciones en el espacio público, el performance se convirtió en una forma de auto-sanación mediante esa experiencia compartida y vivida con el público en las calles. Me di cuenta que podía seguir creando intervenciones en esos espacios políticos. Mis primeras influencias fueron de artistas como Ana Mendieta, Marina Abramovich, Susan Lazy y Louis Bourgeois. Junto con un grupo de amigas artistas, Jessica Lagunas y Regina Galindo, hacíamos reuniones para así investigar y aprender más acerca de arte contemporáneo.

En tu trabajo, la migración representa un pilar fundamental. Has dedicado varias de tus obras como Borderline (2005), Caída Libre (2006) y Rastros (2019), a discursar sobre los conflictos de lxs migrantes latinxs. ¿Cuáles han sido los retos a la hora de crear obras enfocadas en esta temática? 

Al ser una migrante me hace reconocer y trabajar con el concepto de desplazamientos y migraciones; reconociendo mis propias limitaciones y cuestionando las diferencias que existen entre inmigrantes y no migrantes. Al reconocer estas diferencias empiezo a producir una obra que abarca problemas sociales más globales ya que me compete crear obras que cuestionen y pongan a la luz esas diferencias. En mi obra me refiero a que lo personal es político y esa obra es la que hace conectar al espectador. Cuestiono al sistema y las relaciones políticas con el público en general, y no solamente segmentado como en una galería.

Como mujer y artista migrante, ¿cómo es vivir y hacer arte lejos de tu país de origen?

Creo que ser artista mujer en cualquier parte del mundo no es fácil. Hacer arte y que se te tome en cuenta no es algo que nos pasa a todas. Es más accesible que se te tome en cuenta viviendo en tu país de origen y así ser representada. En mi perspectiva, solo sigo trabajando fuera o dentro de mi país; no condiciono mi obra a un lugar específico. Los temas que confronto son más globales que personales y/o específicos de un lugar.

En una de tus obras titulada Vida en el Campo de Batalla (2007) desarrollada en Venezuela; realizas una instalación performática con cincuenta mujeres siendo plantadas por hombres. ¿Cuáles fueron las experiencias en esta acción colectiva? 

Esta obra habla de la explotación y el tráfico ilegal de mujeres que son exportadas y utilizadas como trabajadoras sexuales. Venezuela en esos años tenía una alta tasa de tráfico ilegal de mujeres. Mi intención era sutilmente y de una forma surrealista mostrar el problema por medio del arte. La instalación se basó en plantar a 50 mujeres en el centro de la ciudad de Caracas, estas mujeres fueron plantadas por hombres que en este caso invertía la idea del abusador y lo convertía en un transformador, conservador de las vidas de estas mujeres. Esta es una obra que transformaba la idea agresiva de la explotación como una acción renovadora que prometía una tierra donde la mujer es dignificada y no aniquilada. 

Muchos artistas latinxs emigran, protestan, se enfrentan al poder. Además de este continente en común, tenemos rasgos, y más evidentes en la performance, que nos unen. Para ti, ¿qué significa ser performer latinoamericana? 

No puedo deshacerme de mis raíces y crear un personaje diferente. La obra que produzco tiene una gran carga política; la cual me hace seguir protestando, seguir gritando mi inconformidad con los sistemas de opresión y violencia que existen alrededor del mundo. El haber migrado y vivir en los Estados Unidos abre mis horizontes y me doy cuenta que los problemas sociales son los mismos tanto aquí como allá, especialmente en lo que se refiere al cuerpo femenino que es de donde parten mis descontentos. 


Web: www.mariadeladiaz.com
Instagram: @maria_adela_diaz


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© Imagen de portada: Maria Adela Diaz, Intransit, 2016.




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