La obra de Aimée Joaristi abarca muchos campos del arte, como la escultura, el video, la fotografía, la instalación, la performance; pero es sobre todo la pintura la que defiende con ahínco desde siempre: una pintura abstracta, gestual, donde están ausentes las referencias figurativas y la composición jerárquica, para concentrarse en los valores cromáticos y explorar sus efectos retinianos, los elementos expresivos y enérgicos permitidos por el gesto como una liberación de una especie de determinación caótica.
Aimée Joaristi enfoca la pintura como un espacio meditativo donde el inconsciente, lo intuitivo, lo emocional, lo irracional, el azar, han guiado siempre su mano para interrogar las nociones de flujo y de infinidad. Hay una total liberación de la composición en su obra, que fusiona lo orgánico con lo abstracto y donde solo las diferencias de densidad de los colores y de las líneas indican los grados de profundidad.
Se trata de una obra muy vinculada con la naturaleza, el mundo natural y las fuerzas primordiales, ya que para Aimée Joaristi el arte (la pintura en particular) y la naturaleza forman un todo, una fuerza de vida, una “necesidad interior”, una energía espiritual.
Lo que intriga en su pintura es el cúmulo de referencias, de capas, de niveles de lectura, que le dan una gran calidad narrativa. Aimée Joaristi es una artista comprometida cuyas obras se despliegan en su evolución monumental, en su dimensión de plenitud. El pathos no tiene cabida en esta obra donde el lirismo es interior, donde observamos el tiempo y escuchamos el silencio.
Es una obra que parece revelar gráficamente lo que Rimbaud expresó con sus versos; esto es: nuestros “latentes nacimientos, las púrpuras, escupida sangre, risa de ira en labios bellos ebrios de penitencias, vibraciones divinas de los verdes mares, paz de los pastos sembrados de animales. ¡Oh, supremo clarín preñado de estridencias extrañas, silencios atravesados de Mundos y Ángeles; oh, el Omega, fulgor violeta de Sus Ojos!”.
Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…
Con el triunfo de la Revolución y la nacionalización de las empresas familiares, mi padre decidió salir de Cuba para criarnos en un mundo libre. Mi infancia en Cuba duró dos años y medio, ya que en la década del sesenta abandonamos la Isla rumbo a Miami. Luego, a los pocos meses de vivir en Coral Gables, mis padres tomaron la acertada decisión de trasladarnos a Europa, en particular a España, de donde provienen mis abuelos paternos y bisabuelos maternos.
Durante mi infancia y juventud, Cuba era para mí tan solo un inventario de pasajes e imagineros familiares. Te puedo hacer énfasis en uno de ellos, que me describió mi padre Celestino. Cada vez que lo evoco me pongo sentimental y lloro…
El día que Castro entró con su ejército por el Malecón de La Habana, se estaba celebrando allí una fiesta para presenciar el espectáculo mediático del triunfo de la Revolución. Gran parte de los reunidos en el lugar pertenecían a la alta sociedad empresarial cubana, y brindaban con champán. Mi padre también estaba presente; tomó a mi madre del brazo con cariño y le dijo: “Aimée, mira bien a tu alrededor, este será el día más triste de nuestras vidas”. Mi padre, que no simpatizaba tampoco con el gobierno batistiano, ya estaba liquidando propiedades desde hacía algún tiempo, porque veía acercarse un cambio político radical e incierto.
En mi primer viaje de regreso a Cuba, en el año 1999, fui a visitar la gran nave industrial semiabandonada de Luyanó, que pertenecía a la familia. A lo largo de ella pasaba el ferrocarril y recogía las estructuras de acero para ser transportadas a los diferentes puntos del país. Al llegar a la entrada pedí permiso al custodio de turno para poder visitar las edificaciones. Se acercó un señor mayor a la puerta y me preguntó: “¿Usted es la hija de don Celestino Joaristi? Hasta el día de hoy lo extrañamos. Esto es una sombra. Pase adelante, por favor. ¿Quiere ver el escritorio que fue de su abuelo y después de su padre?”.
Y, efectivamente, allí estaba el escritorio de caoba, maltratado y lleno de papeles, testigo imponente de una época y del paso dramático del tiempo. La empresa familiar fue fundada por mi abuelo don Pedro Celestino Joaristi, quien llegó a tener la ferretería más importante del país, anexa a ese complejo de producción de acero.
¿Cuál fue tu primera emoción estética? ¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista de la plástica? ¿Cuándo piensas que el arte se convirtió en el centro de tu vida?
Mis primeras emociones estéticas se empezaron a manifestar frente a las estampas del artista español Salvador Dalí. Podía comprobar el potente surrealismo de su obra y sentir que me identificaba con él, que podía llegar a ser parte indisoluble incluso de su espíritu imaginativo y poético. Pasaba horas enteras observando los libros de este artista que teníamos en la biblioteca de casa. También a partir de ese periodo de confrontación bibliográfica tuve mi primer acercamiento al expresionismo abstracto desarrollado en España.
De la mano de mi tío visitaba también las galerías casi todas las semanas. Entre ellas, recuerdo perfectamente la de Juana Mordó, una de sus íntimas amigas. Me fascinaba oírlos hablar de arte. Mordó le mostraba obras, mi tío opinaba sobre ellas y siempre me estimulaba a que expresara mi criterio. Yo tenía apenas unos seis años de edad. También visitaba con mi padre, un hombre ilustrado fuera de serie, cuanto castillo, palacio, iglesia o pueblo estuviera a nuestro alcance los fines de semana. Como podrás darte cuenta, mi estética infantil fluctuaba entonces entre la arquitectura y la pintura.
Hasta podría decirte que descubrí de manera temprana, durante mis años de estudios académicos, las funcionalidades y ventajas de mis habilidades artísticas. Cuando se me hacía difícil hacer una tarea en las materias de ciencias, matemática o geografía, sencillamente les pedía a mis compañeros aventajados que me las hicieran a cambio de hacerles yo a ellos los trabajos relacionados con el ámbito artístico. En ese periodo tomé conciencia del valor del “insumo”; de la capacidad de negociación que tenía en mi poder.
El recorrido por las artes plásticas ha sido una constante en mi vida, y no pudiera determinar el momento exacto de su despunte. A nivel profesional me he desarrollado como interiorista, como arquitecta y como artista visual. Todas son profesiones de un alto nivel de interrelación creativa y estética.
¿Qué formación tuviste? ¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste?
He asumido de manera autodidacta casi todo aquello a lo que me he dedicado, y eso no ha constituido obstáculo alguno para desarrollarme con éxito y obtener importantes reconocimientos. Pero estudié arquitectura de interiores en Madrid. Allí comencé con pequeños trabajos, como la primera peluquería unisex de España. Luego estudié diseño publicitario en Nueva York, en los ochenta. Inmersa en los mundos paralelos que se potenciaban en aquella ciudad cosmopolita —la moda, la publicidad, la cultura pop, la explosión visual de MTV—, logré perfeccionar mi universo plástico; y lo hice además sin desaprovechar un minuto para divertirme en la meca de las fiestas: el Studio 54.
Valoro más las enseñanzas de la vida que las enseñanzas académicas formales. Mi vida ha transcurrido entre ciudades europeas y americanas de una cultura en ebullición, dinámica, y de cada una de ellas he adquirido experiencias, conocimientos. Sin embargo, nada apreciaría más en mi situación actual que esos espacios de silencio, de contemplación y aprendizaje intuitivo, que me proporciona la naturaleza exuberante de Costa Rica.
¿Qué es el arte para ti?
La mayor de mis pretensiones; el más arduo de mis retos; el único tema que me quita el sueño; una obsesión cotidiana…
¿De qué manera has evolucionado como artista? ¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?
Yo me atrevería a invertir la respuesta… Mis ideas sobre el arte no son las que cambian, sino mis perspectivas sobre las técnicas y los modos de representación. A partir de esa necesidad imperiosa de prueba, de ensayo creativo, que pasa con mucha frecuencia de la pintura al video, del video al performance, del performance a la instalación y a las intervenciones, es que pudiera asegurar que he avanzado, y hasta evolucionado; que estoy lista para mostrar al público especializado, o simplemente empático, una alternativa coherente de fluir como creadora.
¿Cómo definirías tu práctica artística?
Multifacética… Aunque considero a la pintura la más compleja de todas las manifestaciones, y en ella me aplico con más interés.
¿Cómo contemplas tu estatus de creadora en el siglo XXI?
No tengo, ni quiero ostentar estatus alguno. Tampoco quiero ser una artista “de moda”, porque lo que está de moda pasa y se refuta rápidamente.
¿Eres reacia a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?
No creo prudente insistir en una retórica individual; redundar en algo que parece demasiado obvio. Muchos lo afirman y yo lo creo: soy una artista bastante efusiva, extrovertida. El arte que hago, habla bastante por mí. Prefiero a veces el misterio ajeno, la especulación de los otros.
Respeto a los críticos, a los curadores e historiadores del arte; no tengo reparos en acercarme a ellos. Me agrada la función complementaria que desempeñan. Jamás me atrevería a usurpar sus roles mediáticos, sus medios de vida y progreso.
¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?
Los artistas españoles son los que más me han influido. Por ellos llegué a convertirme en artista. Me refiero a Saura, Tàpies, Miró, Dalí, Picasso, por solo mencionar algunos de los más importantes que comencé a estudiar desde muy temprano.
¿Cuál es tu apreciación respecto al arte cubano contemporáneo?
Lo que más me llama la atención es el arte polémico, contestatario, sobre todo en su versión performática. Me interesa la obra de carácter social o sociopolítica que busca cambiar para bien los destinos colectivos. Más allá de artistas y técnicas específicas, simpatizo con algunas actitudes, gestos, como el de San Isidro o el 27N, que abarcan todo tipo de generaciones, tendencias, credos e idealismos.
¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos? ¿Y con los otros?
No mantengo relación directa con artistas cubanos. Me he vinculado a algunos de ellos eventualmente a través de las redes sociales, que es una plataforma suficientemente rica como para intercambiar y sostener un diálogo desprejuiciado. Mi relación con Cuba, pese a ser muy cercana de corazón, es muy lejana en cuanto a las variantes de intercambio y contacto. Es un tema delicado; desearía mucho que las circunstancias futuras me permitan superarlo para siempre.
Tampoco mantengo un contacto sistemático o fluido con artistas de otros países o regiones que valga la pena exaltar en esta entrevista.
Háblame de tu proceso de creación.
Trabajo bajo cualquier esquema que estimule las ideas. Con o sin boceto, intuitiva o planificadamente; depende de mi estado emocional. Las ideas de las obras nacen casi siempre de manera fortuita: no las busco, me encuentran. No suelo trabajar con ideas preconcebidas. Me gusta esa frescura imprevisible con la que ellas emergen. Mientras más simples, más lógicas y auténticas. No sabría decir si la idea es antes que la obra o la obra antes que la idea.
Lo que me preocupa o tensiona no es el arte en sí, sino su parte organizativa. De tres a cuatro de la madrugada empiezo a dar vueltas pensando en todo lo que tengo que coordinar. A las cinco de la mañana, cuando finalmente me levanto y me doy cuenta de que me estaba preocupando demasiado por situaciones domésticas del arte, es cuando camino entonces a mi estudio y comienza mi día productivo.
Trabajo todos los días. Si no estoy frente a la obra física estoy conceptualizando, organizando, pensando, en fin: experimentando todas las facetas de la creación.
Para mí una obra está terminada cuando comienzo la siguiente. Quiere decir que ya he rebasado esa excitación frente al lienzo en blanco, al rollo fotográfico sin exponer, a la arcilla sin moldear, al papel sin rallar, al pincho sin cortar…
O sea, no hay mejor obra que la no realizada, aquella que te pone en vilo y te permite soñar con la perfección.
¿Qué tipo de relación estableces en tu práctica artística entre el dibujo, la pintura, la escultura, el video y la performance como modalidades de acceso a lo real?
¿Dónde está lo real y lo irreal? ¿Acaso el arte puede despejar esta dicotomía? No lo creo…
De todas formas, te diré que mi relación con las prácticas artísticas es absolutamente abierta, tolerante, fluida. Todas me sirven y enriquecen con sus artificios.
¿Qué particularidad tiene la pintura, o el dibujo, para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección?
La enorme cantidad de ignorantes o “perspicaces” reunidos históricamente alrededor de ella.
¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?
Quizás sea un poco egoísta en este tema… Creo para satisfacer mis necesidades; para canalizar mis preocupaciones y angustias cotidianas; para ensayar un mundo imaginario mejor.
¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?
Si de ejercicio artístico complementario se trata, te diré que una de mis pasiones es la jardinería, a la que le dedico muchas horas de mi tiempo. ¿Estaría ella definida como arte? También me gusta la experiencia de servir una mesa, decorarla… ¿Podría ser esto una forma de arte? ¿Cómo pudiéramos definir esa línea divisoria entre la nimiedad o la trascendencia dentro de las prácticas cotidianas de la creación? Para mí están completamente desdibujadas…
¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?
Hay dos cosas: una es el arte y la otra el mercado. Desgraciadamente, se necesitan para coexistir. Sin embargo, no supedito mi creación a la mercadotecnia, y siento que cuando un artista asume su obra subyugado por ese parámetro, esta se vuelve repetitiva, plana, aburrida.
No obstante, cada artista es un mundo y no todos tienen las mismas necesidades y los mismos propósitos, por lo que me parece que cada uno debe actuar según sus expectativas.
¿Qué tipo de relación tienes con los galeristas?
La misma relación que tengo con cualquier persona. No los puedo valorar simplemente por su profesión, sino como personas. Con unos, tengo magníficas relaciones; con otros, no tanto: nada que otros artistas no hayan experimentado también. Pero creo firmemente que para tener un buen galerista tienen que existir empatía y admiración mutuas.
¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?
Me imagino que es el mismo papel que ha tenido siempre: la búsqueda hacia la perfección o hacia Dios.
¿Has regresado a Cuba?
A partir de 1999 he emprendido una etapa de reencuentro con Cuba. Ya he viajado en cinco ocasiones a la Isla. La última visita fue para participar en la XIII Bienal de La Habana, y la anterior para organizar mi exposición individual Escindida, que se presentó en la Galería-Taller Gorría, en Habana Vieja.
Espero regresar en noviembre próximo, si se dan las circunstancias, para mi participación en el IX Festival de Videoarte de Camagüey. También tengo intenciones de viajar a la próxima Bienal de La Habana. Envié una propuesta de instalación y estoy en contacto con los organizadores.
¿Qué queda de Cuba en tu vida y en tu arte?
De Cuba queda una conciencia sociopolítica muy presente, y un temor constante a que mis coterráneos pierdan sus cuotas ganadas de libertad.
En mi arte, al igual que en mi vida, busco involucrarme o fomentar espacios libres, donde el compromiso, desde cualquiera de sus aristas, no sea visto como una limitación o un dogma.
Cuba representa la ilusión de una patria y de una pertenencia. Aunque he logrado arraigo en los otros países en los que he vivido, España y Costa Rica, siempre me ha faltado el poder llamarlos patria.
Galería
Aimée Joaristi – Galería.
Gustavo Acosta: Recaídas temporales de ‘cuban affairs’
“Como dijo Osvaldo Sánchez, yo soy de una obstinación casi reaccionaria. En La Habana de los ochenta, cuando ocurrió la explosión de las artes visuales y todos mis colegas empezaron a hacer extraordinarias instalaciones, yo me preguntaba: ¿qué hay de malo en seguir pintando?”