Ciro Quintana: “Mi generación es una generación de titanes”

Ciro Quintana es una de las figuras mayores del arte cubano de estos últimos treinta años. Forma parte de la generación mítica que surgió en Cuba a principios de los años ochenta (él fue el cofundador del grupo Puré); la generación que revolucionó el arte cubano y produjo el arte más innovador de Latinoamérica en aquellos años (aliaba magistralmente el kitsch, la religión, la política, la sociología, la antropología y el posmodernismo).

El arte de Ciro Quintana (autodenominado humorísticamente Ciro Art) constituye un mosaico neopop hecho de un conjunto de pinturas, dibujos, esculturas, textos, donde el arte, la historia, la política, los hechos sociales, son evocados en unas instalaciones hiperbólicas, caóticas, extratemporales e intensamente rococó. Su obra es una reflexión sobre la relación entre el arte y la vida, una lectura del proceso mismo de creación, un diálogo constante entre la idea de una obra y su mecanismo de elaboración que, al final, cae en una escenografía de trampa visual para atrapar al espectador.

Ciro Quintana creó toda una tendencia neohistoricista en el arte cubano, apropiándose y reciclando las iconografías nacional (cubana) y occidental, en particular las de los antiguos países socialistas y de los Estados Unidos. Último retoño del modernismo, es asimismo uno de los artistas más interesantes del período posmodernista, ya que su originalidad no se reduce a la suma de sus inspiraciones: consiste en haber profundizado los recursos prodigiosos de la imagen visual y en haber renovado lo figurativo por una intensidad subversiva.

Cada obra de Ciro Quintana es una representación plural. Su mayor mérito es haber ido más allá de las imágenes cotidianas para enfocar un clasicismo contemporáneo y considerar la pintura como generadora de mitos.

Su pintura muestra escenas de pensamiento. Esta superposición a veces iconoclasta de varios niveles de discurso, esta apropiación y reconstrucción de los códigos de la pintura occidental a fin de ponerlos al servicio de un lenguaje muy personal, esta desacralización del arte para afirmar su deseo de renovación de las formas artísticas sin por ello renegar de la tradición, esta ambivalencia inherente a cualquier parodia, esta afirmación de la pintura en su artificio y en su búsqueda permanente de belleza, revalorizan el acto de pintar y sientan las bases de un arte en perpetuo cuestionamiento y en perpetuo devenir.

Ciro Quintana se vale del poder irresistible de la imagen y del color para descontaminar el ojo, para provocar y cuestionar nuestra percepción vital y estética, para encontrar “el lugar donde se juntan nuestro cerebro y el universo” (Cézanne). Es un artista valiente, capaz de ensanchar el horizonte pictórico al conjunto de lo que se ha dado en llamar la “civilización de la imagen”. Acepta sistemáticamente arriesgar su propia credibilidad artística y su independencia para poner su ironía radical al servicio de la crítica subversiva de la imagen.

Sorna y escepticismo, humor corrosivo y moralismo encubierto impregnan el universo pletórico de imágenes casi barrocas e increíblemente diversificadas de Ciro Quintana. Sus obras, que siempre han sido grandes narraciones, con su exuberancia épica, son inseparables de la noción de Pop Art; es decir, de los cambios profundos y radicales de la obra de arte e incluso de la percepción del arte en general en la era del consumismo.

Quintana siempre ha aspirado a una transformación general de la función del arte, siempre ha querido crear un arte crítico, analítico y activamente implicado en el proceso de reforma de la sociedad; un arte que pudiera suscitar una toma de conciencia respecto al poder de la imagen, gracias a la ironía de la confrontación de clichés de todo tipo con la drástica realidad.

Sin embargo, Quintana no es cínico, aunque opera con una causticidad extrema. Sus preguntas plantean problemáticas centrales de nuestra sociedad del simulacro: ¿El color nos acerca un poco más al corazón de las cosas? ¿Hasta dónde podemos creer en las imágenes? ¿Todavía es legítimo el placer que nos proporcionan las imágenes y los colores? ¿La producción de imágenes aún es razonable o adecuada?

En el trabajo variado y diversificado de Ciro Quintana, en la sucesión ininterrumpida de periodos y series, el dibujo y la pintura siempre han sido el lenguaje predilecto, no solo para representar el mundo, sino también para llevarlo a la conciencia bajo el enfoque irradiante del arte. Es una suma de referencias, es erudición en la mejor tradición de la gran pintura que trasciende lo particular y lo temporal y acude a la alegoría. Es una poética sui géneris enriquecida por una referencia autobiográfica desprovista de esoterismo, de particularismo estrecho, rebosante de humor e ironía, una mirada sutil sobre la vida y el arte: una higiene de la visión, la profundidad ilimitada de la belleza.

Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia, de tu familia, de tu vida en Cuba…

Primero, déjame decirte que esta es la primera entrevista a la cual me enfrento en veinte años y, al estar dispuesto a contestarla exhaustivamente, vas a tener un documento importante sobre la vida de un artista cubano.

Soy oriundo de una barriada de La Habana que se llama La Víbora. Mis padres se separaron cuando era muy pequeño y me crie entre dos hogares: la casa de mi madre y mi abuela, y la de mi padre.

Mi familia, lo recuerdo aún, era una familia muy unida donde existía cierta inclinación hacia las artes. Mi abuela era profesora y me inculcó esa formación desde niño. El núcleo familiar por parte de mi madre era de cinco hermanos, muy unidos; recuerdo las famosas cenas en la mesa con toda la familia en casa de mi abuela. Mis tíos, dos de ellos en especial, tenían la vocación de dibujar y pintar, aunque no lo desarrollaron profesionalmente, pero eran grandes dibujantes según lo que yo percibía en aquel momento. Todavía guardo dibujos de ellos, cómics o historietas inventadas, muy buenas.

Mi madre era la única niña y era muy consentida en el núcleo familiar; muy trabajadora, muy inteligente, una mujer que supo compartir su tiempo de trabajo con la educación total de su hijo. El mío fue un hogar muy sano y lleno de comprensión.

Desde muy pequeño viví con mi madre, que llegó a desempeñar un papel importante en mi formación. Siempre estuvo muy determinada en dejarme hacer lo que me dictaran mis inclinaciones, mis deseos o talento; nunca me manipuló ni obligó a escoger o a tomar un camino al que no estaba predestinado. Por eso le estaré agradecido toda mi vida. Siempre hubo en mí, desde que tengo uso de razón, un interés por las cosas manuales: construía cosas, dibujaba, pintaba…

Puedo decir con mucho orgullo que pasé una infancia feliz, rodeado de afecto, amor, sinceridad, amistad y cariño. Me formé entre amigos a quienes aún recuerdo y quiero mucho. Me formé en un hogar donde nunca me pusieron trabas respecto a lo que quería desarrollar; nunca hubo una negativa, mi madre siempre me dijo que existían cosas en la vida que algún día yo iba a conocer. Hablo de una madre que, gracias a Dios, pudo vivir fuera de Cuba antes del triunfo de la Revolución y adquirió una visión del mundo que le impedía obstaculizar el desarrollo y la realización de un niño.

Mi vida en Cuba fue mi primera escuela, y no me arrepiento de haberla vivido. Fue, como lo suelo decir, una escuela para la vida; me preparó para lo que fue mi viaje, mi camino por la vida. Cuba es una academia en todos los aspectos de la vida, es un laboratorio para realizar cosas imposibles; es también un Macondo. Creo que García Márquez ya conocía Cuba cuando escribió Cien años de soledad, ja, ja, ja.

¿Cuál fue tu primera emoción artística?

Desde muy niño, mi tío me ponía a copiar los cómics que él había coleccionado antes del triunfo de la Revolución, y esta acción diaria me inspiró a crear yo mismo un cómic. Si esto podemos llamarlo emoción artística, yo diría que ese fue el comienzo de un largo camino.

Después, entre una y otra, fui invitado a un concurso en la Biblioteca Nacional de Cuba, donde me dieron un premio y una beca por el dibujo o cómic que había presentado oficialmente; podríamos llamar esto la primera emoción artística.

Cada domingo, la rutina de mi mamá y mi tío era llevarme al Museo Nacional, que en aquel entonces no era lo que es hoy día. Recuerdo que me impactaron muchas pinturas, y de ahí nació mi aspiración de poder ver un día mis obras de la misma forma, y de que otra persona sintiera lo mismo que yo en ese momento, parado frente a una obra mía. Considero que a esto sí le podemos otorgar la categoría de “primera emoción artística”.

Lo demás lo fue poniendo el tiempo.

¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico? ¿Qué formación tuviste?

Bueno, yo empezaría con que la pintura siempre fue el centro de mi vida: desde muy chico pintaba, me pasaba horas y horas dibujando y pintando; era algo que estaba en mí, como estaba en otros chicos de mi barrio salir a jugar bolas.

A la edad de once años pasé a formar parte de un grupo que inauguró o inició, por llamarlo de alguna manera, la Escuela Elemental de Artes Plásticas 23 y C, donde comenzó mi formación académica. Yo, y otros que hoy en día son colegas míos en el arte, aprendimos de profesores que marcaron ese camino que iniciamos en esta larga carrera. Tuvimos profesores como Julio Antonio, Salvador, y otros que nos ayudaron a dar los primeros pasos.

De ahí pasé a San Alejandro, donde se fue forjando más mi condición de artista creador. Esta escuela fue fundamental. Profesores como Alejo, Flora Fong, Aguedo y otros, siguieron ayudando al fortalecimiento de mi vocación artística y a la formación de mi carrera. También influyó mucho en mí el continuo roce con otros estudiantes que hoy día son colegas míos en muchas exposiciones. En esa escuela conocí a dos creadores cubanos que marcaron mi formación: Arturo Cuenca y Gustavo Pérez Monzón. En aquel entonces fue como un shock para mí, pero ahí empezó la semilla de lo que hoy es mi obra.

Recuerdo también algo que me marcó grandemente y me ayudó a continuar mi desarrollo; algo que cambió el rumbo de muchos jóvenes que estudiábamos arte, y también el de los estudiantes de historia del arte en Cuba: Volumen I, una exposición que fuimos a ver por la escuela de San Alejandro. Entrar en ella y conocer a muchos de los artistas que exponían, fue como un cubo de agua fría que me despertó; fue como el llamado que recibes y que lo cambia todo en tu camino.

De San Alejandro pasé al Instituto Superior de Arte, donde culminé y maduré muchas cosas que se estaban formando en mí. Este paso fue esencial, gracias la enseñanza asumida e impartida hacia nosotros por profesores como Consuelo Castañeda, Flavio Garciandía, Carlos García de la Nuez y otros, que nos abrieron los ojos y nos iluminaron el camino que ya estaba prescrito hacia nuestra formación como creadores.

En el ISA nos reunimos un grupo de amigos y formamos en 1986 el grupo Puré. Teníamos las mismas preocupaciones artísticas y queríamos presentar nuestras inquietudes e ideas de lo que venía siendo el arte contemporáneo y su influencia en nuestra formación y obra creativa. Esta experiencia fue una escuela más, fue la oportunidad de trabajar junto a otros artistas que respeto por su amistad, su talento y su obra creadora. La relación entre nosotros, nuestras propias exigencias como artistas, me empujaron a fortalecer mucho más mi camino como creador. También fue fundamental la competencia permanente entre muchos de mis colegas; la constante exposición de nuestras ideas en diferentes proyectos fue también madurando y marcando cada vez más lo que actualmente propongo.

La formación que tuve está reflejada en el fruto de mi obra hoy en día y en el cuerpo intelectual que acompaña la creación de la misma.

Es difícil valorar con palabras la enseñanza que recibí, pero hoy muchos de nosotros debemos agradecer esa formación. La demostración está en la obra de cada uno: esa formación fue fundamental en el aprendizaje del cuerpo creativo que cada uno de nosotros ejerce y mantiene hoy en día.

Por último, pensándolo bien, te diré que los pasos decisivos para formarme como artista ya estaban marcados en mi destino y en mi vida como ser humano; todo lo que sucedió en ese viaje fue el ejercicio de lo que debes hacer para cumplimentar ese destino. Yo nací siendo artista; lo demás, lo considero el oficio de perfeccionar esa condición en mi vida.

¿De qué manera has evolucionado como artista?

La evolución de un artista es incesante; el artista está en continuo cambio evolutivo con sus ideas y con su obra creativa.

Mi carrera y mi obra han evolucionado por un camino que yo mismo he trazado; han pasado de la paralización momentánea de la creación en sus primeros años en el exilio, a la continua evolución investigativa del objeto que presento como obra, transformándose hacia lo que hoy día voy mostrando en mi narrativa: una obra cada vez más consciente de su objetivo y más real en cuanto a lo que quiere decir.

¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?

Mis ideas sobre el arte han cambiado al igual que he cambiado yo como artista; eso está en constante evolución, a la par de la investigación y del estudio continuo de la parte teórica que me alimenta y me ayuda a definir mejor mis objetivos como creador.

¿Cómo definirías tu práctica artística?

Mi práctica artística es como el trabajo de un ilusionista. Trabajo constantemente para presentar al público un acto de ilusionismo donde trato de atraparlo, con tal de que sea un personaje más en la narrativa de lo que mi obra quiere decir. No creo que sea un mago: tal vez ilusionista sea el término más apropiado.

¿Cómo contemplas tu estatus de pintor en el siglo XXI?

Con mucho respeto a tu pregunta, eso de mi estatuto de pintor en el siglo XXI suena como una pregunta de historia del arte o filosofía del ISA. El siglo XXI es un tiempo histórico que me ha tocado vivir y, como tal, voy a tener un papel en él como artista creador. Mi objetivo en el arte es dejar algo dicho, plantear mis ideas, marcar una huella que pueda ser detectada por “antropólogos”, por así decirlo, del siglo XXII.

Pintor nací y pintor moriré. Mi estatuto viene como reflejo de mi momento histórico y de mi papel en él; ya de por sí pinto y transporto a mis obras mi viaje en el espacio y en el tiempo en que vivo.

¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?

Ser reacio o no a explicar mi trabajo, no creo que sea la cuestión. Uno crea una obra que habla y narra una historia, una idea, unas emociones, etcétera. Al explicar esto, caería en la retórica.

Muchas veces el espectador quiere que el artista le explique o le dé un acercamiento crítico a la obra. Hay preguntas que nos suelen hacer, por ejemplo: ¿qué quisiste decir con esto o con aquello?, y así consecutivamente… Son cuestionamientos que muchas veces no queremos responder, pero en mi caso, mi formación y mi proceso de creación me obligan a analizar constantemente el cuerpo de la construcción del objeto o la obra; no me cuesta trabajo explicar o hablar de ella, pero hasta cierto punto yo incito a los espectadores a que hagan más esfuerzos y dejen que la obra misma les hable por sí sola.

Este asunto es también un tema en mis trabajos. El artista crea y habla con sus ideas, narra un momento, una historia o emociones que van dirigidas a un público que entenderá o aprenderá cosas en ellas.

¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?

Respetando todo el legado histórico del arte, empezaré por mis primeros colegas. Ellos han sido los que más me han influenciado; admiro y respeto su obra, su incesante trabajo.

Diría: Tomas Esson, Glexis Novoa, Alejandro Aguilera, Flavio Garciandía, Consuelo Castañeda, Carlos Rodríguez Cárdenas, Ana Albertina Delgado, Raúl Cordero, Alexandre Arrechea, Segundo Planes, Umberto Peña, Humberto Castro, Rubén Torres Llorca, y muchos más que siguen creando y que forman parte de mi generación y de la familia del arte cubano.

Otros artistas a quienes admiro y cuya obra me ha influenciado son James Rosenquist, Tom Wesselmann, Andy Warhol, Mark Tansey, Robert Longo, David Salle, Barbara Kruger, Dennis Oppenheim, Cindy Sherman, Jeff Koons, Francesco Clemente, Mark Rothko, Mike Kelley, Roy Lichtenstein, Barnett Newman… La lista es interminable.

Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años ochenta?

Juzgar… ya esa palabra de por sí me atormenta: no soy nadie para juzgar, y menos a mi propia generación. En fin… Pero como estamos en el contexto de una conversación, te diré que la generación de los años ochenta, término con el cual se nos ha catalogado, es el producto de un momento histórico que dio paso a la creación de muchas obras sumamente importantes que hoy día forman parte de la historia del arte de nuestro país, aunque no se le ha dado el lugar que se merece en el mercado internacional del arte contemporáneo.

Mi generación es una generación de titanes, de héroes, la respeto y valoro enormemente. Los artistas que se dieron a conocer y crearon durante ese tiempo histórico hoy siguen siendo líderes en el mundo del arte, siguen siendo creadores de una obra con una madurez y una fuerza equivalentes a las de cualquier artista que hoy día abarrota el mercado, el mundo de las galerías y los museos más prestigiosos.

¿Cómo valoras el arte cubano contemporáneo?

Esta pregunta es parte de mi trabajo. ¿Cómo valoro al arte cubano hoy día? ¿Qué arte cubano? ¿El arte cubano de los años ochenta? ¿El arte cubano en general? ¿O el arte cubano contemporáneo? Cada vez que tocamos este tema, abrimos muchos episodios del llamado arte cubano.

El arte cubano es como una boya que flota en el mar y nunca llega a hundirse, no importa la tormenta, ni la ola que la toque: siempre queda a flote. El arte cubano está lleno de buenas creaciones, de excelentes artistas que día a día elaboran una obra más seria de lo que la gente cree. No se le ha dado el lugar histórico que merece: ha sido saqueado, humillado, traspalado, confundido, manipulado y vendido sin sentido. Y aun así sigue flotando.

El arte cubano contemporáneo, en mi opinión, es un paradigma plagado de preguntas y respuestas aún por llenar; es un arte que debería estar más representado en el mundo del arte contemporáneo, un arte que no debería ser juzgado ni manipulado por mecenas sin escrúpulos, que no debería ser utilizado ni por la derecha ni por la izquierda, y que debería ser más estudiado y evocado en la enseñanza.

El arte cubano contemporáneo es para mí una luz que muchas veces tratan de tergiversar y tapar con un dedo, mostrando lo que le conviene a quien decida agitar una nueva bandera o agenda de lo que ellos creen que es el arte cubano, o lo que les resulta beneficioso económica o políticamente.

El arte cubano merece ser un ejemplo de arte cuyas ideas no se dejen colonizar, ni tergiversar, ni manipular. Pero esto es un sueño.

¿Conoces la influencia que has tenido en otros artistas cubanos?

He sabido de ella por otros artistas cubanos que son de las nuevas generaciones; muchos me han dado a conocer esta influencia, y me siento orgulloso y honrado con la misma.

¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos?

Siempre he tratado de no separar a las generaciones y de estar siempre abierto a entablar amistad y colaboración con otros artistas cubanos. Soy un artista que trata de mantener buenas relaciones y una actitud positiva y de respeto ante todo aquel que cree una obra y respete el hecho de hacerla.

Hasta donde sé, mantengo una gran amistad con artistas de mi generación, la cual siempre ha estado basada en el respeto a dicha amistad y a la obra que creamos.

Háblame de tu proceso de creación. ¿Cómo nacen las ideas de tus obras? ¿Qué desencadena tu necesidad de crear?

Yo me considero una esponja del medio que me rodea: lo uso a mi antojo, es un punto clave en los temas e ideas que utilizo en mi obra.

Mi obra es como una narrativa de mi diario vivir que se alimenta de mi mundo circundante y del mundo artístico que me rodea. Digamos que mi trabajo es como mi diario, es una autobiografía imaginaria que trata de trascender el plano bidimensional para atrapar al espectador en su compleja historia.

Lo que desencadena en mí el acto de crear es como la constante búsqueda de lo que quiero traducir en mi obra para los ojos de quien la observe. El acto de crear es como el ejercicio diario del ilusionista que se entrena para el próximo acto en un teatro lleno de espectadores. Es la vida, son las conversaciones, es esta entrevista, es revisar un libro de arte, es el leer un buen libro sobre teoría del arte o sobre filosofía, es ver buen cine y escuchar buena música.

¿Cómo trabajo? Si te lo digo, te tengo que matar, ja, ja, ja. Este es mi secreto: trabajo siempre, incluso haciendo esta entrevista estoy creando en mi cabeza ideas que nadan en la interrelación de lo que digo y escribo.

¿La visión de un cuadro preexiste al acto de pintar?

La visión de un cuadro, en mi caso, no encierra mi acto creativo. Yo pienso más en la correspondencia de las piezas, ya sean cuadros, dibujos u objetos. Pienso más en una conglomeración de cuadros y piezas que van tomando cuerpo y formando el objetivo final de lo que catalogan como instalación.

¿Pintas todos los días? ¿En qué momento?

Trabajo todos los días leyendo, mirando revistas, informaciones, viendo películas, escuchando música. Todo para mí es parte del proceso. Por consejo de alguien que respeto mucho, trato de hacer algo cada día; así al final del año puedo estar contento de haber hecho al menos 365 cosas.

Trabajar en mi obra es para mí muy divertido, es como un diálogo entre mis ideas y mi opinión sobre lo que me rodea; en ella me desahogo, es como una terapia que me ayuda a sobrevivir a las locuras que veo a mi alrededor.

¿Qué lugar ocupa el azar en la elaboración de tus obras?

Las ideas de mis obras nacen de las noticias del arte, de mi vida, de mi contacto diario con los artistas, con el arte, con la vida… De ahí empieza la telaraña de ideas y niveles de contenidos que quiero crear en la narrativa de la obra que voy a hacer.

El azar en mi obra tiene muy poco porcentaje, pero, a la vez, todo es parte del azar. Aunque queramos encerrarlo más en la creación de la obra meditada, preparada, analizada, el azar siempre está presente.

Pintar es un acto de ejecución de la idea que debo proyectar, ya sea en el plano bidimensional o en la instalación proyectada. Pinto casi todos los días; es un ejercicio necesario para mí, una manera de relajarme y a la vez de transportar mis ideas. Y para mí pintar no tiene hora; este acto no lo podría limitar a un horario específico.

¿Qué importancia le das al dibujo en tu obra?

Esta pregunta me recuerda lo que me decía un profesor de dibujo de San Alejandro: que sin dibujo no hay buena pintura. El dibujo para mí es la base de todo. Uno dibuja con ideas, uno dibuja con todo. El dibujo en mi obra es un instrumento para ser usado, como mismo uso el color, la imagen, el símbolo; es un material que transporta contenido y forma a la obra creada.

¿Cuándo sabes que un cuadro está terminado?

Nunca sé cuándo está terminado un cuadro. No me gusta saber que lo he terminado. La obra sí te determina un instante en que tú sabes dónde parar, aunque la pieza no llega a su fin hasta que no se enfrenta al espectador. Pero, realmente, nunca le veo el fin a un cuadro. Es más, me aguanto para no seguir en él…

Yo sé que suena ilógico que no sepa, como artista, cuándo un cuadro está terminado; pero, con el permiso de los que saben, me retengo en la idea surreal de que la obra me habla cuando ella quiere que yo pare, aunque podría seguir en ella.

¿Qué particularidad tiene la pintura para que se anuncie continuamente su muerte y su resurrección?

La pintura siempre ha estado ahí, nunca ha muerto. El mercado y la crítica, junto con los curadores, por un problema de mercado o de agenda, o de manipulación, de lo nuevo en arte, o de lo moderno, o de lo que está de moda, o de lo que ellos consideran como innovador, han intentado esconder o matar teóricamente, hipotéticamente, a la pintura como género o demostración narrativa del artista, o como manifestación de la idea de lo que es novedoso en arte.

La pintura lo es todo, es un cuerpo formal y conceptual que desprende ideas, emociones, colores, formas, gestos. Lo que el artista quiere representar con ella, o en ella, eso nunca muere: existió, existe y existirá siempre. Su “muerte”, su “resurrección”, no es más que un juego del mercado y de los que lo manejan o asisten a su función.

La pintura nunca murió, ella existe y aunque la quieran tapar o esconder siempre resurgirá, porque de lo contrario tendrán que matar a muchos pintores y esconder el fruto que ellos crean.

¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?

Yo creo para mí; la obra que uno crea no se aleja ni deja de estar al tanto de los amigos, del mundo que te rodea, de los coleccionistas, pero crear pensando en un público no es algo que me preocupe, ni que me encierre.

Yo creo teniendo en cuenta a todo el mundo que me rodea, pero creo principalmente para mí. El público está ahí, al igual que mis colegas, los coleccionistas, los museos y galerías, pero en el acto de crear son tú y tu obra, en un diálogo constante, los que se preparan para el fruto que será enseñado a la luz de los ojos de los espectadores.

¿Qué relación mantienes con las otras artes?

Es necesario nutrirse de todas las artes. Desde Cuba, siempre he estado muy ligado a las otras artes; me encanta compartir con músicos, actores, literatos, en fin, con todo lo referente a las artes. Es una acción necesaria en mi vida como creador, es como estar en constante nutrición, como hacer renacer cada día ese bichito del artista que llevas dentro y que disfrutas como primer espectador de la creación de todos tus colegas.

Supongo que tu biblioteca puede decir mucho de tu pintura. ¿Qué libros predominan en ella?

La biblioteca, en mi caso, es como el archivo, la cueva donde preparo mi obra creadora. Para mí la literatura es algo muy especial, y cuando digo literatura no dejo nada afuera, hablo de todo lo que está escrito: poesías, novelas, ensayos, libros especializados en arte, libros de ficción, revistas, cómics… Para mí, acumular archivos de información es fundamental para mi creación diaria.

Libros predominantes en mi biblioteca… ¡Hummmm! Eso es como contarte mi método de creación, ja ja ja. Bueno, están presentes Borges, Benedetti, Cortázar, Lezama, Proust, Canclini, Eco, Twain, Hemingway, Neruda… La lista es infinita. Me encanta coleccionar libros y monografías sobre artistas, su presencia en mi biblioteca es amplia; me gustan mucho los libros sobre fotografía, arquitectura… En fin, te cansaría con la lista.

¿Cuál es tu relación con el mercado del arte?

Me preocupa la manera en que puedo responder a esta pregunta. O más bien tu reacción a mi respuesta.

Mi relación con el mercado del arte es como un lindo tema para una de mis piezas. El mercado es algo subliminal, manipulador y ajeno a lo que se hace en un estudio. Mi relación con el mercado se la dejo a mi galerista o a los coleccionistas que buscan mi obra.

¿Qué opinión te merece el lugar que ocupa el dinero hoy día en el mundo del arte?

El dinero sigue siendo un instrumento que paga adquisiciones, transacciones, objetos, cosas materiales. El dinero, o “la gasolina”, como le decimos algunos artistas, es un combustible necesario para moverlo todo; es el medio para adquirir nuestros materiales, para pagar nuestra vida.

Pero cuando pasamos al mundo del arte, el dinero es como el petróleo, no como la gasolina. La gasolina es un derivado del petróleo. Eso es el dinero en el mundo del arte: esa mezcla negra que todo el mundo ansía para mover el mundo.

En el arte, el dinero ocupa un lugar muy parecido al objeto que se enseña para pagar por la leche o por el pan en la caja de un supermercado, con la diferencia de que, en el caso del arte, lo que se paga es la obra del artista.

¿Piensas que el mercado orienta la creación?

El mercado no debe orientar la creación. El día que esto pase estaremos muertos y será mejor que nos dediquemos a sembrar tomates.

Creo que hay artistas que se dejan orientar por el mercado; en otros, el mercado es usado a conveniencia; y a otros no les interesa para nada ese mercado, o lo ven como algo que existe paralelamente a ellos, pero no lo necesitan.

No hay reglas al respecto. Depende de los artistas.

¿Qué relación tienes con los galeristas?

Mi relación es siempre de trabajo, y de respeto al que haga bien su trabajo. En mi carrera (sin ofender a nadie) he tenido una mala experiencia con los “galeros”; hay algunos que no merecen ni llevar ese nombre ni tener el privilegio de vender arte, aunque conozco a otros que se han convertido en amigos míos y que respeto por saber trabajar con artistas a los que admiro. Pero veo a la mayoría como mercaderes. Muchos de ellos no hacen su trabajo, y de todas maneras esperan recibir tu obra y sacarte el porcentaje que les corresponde, solo por llamarse “galeristas”.

No quisiera abarcarlos a todos en estas palabras, pero muchos de los que he conocido ni siquiera tienen la educación artística para entender qué es lo que deben hacer con un artista. Admiro al que quiera trabajar con un artista, ya sea dealer o “galero”, pero lo hago bajo la base del respeto y el amor al arte y a lo que un artista crea.

¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?

El arte sigue teniendo la misma función que en el tiempo de las cavernas, aunque siempre le queremos dar connotaciones del presente a la palabra arte.

Sé que suena duro esto que acabo de decir, pero el artista sigue representando lo que le pasa diariamente. El artista es un reproductor del diario vivir llevado al plano creativo, es un representante de lo que quiere y del mundo en que vive.

En el tiempo de las cavernas, y en las primeras civilizaciones, el “artista” pintaba, esculpía o dibujaba en paredes, cuevas, papiros y rocas la cacería de animales que iba a efectuar, la representación de sus dioses y lo que quería alcanzar en su vida, ya sea material o espiritual. Observamos también que, desde las primeras civilizaciones, se danzaba para pedir más lluvia o más fecundidad en las mujeres, o se ejecutaban actos de ofrendas y de cultos a los dioses: se manifestaban la música, el baile y hasta los primeros happenings y performances.

Y así, con el pasar del tiempo, notamos que el papel y la función social del arte van cambiando de apariencia o demostración, como reflejo o representante conceptual y formal de cada civilización, plasmando un legado para los tiempos venideros. Pero para mí sigue siendo el mismo papel, solo cambia su apariencia y su funcionalidad de acuerdo a la civilización que sea.

Hoy día, por la educación que hemos recibido y por el adelanto de la sociedad, esperamos que el arte cumpla otra función social: la de crear una evolución en la mente del ser humano; pero no nos damos cuenta de que lo que el artista sigue haciendo es representar, en cualesquiera de las artes, ese diario vivir que queremos cazar. De forma directa, evasiva, emocional o realista, seguimos haciendo lo mismo, la función social es la misma, mal que les pese a los grandes teóricos, sabihondos y “artistazos”.

Cuando a un artista se le hace este tipo de pregunta, estamos acostumbrados a que responda lo que todos queremos escuchar en este mundo moderno, o sea, que “el papel del arte es importante en la formación de una sociedad más pura, más sana, más desarrollada”. Obviamos que esta no es más que la respuesta que queremos. Suena hasta demagógico. El solo hecho de pensarlo me pone los pelos de punta.

El papel del arte en esta sociedad era verde y se lo comió un chivo, eso dijo mi abuelo Casimiro (es un chiste).

¿Para qué hacernos este tipo de pregunta si sabemos que el arte es lo que produce el artista, y lo primero que vemos y asumimos de él es su egocentrismo? Nos preocupamos demasiado por su papel y, si nos guiamos por lo que conforma el arte, vamos hacia una sociedad cada vez más egotista. Así que mejor me quedo con la función y el papel del arte en el tiempo de las cavernas.

¿Cuándo y por qué decidiste exiliarte?

Exiliarme… esta palabra trae consigo muchas connotaciones, y hoy día está cargada de un montón de contenidos mal engendrados y superpuestos por muchos en el mundo en que vivimos. Yo diría que un artista no se exilia, sino que escoge la plaza de demostración de su arte. Un artista no se exilia: su arte encuentra el camino donde ubicarse.

Pero si tuviera que responder la pregunta por su connotación en esta entrevista, te diría que la decisión fue tomada para tener la posibilidad de elegir un lugar donde vivir sin ataduras y donde tomar por mí mismo decisiones relativas a mi carrera.

Esto hoy día suena muy dinosaurio, ya que después de que todos nosotros nos fuimos, el gobierno cubano decidió, inteligentemente, dar paso a una nueva política: convirtió a los artistas cubanos en lo que yo llamo “turistas del arte cubano”, con respeto a todos mis colegas y sin ofensa en el término.

¿Qué queda de Cuba, y de La Habana, en tu vida y en tu arte?

Cuba y La Habana lo son todo en mi arte, y a la vez están distantes de mí. En Cuba nací, me crie y viví los primeros veinticinco años de mi vida; allí aprendí, tuve amigos, experiencias, y todavía llevo en mí ese reflejo. Por tanto, se ha convertido en mi tema, en el alimento de mis ideas y de mi alma, es la primera conciencia de mi existencia; pero es una vida que ahora solo observo por noticias, cartas o comentarios de mi gente.

Cuba y La Habana están siempre presentes en mi cabeza, en mi momento creativo, pero al mismo tiempo pasan a ser un mito de lo que yo dejé. Hoy no es la misma Cuba ni la misma Habana, los valores han cambiado, la gente ha cambiado, y se reflejan ausencias en cada espacio que uno recuerda. Cuba y La Habana son como aire y agua para mí: necesitaré beber esa agua y respirar ese aire por el resto de mi vida, aunque no viva allí. Si bien están distantes de mí espacialmente, si bien no las tengo a mi alcance diario, si bien se engendran en el complejo boceto de mis ideas solo a través de leyendas, historias o noticias, ellas siguen y seguirán habitando mi alma.


© Imagen de portada: S. Elizondo.


Galería


Ciro Quintana – Galería.




José Ángel Vincench

José Ángel Vincench: “Veo el arte como una biografía”

François Vallée

“Ojalá se pudiera leer y escuchar todo lo que tengo que decir en una plataforma de diálogo libre y democrático, como debería ser. Dicen que todo hombre debería escribir un libro; yo pienso que todo cubano necesita hacer un blog para expresar lo que piensa. Sería saludable para todos”.