Hilda Vidal nació en La Habana en agosto de 1941. Es una artista que siempre ha tenido inclinación por la pintura, si bien no la estudió en ninguna escuela o academia.
Al terminar el bachillerato, estudió las carreras de decoración de interiores y diseño de modas, en la American Academy, que tenía el método de Parson.
Durante la década de 1960 se dedicó al diseño de moda, en particular en el Liceo de La Habana donde trabajaba. En 1973 conoció al pintor, poeta y crítico de arte Manuel Vidal (uno de los artistas precursores del neoexpresionismo en Cuba en los años cincuenta, un artista con una obra cuya intensidad está asentada precisamente en su condición de rara, secreta, marginal y magistral), quien le dio durante varios años clases personales de pintura que cambiaron su vida.
Las pinturas de Hilda Vidal no narran anécdotas, escudriñan en las esencias humanas con toda su complejidad. Sus recuerdos, introspecciones, lecturas y sueños devienen puntos cardinales para captar y develar nuevos enigmas y otorgarles una fuerza poética.
Su obra en general tiene un sentido intimista que es el reflejo de lo que es la artista. No le gusta explicar sus obras. Para ella, el verdadero arte es sugerente y solo se disfruta contemplándolo, no comprendiéndolo.
Las voces de la pintura son las voces del silencio. Toda pintura celebra el enigma de la visibilidad, cuya posibilidad debe referirse a la capacidad del ojo a contemplar el mundo y a restituir, por mediación de la mano, una huella de lo que lo emocionó.
La obra de Hilda Vidal es un museo del sueño. Su visión del arte como expresión primordial no es sino el intento de figurar lo infigurable. El poder de verdad de sus obras es el poder no de asemejarse al mundo, sino de hacerse mundo. Esto es, organizar el espacio de la tela como una apertura donde el mundo se percibe como una visibilidad eminente, con los elementos y el estilo que la pintora ha puesto al servicio de esta visibilidad para “dar a ver”, como diría Paul Éluard.
En este sentido, su pintura no constituye un lenguaje, sino una lengua que ella debe reinventar en cada obra.
A semejanza de los elementos figurados en los dibujos de los niños que, como significantes gráficos primordiales, pulsionales y elementales nos muestran nuestra implicación en el espacio-tiempo del mundo a través de narraciones muy condensadas, toda la obra de Hilda Vidal se introduce directamente en el corazón del misterio de nuestra encarnación.
Su pintura es un circuito poético de lo sensible, una vibración polifónica. Logra expresar la interiorización de lo visible. Es decir, la visualización de las fuerzas que formalmente determinan su morfología.
A fin de cuentas, lo único que le importa a Hilda Vidal es que lo interesante en el arte sea inversamente proporcional a lo que entendemos de él.
Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia.
Nací en La Habana, en el barrio del Vedado. Mis padres eran muy aficionados al arte. Mi padre médico era coleccionista. Mi madre quiso ser pintora y no la dejaron.
A mi hermana y a mí desde pequeñas nos llevaban a exposiciones y conciertos y dábamos clases de ballet en Proarte Musical. Crecimos en un medio culto.
¿Cuál fue tu primera emoción estética? ¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástica?
Recuerdo que nos llevaron a ver una exposición retrospectiva en el Salón de los Pasos Perdidos en el Capitolio Nacional y yo me quedé fascinada al ver un óleo grande vertical titulado Retrato de la familia Manrique de Lara.
Eran tres figuras: un hombre, la esposa y un bebé. Me encantó, sin saber nada de eso, la forma expresiva de esa obra. Yo tendría siete años. Fue decisivo en lo que he hecho después.
¿Qué es el arte para ti?
Para mí el arte lo es todo. Es mi forma de relación con los demás. Si una obra me sale bien, pues me compensa muchísimo. Si sale mal, me deprime. Es el motor que mueve mi vida.
¿De qué manera has evolucionado como artista? ¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?
Claro que he evolucionado, si no, no estaría viva. He tenido diferentes etapas que han ido surgiendo muy coherentemente. Ese trabajo constante durante años me ha hecho cambiar algunas ideas y adquirir otras.
¿Cómo definirías tu práctica artística?
Soy muy exigente con lo que hago y, sobre todo, honesta.
¿Cómo contemplas tu estatus de creadora en el siglo XXI?
Trato de ser una pintora de mi época, pero no complaciente. Sin modestia, mis exposiciones las aprecian las distintas generaciones. Siento que soy una artista de mi momento histórico.
¿Eres reacia a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?
Al “crítico” verdaderamente conocedor, no hay que explicarle nada. Claro que esos no abundan. Y yo lo siento mucho.
¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando? ¿Por qué?
Cuando comencé, tenía mis “íconos”. Ahora, al pasar los años, tengo muchos y variados artistas que me gustan.
A mí me satisface cualquier creación verdaderamente buena, sea del estilo que sea. Lo que me molesta mucho es todo “el gato por liebre” que se ve hoy en día.
Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación?
La veo muy honesta. Los artistas de mi generación no se preocupaban tanto por el dinero como por ser verdaderos artistas. “Casi” el arte por el arte.
¿Cuál es tu apreciación respecto al arte cubano contemporáneo?
Se ha vuelto un negocio. Ahora importa más vender que ser un verdadero artista y esto, por desgracia, prolifera.
¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos?
Me gusta saber qué están haciendo. Tengo muchos amigos pintores y no pintores, pero hago una vida bastante apartada.
Háblame de tu proceso de creación.
Yo parto de bocetos. Trabajo por las mañanas. Las obras son un cincuenta por ciento de creación y un cincuenta por ciento de técnica.
Tienes que ser un buen pintor para hacer una obra importante. Y es un acto de la técnica saber cuándo parar. En el caso mío, tengo un clavo en mi salón donde pongo el cuadro casi terminado o terminado. Y lo miro varios días, a ver qué me “pide”. Y ese es el final. Lo firmo.
¿Qué particularidad tiene la pintura, o el dibujo, para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección?
En este mundo cambiante donde salen constantemente cosas nuevas ya eso ha pasado mucho. Así fue con la radio y la televisión y hay otros ejemplos. Cada cosa coge su nivel, hay gustos y necesidades para todos.
¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas?
Desde luego, en quien único pienso es en mí, en el compromiso que tengo conmigo misma.
¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?
Para mí, la lectura y la música son cosas de las que no puedo prescindir. Pongo música desde que me levanto y me acompaña en los momentos de creación y en todos. La lectura, en mis ratos libres.
¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?
Ya lo dije antes. Hoy en día, por desgracia, el buen arte se ha sustituido por el gran negocio y se ven casos que dan asco. Es una situación muy peligrosa.
Y sí, el mercado orienta la creación y la estimula, aunque hay excepciones y supongo que todavía existe el crítico, marchand o galerista conocedor y honesto. Por lo menos quiero creerlo.
¿Qué tipo de relación tienes con los galeristas?
En mi país, esa relación galerista-artista casi no existe y menos con un sentido comercial.
¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?
El arte para mí es el espíritu de la sociedad. Hoy por hoy, vivimos de las marcas y otros valores tóxicos que proliferan en Internet, en los que el arte no tiene un buen papel.
A diferencia de muchos artistas cubanos, no decidiste exiliarte, ¿por qué?
Porque me siento cubana. Aquí pertenezco, a pesar de la época espantosa que estamos pasando, pero eso no es Cuba. Ha sido un accidente y pasará. Y Cuba seguirá siendo Cuba.
¿Qué representa Cuba en tu vida y en tu arte?
En la anterior te di la respuesta. Te agrego que significa todo lo que soy, porque si no hubiera sido cubana hubiera hecho las cosas de otra manera.
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