Miguel y yo nos habíamos visto desde antes. Supe de él a través del programa de televisión Secuencia. Recuerdo haberme impactado con las imágenes de Memorias del desarrollo. Sergio (Ron Blair) tiene la expresión de un cadáver, viaja en un tren y al fondo, difusa, se ve Nueva York, the Maneater. Miguel, con apariencia tranquila, pero al mismo tiempo pasional,hablaba de la película.
¿Quién era ese cubano tan extraño para mí?
Miguel me conoció a través de Bárbara en Larga distancia. Mis cabellos eran todavía claros cuando llegué a hacer la prueba de cámara para Elena en Corazón azul. En su estudio, en la casa de sus padres, un penthouse de los años 50 en El Vedado, lo primero que me preguntó fue si yo estaba dispuesta a dejar crecer mi pelo natural para interpretar a Elena.
Lynn Cruz, por Miguel Coyula.
Miguel tomó detalles de mi rostro, la nariz, los ojos, los labios. Cuando un director le está dando forma a sus personajes, en ocasiones pasa del idilio a la crueldad.
Se habla respecto al cuerpo y rostro del actor como si se tratara de un objeto. Tanto, que uno termina acostumbrándose a esa frialdad y, lo peor de todo, manifestándola. A Miguel no le gustan los afeites, es una de las poquísimas personas que conozco a la que no le preocupa su apariencia y rechaza el artificio. Sus protagonistas nunca son rubias. Debe ser porque el cabello oscuro provoca más misterio en los rostros.
Cuando me observo en las fotos, veo cómo la raíz oscura empujó las mechas rubias hasta que poco a poco el trabajo de cuatro años terminó desapareciendo. Finalmente, mi cabello quedó uniformemente oscuro. Es curioso, era yo misma, pero había pasado tanto tiempo de rubia que había olvidado el efecto de mi propia tonalidad. En aquel momento y frente al espejo me preguntaba si Miguel no estaría dándole el acabado a una fantasía. Tuve una sensación tan extraña como la que me produce Vértigo, de Alfred Hitchcock.
—Estás obsesionado con ella. ¿Tanto me le parezco?
Le dice Judy Barton (Kim Novak) a John “Scottie” Ferguson (James Stewart).
¿Hasta qué punto yo no era más que una ilusión, un espejismo, una mentira? Es difícil en estos casos separar a la mujer de la actriz.
¿Hasta qué punto yo era una deuda de Miguel con sus musas del pasado?
Talia Rubel en Cucarachas Rojas (2003).
Talia Rubel fue la protagonista de Cucarachas Rojas. Cuando veo los planos que Miguel le hizo y los comparo con mi prueba de cámara son muy parecidos. Miguel moldea sus personajes femeninos. Talia también estaba de rubio cuando Miguel la conoció. Poco a poco su apariencia fue tomando la forma de las mujeres que sueña Miguel. ¿De dónde salen? ¿Será alguna mujer en específico? ¿Algún amor de la niñez? ¿O los rostros y cabellos de los personajes femeninos en los animes de su infancia-adolescencia?
Fotograma de Yaltus (Uchu Senshi Baldios, 1981).
No puedo dejar de pensar que hay algo de ella en mí. Que mi destino se ha unido al de ella. Es más extraño cuando, a diferencia de Vértigo, no se trata de una misma persona.
¿Y esta no es acaso otra de las magias del arte? ¿La posibilidad de conectar, de relacionar universos distantes?
Miguel proviene de una familia de abolengo en La Habana. De hecho, los Coyula iban gratis al colegio de Belén. Mario Coyula, el padre de Miguel, decía que los Coyula nunca tuvieron grandes sumas de dinero, pero Miguel Coyula, su abuelo, fue mambí y luego senador honesto durante el período republicano. Le otorgó prestigio al apellido genovés que fue cubanizado.
En mi caso, soy un retorno (así lo dice la oficina del carné de identidad) a La Habana en el año 2000.
En 1980, mis padres se mudaron a Matanzas porque mi papá era el jefe de la artillería antiaérea. En aquel momento lo habían ascendido a mayor.
Mis abuelos maternos eran campesinos provenientes de familias con tierras en San Antonio de los Baños y en Alquízar, pero ellos se asentaron en el municipio habanero Arroyo Naranjo.
Por la parte de mi papá fue él quien más ayudó a sus hermanos, tal vez por ser el mayor y porque se alistó en el ejército. Fue la manera que encontró de salir de la pobreza. Mi abuela paterna era una activista de la FMC y se mudó a Caibarién. Ella también pudo salir de Ceibabo junto a mis otros tíos.
Vivir en la casa de los Coyula provocó en mí la búsqueda de un pasado hasta ese momento difuso y sin que yo le otorgara la menor importancia. En mi familia, solo mi abuelo materno, Luis Cruz Cruz, estaba interesado en su árbol genealógico porque descubrió una conexión de apellidos que al rastrearlos llegaban al marqués de Someruelos y Salazar. Al parecer tuvo una relación con su tatarabuela Gertrudis. Puede que de esa unión haya nacido algún bastardo Salazar. Da igual, tanto el marqués, como Gertrudis, como mi abuelo, están muertos.
Se necesita tener un ego fuerte no solo para trabajar en películas, sino para entrar en una familia sobreviviente en medio de todo. Los Coyula son como un avión en medio de una turbulencia, se tambalean, pero no se caen.
Durante una de mis primeras visitas a la casa de los Coyula, refiriéndome a los carteles que hay colgados en la entrada, dije:
—Todos estos carteles de las películas de Miguel contienen el color rojo, sexo y violencia.
Hubo un silencio, ¿mi comentario sería percibido como una amenaza? Antes, un gran amigo, al ver Cucarachas Rojas, me advirtió:
—¡Cuidado con ese tipo!
En Cucarachas Rojas, Lili, el personaje que interpreta Talia, irrumpe en el hogar de su hermano. Su aparición en el subway neoyorquino es uno de los momentos más memorables de la película. La música, la atmósfera, el encuadre y el rostro afilado de Talia son perturbadores. Ella contiene algo malo, algo oscuro, pero aún no sabes qué es. Más adelante te das cuenta del incesto, de la manera en que conduce a su hermano a la locura.
Elena irrumpía en la casa de Tomás con su hijo adolescente, David. Gradualmente, un hogar de por sí desintegrado por la ausencia de la madre implosiona. Con esa primera sinopsis entré en el hogar de Miguel.
Los dos terminamos nuestras relaciones de diez años. En el pecado llevamos la penitencia. Fue muy difícil para mí cambiar radicalmente de vida. Como la primera versión de Elena, me encontraba entre dos hombres. Dos hombres muy parecidos entre sí, pero con diferencias significativas también.
Siento que soy un espíritu esencialmente libre. Sigo mis impulsos, aunque tenga que caer en un abismo. Prefiero el mar, en vez de la añoranza del mar. No le temo a la tempestad. Me siento incontrolablemente atraída por la tormenta. Está más allá de mi propia voluntad.
Amo a quien ama el arte por encima de todo. Tal vez sea esa mi propia forma de ser revolucionaria. Pero la Revolución me condujo irremediablemente al crimen. Abandoné mi casa por el amor que siente Miguel hacia el cine. Esa obsesión incontrolable por su trabajo.
En verdad soy enamoradiza, pero busco siempre la estabilidad que ofrece la vida en pareja. Sé que para algunos la monogamia puede resultar aburrida; en cambio, para mí, es la eterna búsqueda en el otro la mejor manera de confrontarme conmigo misma.
Fue muy difícil aceptar la separación. Al principio Miguel y yo nos propusimos que no debíamos negar nuestros pasados. Entonces decidimos, en esa primera etapa, salvar la amistad con nuestras parejas anteriores para mitigar el dolor.
Lo más triste de las rupturas no es solo separarte de tu pareja, sino dejar atrás una estructura, morir en un pequeño planeta.
Me convertí en una creación de Miguel; al mismo tiempo, Miguel había sido soñado por mí. Fue un hechizo. Una alquimia. Una explosión. Realidad y ficción entrecruzadas.
Yo estaba en tres tiempos: entre Marina, la protagonista de Mar Rojo, Mal Azul, la primera novela de Miguel con su primera mujer fatal, escrita en 1999. Aparezco en la portada de la edición en 2013. Luego estuve en Lili y terminé siendo Elena.
Portada de la novela Mar Rojo, Mal Azul.
Paralelamente a la película, Miguel me hacía fotos, tanto mi apariencia natural como mi oscuridad volvieron a emerger. Nadie había reparado en mí de una forma tan intensa. Nadie había captado tan bien mi verdadera esencia.
Poco a poco mi apariencia reveló a una mujer que se debate entre fortaleza y fragilidad. Una mujer que a fuerza de salvarse ya no confía en la gente. Una mujer que por momentos asusta. Una mujer que también ha sido objeto de deseo de ambos sexos.
Dejé de usar aretes. Me ponía menos vestidos. Plantaba bombas por la ciudad seguida por un hombre tras el lente de una cámara. Interpretar a Elena empezó a asfixiarme. Quería salirme de ella. Volver a ser yo misma para renacer en otra persona.
Fotograma de Corazón Azul.
Durante ese tiempo recibí declaraciones hasta de un adolescente. Se me declaró por Messenger. Le dije que yo podría ser su mamá y me respondió que no le importaba, que quería aprender de mí.
Sexo y política se entremezclaron en mi vida, que iba por un camino y terminó desviándose hasta que una noche Miguel y yo recibimos la primera invitación a un mènage à trois.
Era verano y sudábamos a mares, estábamos en una casa apartamento en El Vedado. Habíamos vivido la segunda redada policial. Quedábamos unos pocos. Se exacerbó la excitación a causa de la adrenalina que despiden los cuerpos cuando están frente a un peligro. Una mujer entreabrió sus piernas mientras yo estaba en el suelo y nos invitó a dormir en su casa.
En otra ocasión nos hicieron historias de sadomasoquismo. Un fotógrafo joven narró sin pudor cómo él y un colega les colocaban hielo a las modelos en la zona que iban a cortar para anestesiarlas antes de fotografiar la piel dañada. O cómo les metían una botella por el culo para poder registrar el momento de dolor-placer en los rostros muchas veces de adolescentes.
Todo esto sucedía después de ver alguna escena de Corazón azul. Especialmente las escenas eróticas. Tal vez estas confesiones estuvieran motivadas por la ficción. Por las reacciones que despierta la película. O porque el cine es el arte de provocar deseos en los demás.
Algo similar vivió Miguel cuando estrenó Cucarachas Rojas. En el Festival Internacional de Cine de Edimburgo, una pelirroja se le acercó y le mostró sus fotos. Fue en público. Las fotos la mostraban a ella, amarrada, siendo azotada de manera violenta.
Para el filósofo Žižek, el momento más perturbador del drama es cuando el personaje convierte en realidad sus propias fantasías.
Corazón azul tal vez sea el filme más radical de Miguel. Hasta el momento solo hemos vivido la experiencia de mostrarla juntos. Tengo mucha curiosidad por ver qué pasará cuando alguno de los dos tenga la experiencia de presentarla en solitario.
Veinticinco huesos de vaca: una cueva, un poema y la enfermedad
Miguel comenzó a hacer películas cuando tenía 17 años. Desde entonces carga con sus equipos. En teoría, no podría volver a hacerlo. Tendría problemas hasta para editar. Su cine extremo a los 40 años de edad le provocó una falla sistémica.