Cuba es el país con el mayor índice de cineastas independientes

En estos días se ha hablado bastante sobre cine independiente y honestidad. Ya comenté algunas cosas en Facebook, pero he decidido ampliarlas aquí.

No es en blanco y negro. Hay muchos niveles de independencia. No se trata simplemente de tener permisos y apoyos monetarios institucionales, o filmar de forma clandestina: estamos hablando de la libertad de contenido y libertad estética.

No es el método de producción lo que define la honestidad o el riesgo del contenido, ni en Hollywood ni en el cine independiente. Robert Rodríguez utilizó un presupuesto minúsculo para hacer El Mariachi, una película de contenido bastante simple. Steven Spielberg me parece honesto y consecuente con el cine que le gusta y con sus intereses; para él, un fracaso en la taquilla es determinante para considerar el éxito de sus películas.

Sabemos que hasta en el cine mainstream hay distintos niveles de riesgo. Entre Arma letal y Se7en —partiendo ambas, aparentemente, del concepto del buddy cop—, no hay ni que decir cuál es la más arriesgada. En la Unión Soviética, Andréi Tarkovski existió dentro de una industria. Pero también existió Serguei Paradzhanov, quien sufrió encarcelamiento por años.

¿Qué es cine independiente entonces? El hecho de que lo financies de tu bolsillo no es suficiente, ni obligatorio. Hace diez años escribí: se debe ser independiente en contenido y forma.

Se ha mencionado la obra de Landrián en el ICAIC como independiente en contenido y forma dentro de la institución. Coffea arábiga es una película brillante. Pero si el ICAIC no le hubiera impuesto el pie forzado del documental didáctico, Landrián no hubiese contado con un material inicial para subvertir. Entonces, la gestación del proyecto complejiza la definición.

Yo solo hablo desde mi experiencia: he hecho cine con favores de amigos y conocidos y con un equipo de nunca más de tres personas, casi siempre dos (un método que me ha permitido seguir filmando de forma clandestina incluso ahora, bajo toque de queda). Hablo también como un cineasta que ha vivido redadas policiales por intentar proyectar sus películas no ya en un cine, sino en una casa privada. Una de esas noches, en 2017, un agente de la Seguridad del Estado intentó hablar conmigo, y contesté que no tenía nada que hablar con él. Parece que entendieron que no había negociación posible.

Hoy existe un Decreto Ley 373, que dice claramente que los contenidos de las producciones independientes deben estar dentro de la libertad creadora que permite la Revolución cubana.

Ciertamente, el ICAIC de los años 60 ha quedado muy atrás. Exceptuando anomalías, como el caso de Fernando Pérez, el ICAIC parece favorecer películas históricas, bélicas, o comedias ligeras. RTV Comercial ha producido las películas de Ernesto Daranas. ¿Dónde ha quedado el cine imperfecto que rechazaba las fórmulas narrativas de Hollywood para crear un lenguaje distinto?

La producción del ICAIC ahora mismo es tan escasa que apunta no ya a la renovación, sino a la supervivencia, con la entrada de coproducciones con inversiones extranjeras. No quieren perderse una tajada del presupuesto que antes los independientes se agenciaban sin su ayuda.

De todos los que ahora se han apuntado para el carnet de creador independiente bajo el manto del ICAIC, probablemente emerjan proyectos interesantes, incluso grandes películas. Pero calculo que la gran mayoría serán proyectos que tienen muy claros sus límites temáticos político-sociales, y la industria cubana tendrá los altibajos de cualquier industria mundial, y sus directores serán parte de esa industria, con diversos grados de autonomía. Y sin embargo, en breve Miguel Díaz-Canel podrá anunciar: “¡Cuba es el país con el mayor índice de cineastas independientes del mundo!”.

Pongo cinco ejemplos de ideas para historias, bastante elementales, que jamás serían financiadas por el Fondo de Fomento si se exponen en toda su crudeza:

1) La descomposición moral de un médico que vende senos destinados a pacientes con radical de mama, y se lo pagan en moneda dura.

2) Una maestra de primaria que extorsiona a los padres de sus alumnos, pues el salario no le alcanza.

3) Una biopic realista de Fidel Castro.

4) Un documental sobre la obra de Tania Bruguera.

5) Un drama judicial sobre el caso de Arnaldo Ochoa.

Pudiera mencionar más ideas, que quizás a mí no me interese llevar a la pantalla, pero el hecho de que nadie más lo pueda hacer, pues el Fondo de Fomento jamás los consideraría, me parece un problema. Sobre todo, porque lo que antes era alegal ahora puede ser considerado ilegal y, consiguientemente, penalizado.

Una pregunta: Santa y Andrés, de Carlos Lechuga, ¿se podría hacer hoy en día con el Fondo de Fomento? ¿Con el Fondo otorgado por el mismo Instituto-Gobierno que tiene a esa película (junto a muchas más) censurada?

¿Un Fondo de Fomento en un país en bancarrota?

¿A cuánto puede ascender el monto por película?

¿Qué valor tiene el compromiso entonces?

En China, al menos a los cineastas los han seducido con sumas más generosas…

Resulta curioso cómo muchos cineastas dicen no haber sido nunca censurados, o que nunca les han dicho lo que tienen que hacer. Ciertamente, la sensibilidad creativa de algunos no los lleva a caer en temas críticos para el poder. Pero la realidad es que muchos tienen claros sus límites: el proceso de eliminación de aristas incómodas, antes de plasmar el proyecto en papel, está tan incorporado que a veces es inconsciente.

Al exponer mis ideas, me han acusado de totalitario. ¿Cómo puedes ser totalitario cuando eres minoría extrema?

Después de 2017, el gobierno y la intelectualidad cubana me enterraron. Como a muchos antes que yo. Hace poco me dijo un colega: “¿Cómo crees que te van a defender, si te metiste con Fidel Castro?”.

Ya no espero apoyo criollo. Afortunadamente, existen festivales internacionales y prensa extranjera. Escribo estas líneas para que quede constancia de que existo, y que trabajo dentro de mi país.

Es inútil pedir cambios al Decreto 373 mientras no cambie el gobierno actual. Yo no puedo coger una pistola y matar a Díaz-Canel, a Ramiro Valdés, a Raúl Castro, o a López-Callejas, porque no soy ni héroe ni asesino ni kamikaze (al menos en el mundo físico). Solo puedo esperar a que se maten entre ellos y, mientras, seguir filmando. Pero en la pantalla cobran vida mis demonios, y ahí sí puedo hacer cualquier cosa…

Mientras otros necesitan drogas, religiones o sociedades de consumo, para mí no existe nada más sagrado que esa pantalla. Nunca me ha interesado lo material, hasta mis equipos son obsoletos; por eso ahora pienso que hacer cine nunca ha significado, realmente, un sacrificio. Tengo que pagarles un mínimo a los actores, y mi vida no es tan importante como para desperdiciarla en placeres efímeros. El cine es prácticamente lo único que disfruto hacer, además del amor. De alguna forma, soy afortunado. Por eso puedo trabajar tantas horas, tantos días y tantos años en una película sin perder la concentración ni sentir ansiedad; puedo invertir la falta de presupuesto en tiempo, pues no vivo del cine: vivo para el cine.

Yo no digo que hagan lo que yo hago. Algo además imposible, pues no hay cineastas ni proyectos iguales. Pero no puedo apoyar ninguna ley que limite la libertad de expresión creadora. Sería negar mi obra pasada, presente y futura.

Si a la mayoría les funciona el Decreto 373, me alegro por ellos, pero a mí no me sirve, pues vivimos bajo un régimen autoritario que predica la justicia social mientras se va pareciendo cada vez más al autoritarismo del dinero que hoy lidera Donald Trump.

Ya viví en el monstruo. Aquí tengo mi casa. Por eso seguiré en Cuba, con el único grado de autonomía que me ha permitido hacer mis películas: la independencia total.

Aprovecho este texto para anunciar que, luego de nueve años, Corazón Azul, mi nueva película casera, ya está terminada.

Comparto el teaser con todos los lectores de Hypermedia Magazine:


https://vimeo.com/323473315



El Fondo de Fomento y el sofisma de la independencia - Lynn Cruz

El Fondo de Fomento y el sofisma de la independencia

Lynn Cruz

El Fondo de Fomento para el Cine Cubano tiene muchos simpatizantes. Me atrevería a decir que los detractores somos unos pocos. Hay algo muy perturbador: si el Fondo lo da el ICAIC, que es la única industria de cine en Cuba, con un archiconocido expediente de censura, ¿cómo pueden llamarlo cine independiente?