‘Llamadas desde Moscú’: cine cubano en el Festival de Berlín

Este 22 de febrero se estrena mundialmente el documental cubano Llamadas desde Moscú, primer largometraje del realizador Luis Alejandro Yero (El cementerio se alumbraLos viejos heraldos), en la sección Forum del 73º Festival Internacional de Cine de Berlín, importante nicho curado y organizado por el Instituto Arsenal para el Cine y el Videoarte, que busca compilar y visibilizar miradas fílmicas arriesgadas, que desafían cánones y expanden la propia concepción de lo audiovisual a partir de poéticas y discursos de sesgo autoral. 

Con pocos días de diferencia, Llamadas… será exhibido en el 22º Festival of International Nonfiction Film and Media del Museo de Arte Moderno de New York (MoMA), conocido también como Doc Fortnight, que se inaugura el propio día 22 y extiende sus funciones hasta el 7 de marzo.

La relevante inclusión de esta película en un festival clase A como la Berlinale y en el prestigioso Doc Fortnight apunta a una saludable “normalización” de la presencia del audiovisual cubano contemporáneo en los circuitos cinematográficos más visibles del planeta. Desde hace alrededor de una década, las noticias acerca de la inclusión de obrasde cineastas de la Isla en plataformas internacionales, así como el nutrido palmarés acumulado, acusan una optimista regularidad. 

El cine más audaz de Carlos Quintela (La obra del siglo), Alejandro Alonso (TerranovaAbisal), Rafael Ramírez (Los perros de Amundsen, Las campañas de invierno), Miguel Coyula (NadieCorazón azul), Yimit Ramírez (Quiero hacer una película), Heidi Hassan y Patricia Pérez (A media voz), José Luis Aparicio (Tundra), Carlos Melián (El rodeo), Daniela Muñoz (Mafifa), Marcel Beltrán (La Opción Cero) y el propio Yero, entre otros, está perfilando un Imago Cuba bien a salvo del costumbrismo pornomisérico, la bufonada pintoresquista y la banalidad chancera que durante años perfiló el rostro más reconocible de la cinematografía nacional ante la crítica mundial y los públicos. 

No obstante, la promoción y exhibición de estas películas en pantallas públicas cubanas continúa rayando lo escaso o la nulidad más absoluta, dado el palmario desinterés de las instituciones oficiales en acatar una realidad que las trasciende, una cartografía fílmica que se expande, se complejiza fuera del redil del ICAIC y lo trasciende desde hace mucho tiempo como pretendido único y hegemónico gestor del cine nacional. 

Una danza de la descolocación, una alegoría de la no pertenencia.

El Fondo de Fomento para el Cine Independiente quizás consiga atenuar, aun de manera muy tímida, la gran deuda oficial con las disímiles películas y poéticas fílmicas que han invisibilizado para los nacionales; aunque las cuestiones de la distribución y la proyección en el circuito de cines o en los canales televisivos estatales no parecen estar, ni remotamente, sobre la mesa.

Una importante porción de este corpus fílmico se ancla en el campo documental y el cine ensayo, y en menor pero no despreciable cuantía, en la ficción experimental. Aunque las taxonomías demasiado canónicas son ya insuficientes para abordar con profundidad y precisión este gran territorio líquido, contaminado, promiscuo, tozudamente íntimo, donde prima la disolución de géneros y formas a favor de una mirada y una expresión libres, a favor de modelos muy personales del mundo que apuntan a una resurrección de la voluntad creativa que marcó lo mejor del cine cubano de los años 60.

La elaboración formal de estas películas no las extraña de su contexto inmediato, sino que establece nuevas formas de dialogar con la realidad cubana y de representarla, de metabolizarla en discursos que superan la mera exposición o la denuncia periodística, sumergiéndose en la deconstrucción del entramado más profundo de esta realidad. Cuba como sima, como angostura, como fractalidad, como nación expandida allende los límites geopolíticos. 

Por eso, la emigración como fenómeno, tragedia, dilema y fatalidad deviene tópico recurrente en esta cinematografía atenta a su contemporaneidad y se concreta en importantes títulos como A media voz y La opción cero, que indagan las resonancias y dinámicas del exilio y el éxodo cubanos en el siglo XXI. 


La Opción bajo Cero

Llamadas desde Moscú dialoga particularmente con la película de Marcel Beltrán, pues su relato completa en gran medida la cartografía migratoria que La opción cero (2020) perfila con su problematización del éxodo masivo a través del corredor centroamericano. 

La emigración como fenómeno, tragedia, dilema y fatalidad.

Yero se concentra, por su parte, en las rutas europeas que tienen en Moscú uno de sus epicentros. Pero a la vez, contrapone al discurso del movimiento que despliega Beltrán en su película —casi todo el tiempo los sujetos están moviéndose o bregando por moverse, por arribar a los lugares de prosperidad y libertad a que aspiran— un más pesimista y sombrío discurso del estatismo, el estancamiento y la hibernación. Es una poética inmóvil, de la extrañeza y la no pertenencia.

Los personajes se hallan anegados en una suerte de limbo intramuros, apenas a salvo de la nieve casi letal que cae sobre una ciudad muerta de hipotermia, sobre la que resuenan atenuados, casi fantasmagóricos, los ecos de la invasión a Ucrania que entonces recién comenzaba en medio de las protestas antibélicas de los rusos, de su inmediata represión y el consecuente encarnizamiento del totalitarismo de Vladimir Putin.

Más tenues aun, pero lancinantes, llegan los ecos otros de las protestas del 11J en Cuba, que también coadyuvaron a la intensificación de la ferocidad oficial del poder totalitario en la Isla.

En algo sí coinciden plenamente La opción cero y Llamadas…: en ambas películas los personajes pasaron hace tiempo el punto de no retorno. El regreso a Cuba no es una posibilidad. Cuba dejó de ser algo posible hace tiempo, hace sesenta y dos mil milenios. 

El país de origen es un no lugar del que se escapa, sin boleto de regreso, hacia cualquier parte. Ni siquiera se permiten mirar hacia atrás. Sus dilemas como emigrantes se concentran en hallar una nación adoptiva segura en la que finalizar su trashumancia por el desierto tras una columna de humo. 

Las protestas del 11J en Cuba coadyuvaron a la ferocidad oficial del poder totalitario en la Isla.

Eldis Botta, Juan Carlos Calderón, Daryl Acuña y Dariel Díaz son cuatro hombres cuir cubanos que se hallan en Moscú como en una encrucijada en la que confluyen cuatro callejones sin salida; al punto de que quizás ni tengan idea cómo pudieron llegar alguna vez ahí. O quizás su periplo desde Cuba y la propia Cuba sean meros espejismos, sueños demasiado verosímiles que, al despertar, dejan el mal sabor de la desorientación.

A unos 9 550 kilómetros de distancia —los personajes no ganaron ningún nostálgico programa de participación que los catapultara a la capital rusa, más bien participaron en un survival show donde no hay verdaderos ganadores—, tras una pantalla gruesa de nieve entre la que se vislumbran las gigantescas moles de los edificios moscovitas, Cuba termina siendo segregada al territorio onírico. Es apenas una posibilidad, algo incierto. Se vuelve mito, poesía ininteligible. 

Solo las llamadas telefónicas que constantemente hacen Eldis, Juan Carlos, Daryl y Dariel, a sus familias, parejas, amigos y al propio Yero confirman un poco la existencia de la isla tropical, le confieren cierta leve —pero no definitiva— certeza.

El realizador se convierte en interlocutor diegético, en personaje secundario que dirige la muy consciente y artificiosa puesta en escena. La cámara operada por la española María Grazia Goya es subjetiva y tan estática como la situación de estos náufragos continentales, que han sido filmados desde una clara perspectiva pictorialista, elaboradamente manierista, en un espacio impecable, casi teatral. Pero sobre todo indiferente, impersonal. 

Parece que Yero y Goya estuvieran pintando retratos al óleo, obligándolos a posar durante interminables horas en un escenario genérico que apenas es un fondo, una decoración que nunca harán suya. 

Cuba es una isla volcánica en perpetua erupción: por su cráter no cesa de brotar un tumultuoso magma de cuerpos.

Estos refinados interiores parecen vitrinas o urnas asépticas donde se han depositado las cenizas de sus esperanzas. O matraces herméticos donde ocurren reacciones endotérmicas, implosivas, tristes. En esta escenografía los cuatro migrantes se repliegan hacia sí mismos como último recurso, como resistencia definitiva. 

Por momentos, parecen más sujetos rezagados que nómadas aventureros. La ventisca ha borrado todos los caminos bajo el grueso edredón de nieve que arropa a Moscú en pleno febrero. Al final del laberinto se alza una muralla demasiado alta y sin salida.

Luis Alejandro Yero coloca a los personajes frente a la cámara a representarse a sí mismos. Se convierten en ficciones “basada en hechos reales”. Son proyecciones de sí mismos, así como extensiones de una nación indigesta que se regurgita a sí misma en expectoraciones dolorosas. Expele fuera de su organismo a una masa desesperada y desesperanzada que le provoca retorcijones. 

Cuba es una isla volcánica en perpetua erupción. Por su cráter no cesa de brotar un tumultuoso magma de cuerpos. La isla se esparce en pedazos por todo el mundo. Las mariposas negras aletean entre tinieblas y provocan un tsunami humano ininterrumpido que inunda todo el orbe.

Llamadas desde Moscú es una danza de la descolocación, una alegoría de la no pertenencia y del perpetuum mobile en que se ha convertido una parte crucial del éxodo cubano durante los últimos años. Bien pudiera retitularse Gritos desde Moscú, o quizás S.O.S desde Moscú, o solo Muerte en Moscú

Es un documental gélido y a la vez doloroso, estático pero bullente, extrañado y triste. Articulado desde una narrativa tautológica, replica las redundancias en que se han convertido las vidas de sus protagonistas. Una narrativa tan cansada como los propios Eldis, Juan Carlos, Daryl y Dariel, habitantes de una ciénaga de nieve sin salida.




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Pavel Giroud

Jorge de Armas

Pavel Giroud es director y guionista de cine cubano radicado en España. Entre otros filmes, es director del documental ‘El caso Padilla’ (2022), sobre la autoinculpación del poeta Heberto Padilla, del que conversa en esta entrevista.