Por estos días han continuado los debates sobre cine independiente en Cuba a raíz del Fondo de Fomento para el Cine Cubano.
Me llama la atención que el Fondo de Fomento tiene muchos simpatizantes. Me atrevería a decir que los detractores —incluidos escritores, politólogos y artistas independientes— somos unos pocos.
He visto el video donde la productora Claudia Calviño, muy activa en este tema, expone de manera elocuente qué es el cine independiente teniendo en cuenta los estándares internacionales. Mientras ella habla, aparecen imágenes de una selección de filmes de 5ta Avenida, su casa productora. Dentro de ese grupo de sus películas sobresalientes, se extraña a Santa y Andrés (2016), de Carlos Lechuga, un filme que fue censurado por el gobierno cubano.
Como sé quién soy y conozco las películas que produzco junto al cineasta Miguel Coyula, estoy profundamente preocupada. Esa es la razón por la cual he participado en los debates. No me ha quedado más que volver a reaccionar. A pesar de que me había prometido no entrar más en estas discusiones, puesto que ya muchos parecen conformes.
Hay algo muy perturbador: si ese Fondo lo da el ICAIC, que es la única industria de cine en Cuba, con un archiconocido expediente de censura, ¿cómo pueden llamarlo cine independiente?
Estoy consciente de que el cine independiente es también aquel que se caracteriza por mostrar aspectos de la sociedad que no son abordados por la industria establecida. Pero si esta industria es la que lleva a cabo la selección de los filmes, ¿cómo podrían aprobarse proyectos divergentes de la política cultural que rige en la isla, en especial dentro del cine, desde el año 1959? ¿Acaso no es un contrasentido?
Lo más alarmante para mí, mientras leía los comentarios de algunas personas del gremio en las distintas publicaciones, fue ver que algunos asumen que el ICAIC siempre ha sido independiente, porque niega los cánones estéticos de Hollywood.
¿Estoy enloqueciendo? ¿Será la pandemia? Esto no puede ser serio.
Es evidente que los cubanos son capaces de entrar en cualquier ficción con tal de lograr un objetivo, sin el menor remordimiento. Personas del mundillo cinematográfico, en especial las que han logrado hazañas en la arena internacional, han lucido sus mejores galas de sofistas.
No cuestiono el Fondo de Fomento. El Fondo es algo bueno. Simplemente estoy perpleja por el hecho de que solo se hable del Fondo y se omita el Decreto Ley 373. Esto quiere decir que la mayoría no tendrá problemas para ajustarse al molde, y que los que insisten —como Miguel Coyula, por ejemplo— en seguir una línea de películas críticas, que muestran justamente aquello que el ICAIC nunca visibilizaría, quedarán fuera del juego de los independientes, que ahora militarán dentro de la industria establecida.
Y lamento ser yo la que señale, una vez más, a mi propio compañero como ejemplo, pero no me queda otra alternativa, teniendo en cuenta que estamos en una encrucijada y no puedo dejar que se omita lo esencial en el debate. No obstante, si después de este texto el gremio del cine sigue omitiendo lo esencial, será más revelador todavía.
En los comentarios en las redes, algunos sí expresaron su preocupación con el Decreto Ley 373. Preocupación que, de hecho, se ha planteado en las reuniones con el actual presidente del ICAIC, Ramón Samada.
En el año 2015 aún acontecían los debates del G20, el grupo de cineastas cubanos que inició la demanda de una Ley de Cine. Figuras reconocidas dentro del gremio, como Fernando Pérez, Enrique Colina, Dean Luis Reyes, Gustavo Arcos y Arturo Arango, protagonizaron aquellas reuniones. A raíz de la censura a la obra de teatro El rey se muere de Juan Carlos Cremata, el G20 decidió reunirse para protestar, y sus interlocutores fueron Roberto Smith, antiguo presidente del ICAIC, y Ramón Samada, entonces vicepresidente.
Las reuniones se efectuaban en la sala Fresa y Chocolate. El día en que una de ellas terminó de manera abrupta, se acabaron todas las asambleas nacidas y por nacer. Samada protagonizó un episodio represivo. Tal vez por el miedo a ser reprendido por sus superiores, en un gesto de franca desesperación, se abalanzó contra la periodista Luz Escobar, el escritor Ángel Santiesteban y el activista Eliécer Ávila, para que abandonaran el lugar.
Más adelante, el sitio estatal Cubadebate publicó un texto para referirse al suceso:
“‘El punto de vista del debate que hemos defendido ha sido, es y será inequívocamente revolucionarioʼ, dice una declaración del ICAIC, que fue compartida hoy en la reunión del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC y recibió apoyo de los integrantes de ese foro”.
Nunca se especifica quiénes fueron los integrantes de aquel foro.
“‘No podemos permitir que la contrarrevolución se mezcle con nuestros artistas en el espacio de libertad y diálogo fundado por la política cultural de la Revolución, desde Las palabras a los intelectuales, de Fidelʼ, dijo Miguel Barnet”.
Un detalle curioso: en esa declaración no participó ningún cineasta. La razón, lo que no se dice, es que los realizadores no permitieron que los disidentes fueran expulsados de aquella reunión.
Pero bien, la misiva fue firmada por la presidencia del ICAIC. Estas palabras fueron conclusivas en 2015, y constituyen un antecedente clave para la confección del Fondo de Fomento para el Cine Cubano y del Decreto Ley 373. Hoy la firma de la UNEAC no es la de Miguel Barnet, quien ya reposa en su casa, pero la maquinaria sigue el rumbo de la “continuidad histórica”.
También me llama la atención el nombre del Fondo: no dice que sea para producir “cine independiente”, sino para producir “cine cubano”. No obstante, me remito ahora al enlace donde aparecen las bases para aplicar al Fondo, donde además se hace alusión al término que está en discusión: “cine cubano independiente”:
“En cumplimiento de lo establecido en el acuerdo 8613 del Consejo de Ministros del 14 de junio de 2019 y de la política aprobada a partir del Decreto Ley 373/ 2019 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) anuncia la apertura de la segunda convocatoria del Fondo de Fomento del Cine Cubano para el año 2020”.
He revisado otros artículos que anuncian también el Fondo, y la convocatoria se hace siempre desde el ICAIC, no desde ninguna productora independiente. ¿Esto qué quiere decir? Y, en tal caso: ¿por qué la felicidad de muchos?
Pues porque en realidad sí ha habido un cambio significativo para ellos: finalmente han sido asimilados por la industria establecida, como sucede con muchos cineastas en los Estados Unidos, por ejemplo, que hacen sus primeras películas de manera independiente, pero rigiéndose por los cánones del mercado tradicional.
A diferencia de los Estados Unidos, en Cuba el problema no es el mercado, sino el contenido. El corte final continúa siendo la política. Ahora será como en China: podrás hablar de todo lo que quieras mientras no cuestiones al Partido Comunista ni a sus denominadas conquistas. El ICAIC sí que es un negador de los patrones del cine hollywoodense.
Ahora bien, ¿por qué la dicotomía? ¿Por qué insistir entonces en que, aun dentro del ICAIC, seguirán siendo independientes, cuando los hechos prueban que no, que el Fondo no produce cine independiente?
Los argumentos esgrimidos por estos días, de cineastas y personas del mundo del cine cubano, independientes y dependientes “juntos todos en esta hora de peligro”, no son más que un sofisma.
¿Qué hay detrás de los testimonios capciosos, que pretenden pasar por verdaderos?
Las razones son múltiples. Una de ellas puede ser el marketing. Fuera de Cuba, la etiqueta de “cine cubano”, a secas, no dice mucho. Este país es tan anormal que, en los últimos años, se han producido más películas de manera independiente que dentro de la industria establecida. Es una lástima que esto no sea entendido como una herramienta para el cambio.
Todo esto me recuerda la pereza de los cubanos durante la tardía guerra por la independencia: siempre necesitando de algo o alguien que venga a rescatarnos, cuando deberíamos hacer algo por nosotros mismos.
Uno de los gigantes en estos años de conflicto, en su caída, recibe la transfusión de sangre O positiva del cine independiente. Por supuesto, el ICAIC no cambiará sus siglas, no lo necesita: las nuevas generaciones de cineastas seguirán dando alaridos para luego sucumbir en el mundo de Fantomas.
Independiente y bien
Este texto viene porque hace unos días se llegó a un punto de no retorno con eso de la tiradera a Claudia Calviño, a mí, y a Santa y Andrés. No una tiradera del Estado, ni de los segurosos: una tiradera de algunos de la “contracultura”, que al final son más policías que los policías. En mi ser no hay espacio para el odio. Pero tampoco voy a aceptar mentiras.