Carlos Diéguez está en la película desde que tenía quince años. Ahora tiene veintitrés. Es estudiante de Bellas Artes, como su personaje David, uno de los protagonistas de Corazón Azul. Uno de los terroristas que milita en la banda de anarquistas.
Miguel descubrió a Carlos Diéguez en La piscina, la ópera prima de Carlos Quintela. De piel muy blanca, ojos y cabellos muy negros, parece el hermano de Blancanieves. Teníamos en el set a un adolescente con todas las letras. Hasta fumaba escondido de nosotros.
Imagínense a un muchacho de esa edad con una casa de cinco cuartos solo para él. Su padre, heredero de dos casas gemelas, altos y bajos, a una cuadra de la Universidad de La Habana, proviene de una familia de la clase media alta habanera. Es increíble cómo el padre de Carlos ha conservado intactos los muebles, las lámparas, los adornos. Es una casa con objetos museables.
En la primera noche del rodaje de la escena de sexo, Elena aparece desnuda. Nos asistió Carmen Ana Cabrera, que también estudiaba con Carlos en San Alejandro. David tenía que despertar y mirar en dirección al pasillo por donde sale Elena, que lo convida hacia la oscuridad. Él ha quedado dividido, como metáfora de las dos entidades. Por un lado todo está bien, hay seguridad, sosiego; por el otro, miedo, tormento, amenaza de muerte. Los opuestos que constituyen el equilibrio en la lucha por la existencia.
Elena conduce a David a un viaje de autorreconocimiento, pero sin saberlo corre el peligro de adentrarse en su propio túnel. La escena no tiene diálogos, entonces la experiencia sensorial impone una apertura para penetrar hacia lo desconocido. A través del sexo se reconoce también la naturaleza de las personas. Es una escena muy oscura en todos los sentidos: desde la luz, en una fotografía que dibuja las siluetas de los cuerpos, hasta en la manera en que los personajes se relacionan. David lucha, pero Elena también.
La noche de la filmación me pareció interminable. Tuve que andar desnuda por ese pasillo infinito, desde el crepúsculo hasta la madrugada. No éramos vampiros, pero sí paranormales. Hubo un momento en que Javier, el padre de Carlos, subió a darle de comer al gato y tuve que esconder mi cuerpo debajo de las sábanas azules de la película. Miguel gritaba desde el otro extremo, donde tenía ubicaba la cámara: “¡Ahora te adentras en lo negro!”. Y se sentía la risa nerviosa de nuestros adolescentes.
Para preparar a Carlos, le comenté que las escenas de sexo se ruedan de forma mecánica, a causa de la repetición. En el cine, ni los besos se dan de manera realista. Hay hasta una forma de besar para la cámara. Esto no quiere decir que no haya actores que se sientan atraídos durante el rodaje de una película, pero normalmente el hecho de estar rodeados de gente, equipo, luces, de por sí te ubica en una representación. Claro, teníamos una ventaja: el fotógrafo, director y sonidista, eran la misma persona.
La actriz Lynn Cruz.
Un beso de esos de chupete y rosquete, como le decíamos en la escuela, en pantalla resultaría repulsivo. Los movimientos deben ser delicados, porque el lente todo lo maximiza. Como ya tenemos fácil acceso a las cámaras, se suele creer que cualquiera puede hacer una buena película; pero el cine está lleno de pequeños detalles, que luego conformarán el todo. Esto es algo que he aprendido a lo largo de los años y especialmente cuando trabajé con cineastas extranjeros.
Los momentos más tensos de la escena se hicieron en el estudio de Producciones Pirámide. Le tuve que poner una teta en la boca a Carlos, y esa acción se repitió varias veces porque era un plano detalle, y esos planos suelen ser los más difíciles a causa del foco. Era como una gimnasia: todo debía ser preciso. Miguel determinó que el estilo de la escena fuera ritualista.
Antes de mostrarles la película a Javier y a su esposa, la madrastra de Carlos, les advertimos de que iban a ver escenas realmente sensibles; a lo que ellos respondieron despreocupados: “Nada que no hayamos visto antes”. El resultado fue el silencio; ninguno de los dos emitió un solo comentario. Para romper el mutismo, le pregunté a Javier qué le había parecido la actuación de su hijo, y respondió: “Aquí en Cuba hay dos caminos: hacer comedias o películas raras”.
Fue muy divertido, porque él no habla mucho pero cuando lo hace suele ser lapidario. Había sido profesor de matemáticas, y director del preuniversitario Vladimir Ilich Lenin.
Otra parte delicada fue la exposición de los miembros sexuales. Elena en algunos momentos masturba y se introduce el pene. En Cuba, solo Jorge Molina había hecho escenas de sexo tan agresivas.
Molina siempre le decía en broma a Miguel que a sus películas les faltaba más sexo. En Corazón Azul él también quería explorar, entre otras cosas, la agresividad de estos personajes respecto a sus deseos. Como son personajes amorales que solo creen en sus instintos, esta agresividad debía expresarse con acciones en vez de con palabras.
Al principio Miguel pensó en buscar a una pareja “alternativa”, para hacer luego insertos de penetración. En otro momento pensamos que debíamos comprar una prótesis. Cuando nos disponíamos a hacerlo, Carlos nos previno: “Por favor, que no sea ni muy grande ni muy pequeño”.
El actor Carlos Diéguez.
Llegó el día de la filmación. Por el ángulo, el pene filmado se ve enorme.
Una de las partes más difíciles fue cuando Elena le coloca su sexo a David en la cara. Los que la han visto, se han sorprendido al ver una lengua gigante desapareciendo entre la maleza velluda. Como Miguel no nos preparaba, es decir, nos enterábamos justo antes de rodar qué parte del cuerpo tocaba ese día, Carlos me dijo: “Esta mañana al levantarme me cayó una cortina en la cara, y lo menos que yo esperaba era que esto [señalando a mi pelvis] me estuviera cayendo encima en la tarde”.
Tardamos tres meses haciendo la escena. Miguel iba montando y se le ocurrían nuevos planos.
La noche en que rodamos los detalles del cuello, Miguel colocó la cámara encima de una mesa y Carlos quedó debajo, tendido en el suelo. La nota para mí era que solo se vieran mis manos y mis antebrazos. Carlos estaba desesperado con tantas repeticiones, David tenía la carga dramática de esa escena. Al final de la jornada daba tumbos y parecía un borracho. El hecho de pasar tanto tiempo debajo de la mesa, y asfixiado por mi cuerpo, le produjo mareos. Le teníamos la comida lista, pero no quiso, se puso los zapatos y se olvidó de las medias. Casi a punto de salir, entre suspiros, comentó: “Llevo cinco años pensando en cómo se iba a hacer esta escena”.
Reímos, y le reclamamos a Miguel por haber traumatizado a un adolescente con una escena tan oscura.
Cuando se trata de escenas complejas desde el punto de vista de las acciones físicas, los movimientos son coreografiados. Me gustó ver la cara de sorpresa de Carlos mientras veíamos la película casi terminada, escena de sexo incluida. Ese ha sido el mayor de los halagos, especialmente en una película con una puesta en escena tan precisa.
Después supimos que su padre le había dicho: “¿No te da vergüenza acostarte con la mujer de Coyula?”.
* Fragmento del libro en proceso Corazón azul: ocho años de rodaje crónico.
Silencio, soy una actriz difunta
A base de Decretos como el 373, el poder irá controlando la manera de narrar el país. Un terreno que habían ganado los realizadores independientes. Temas prohibidos: todo lo relacionado a la figura de Fidel Castro, las élites del poder en Cuba y, en el ámbito de la salud y la educación, los sobornos a maestros, médicos, enfermeras…